URVIO. Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad N.° 42, mayo-agosto 2025 E-ISSN 1390-4299 ISSN 1390-3691
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doi.org/10.17141/urvio.42.2025.6533
Desarrollo de los estudios de paz y conflictos y aportes desde América Latina
The development of peace and conflict studies and contributions from Latin America
Recibido: 28 de marzo de 2025
Aceptado: 1 de mayo de 2025
Publicado: 31 de mayo de 2025
(*) Centro de Estudos em Conflito e Paz (CCP/NUPRI/USP), Brasil, rhmaschietto@gmail.com, orcid.org/0000-0002-6079-280X
(**) FLACSO sede Ecuador, Ecuador, camouly@flacso.edu.ec, orcid.org/0000-0002-0499-8213
Resumen
Introducción: este artículo ofrece una vista general del desarrollo de los estudios de paz y conflictos como campo académico en el mundo en general y América Latina en particular. Objetivo: examina su expansión y los aportes de académicos de la región, y presenta los artículos de este número temático, cuyos enfoques diversos ilustran la pluralidad de temas y formas de abordarlos que caracterizan el campo. Metodología: se basa en una amplia revisión de la literatura sobre paz y conflictos en inglés, español y portugués, así como nuestra experiencia propia como académicos en el campo. Conclusión: si bien los estudios de paz y conflictos han sido tradicionalmente moldeados por instituciones y epistemologías del Norte global, argumentamos que las contribuciones latinoamericanas ofrecen aportes cruciales, con su énfasis en diversas formas de violencia y concepciones de paz ancladas a la justicia social. Estas perspectivas desafían el paradigma liberal dominante y amplían el alcance del campo. A pesar de limitaciones institucionales y barreras lingüísticas, los estudios de paz y conflictos en América Latina están cobrando impulso gracias a la creciente producción académica, programas especializados y una mayor colaboración regional. Instamos a un mayor reconocimiento de estas contribuciones en los debates globales.
Palabras clave: conflictos armados; conflictos sociopolíticos; estudios de paz y conflictos; Latinoamérica; paz; violencia; violencia cultural; violencia estructural
Abstract
Introduction: this article provides an overview of the development of peace and conflict studies as an academic field in the world in general and in Latin America in particular. Objective: it examines its growth and the contributions of scholars from the region. Methodology: it is based on an extensive review of the literature on peace and conflict in English, Spanish, and Portuguese, as well as our own experience as scholars in the field. Conclusions: while peace and conflict studies have traditionally been shaped by institutions and epistemologies from the Global North, we argue that Latin American contributions offer critical insights with their emphasis on various forms of violence and conceptions of peace anchored in social justice. These perspectives challenge the dominant liberal paradigm and broaden the scope of the field by addressing the complexity of violence and peacebuilding in the region. Despite institutional limitations and linguistic barriers that hinder wider dissemination, peace and conflict studies in Latin America is gaining momentum through growing academic production, dedicated programmes, and increased regional collaboration. We call for greater recognition of these contributions in global debates to foster more inclusive and plural peace and conflict studies.
Keywords: armed conflicts; cultural violence; Latin America; peace; peace and conflict studies; sociopolitical conflicts; violence; structural violence
Introducción
Los estudios de paz y conflictos constituyen un área de conocimiento cuya preocupación general es comprender las causas de la violencia y las formas de promover la paz. Incluye, entre otros, el estudio de conflictos armados, procesos de intervención internacional para promover la paz, situaciones de conflicto social con potencial de escalada, conceptos y cosmovisiones sobre la paz, procesos de resistencia noviolenta y formas de violencia indirecta, como la violencia estructural y la violencia cultural, entre otros fenómenos (Barash y Webel 2021; Ferreira, Kuhlmann y Maschietto 2019; Mouly 2022).
Aunque aquí utilizamos el término “estudios de paz y conflictos” (peace and conflict studies), en la literatura y en el ámbito institucional muchas veces se hace referencia a los estudios de paz (o para la paz), la investigación para la paz (peace research) o la resolución de conflictos, como áreas que comparten una preocupación central por la prevención de la violencia y su escalada, y los procesos de transformación pacífica de los conflictos. En resumen, a diferencia de otras disciplinas consolidadas bajo una sola etiqueta, los estudios de paz y conflictos reflejan de manera más clara las disputas que conforman su consolidación como campo. Un ejemplo evidente de esto es que, en muchos países de América Latina, no existen programas académicos que se ofrezcan bajo este título, y el área se presenta como una subárea de disciplinas más establecidas.
Hemos optado por referirnos aquí a los estudios de paz y conflictos, ya que lo consideramos como el término más amplio y enfocado en lo que entendemos como el objetivo principal que guía los análisis: la promoción de la paz en sus múltiples dimensiones, la cual no puede desligarse del entendimiento de los conflictos violentos o potencialmente violentos. En esta introducción del número temático 42 de la revista URVIO “Estudios de paz y conflictos”, presentamos un breve recorrido histórico de la evolución de este campo en el mundo y, en particular, en América Latina antes de introducir los trabajos que componen el presente dossier. Planteamos que, si bien los estudios de paz y conflictos han sido tradicionalmente moldeados por instituciones y epistemologías del Norte global, las contribuciones latinoamericanas ofrecen aportes cruciales, con su énfasis en diversas formas de violencia y concepciones de paz ancladas a la justicia social. Estas perspectivas han desafiado el paradigma liberal dominante y ampliado el alcance del campo al abordar la complejidad de la violencia y la construcción de paz en la región.
Orígenes y desarrollo de los estudios de paz y conflictos
La comprensión de las causas de la violencia y la búsqueda de la paz han estado presentes en la historia desde tiempos remotos. Las principales religiones y corrientes filosóficas del mundo ya abordan esta preocupación en sus escritos (Harris 2008; Ferreira 2019; Barash y Webel 2021). El Renacimiento constituyó un momento importante para consolidar una visión de paz basada más en aspectos humanistas y racionalistas, y no espirituales, abriendo espacio para pensar, inclusive, las relaciones entre diferentes sociedades y el papel de las instituciones del Estado (Renna 1980; Ferreira 2019). Pensadores iluministas como Hugo Grotius, John Locke, Jean-Jacques Rousseau y Abbé de Saint-Pierre abordaron la paz desde una óptica jurídica, y sugirieron medidas como una “gran alianza” entre las naciones europeas, así como crear un ejército y una asamblea europeos. Este debate estableció una tradición inicial en los conceptos occidentales de paz, que influyeron y siguen influyendo en gran parte el debate sobre la paz.
El estallido de la Primera Guerra Mundial llevó a una inflexión y orientó las reflexiones sobre la paz para prevenir una nueva tragedia de proporciones globales. El período que condujo a formar la Liga de las Naciones estuvo acompañado por el desarrollo de los estudios orientados al derecho internacional, con el objetivo de influir de manera más directa en el mantenimiento de la paz entre los Estados (Wallensteen 1988). Fue también en este período cuando surgieron los estudios internacionales como campo académico, con la primera cátedra de la disciplina instituida en el University College of Wales, en Aberystwyth, en 1919. La introducción de esta cátedra —y el posterior desarrollo de los estudios internacionales en las décadas siguientes— estuvo inspirado por los mismos sentimientos que fundamentaron el nacimiento de los estudios de paz y conflictos algunos años después: la preocupación por prevenir las guerras (Ramsbotham, Woodhouse y Miall 2016). En los primeros años de la Liga de las Naciones, había cierto grado de optimismo respecto a la posibilidad de evitar conflictos a gran escala, lo que se reflejó en la creación y fortalecimiento de varios institutos dedicados a los estudios de paz y conflictos, como la Academia Alemana de Paz, instituida en 1930 (Ramsbotham, Woodhouse y Miall 2016). El think tank estadounidense Carnegie Endowment for International Peace, fundado en 1910, también influyó, a través de sus actividades, en el fortalecimiento de la agenda de la paz en este período.
A partir de 1920, y especialmente entre 1930 y 1940, se observaron varias iniciativas dirigidas a compilar y comprender los patrones asociados a guerras y conflictos violentos. Trabajos pioneros de Pitirim Sorokin, Quincy Wright y Lewis Richardson impulsaron el análisis estadístico de guerras y conflictos violentos y la búsqueda de teorías que explicaran tales fenómenos (Maschietto 2019). En gran medida, estos estudios respondieron a los traumas de las guerras mundiales y tenían como objetivo comprender estos parámetros históricos para prevenir nuevos conflictos a gran escala (Wallensteen 2012). Al mismo tiempo, en su metodología reflejaban la influencia conductista, dominante en la ciencia en ese momento. La relevancia de estos proyectos de investigación basados en estadísticas residía principalmente en la refutación de la idea de que la violencia era la “norma” en el escenario internacional. Por el contrario, se detectaron correlaciones que demostraban que ciertas condiciones afectaban a la propensión a la guerra y la paz (Wallensteen 2012). Si se pudiera influenciar en estas condiciones, entonces podría reducirse la incidencia de guerras.
El fracaso de la Liga de Naciones y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, mostraron las limitaciones de estos esfuerzos, e introdujeron nuevas preocupaciones, sobre todo la amenaza de destrucción mutua debido al desarrollo de la bomba nuclear, lo que llevó a numerosos científicos a convertirse en activistas por la paz. El desarrollo del campo de los estudios de paz y conflictos comenzó propiamente en este contexto y se diferenció de los estudios internacionales: mientras que en los estudios internacionales predominaba la perspectiva de la disuasión nuclear basada en los supuestos realistas, en los estudios de paz y conflictos la preocupación era por las propias dinámicas de conflicto y cómo la visión de la disuasión podría dejar a los actores “atrapados” en estas dinámicas, y conducir a la escalada en lugar de resolver el conflicto. Lo opuesto a esta tendencia sería enfatizar dinámicas cooperativas y modelos de integración, donde las cuestiones económicas, sociales y culturales tendrían más peso, al tiempo que se desviaba el enfoque excesivo en el Estado (Wallensteen 1988).
Así, por un lado, los estudios internacionales comenzaron a estar dominados por la perspectiva realista, influenciada en gran medida por el reconocimiento del fracaso de la Liga de las Naciones para prevenir la Segunda Guerra Mundial y la lucha de poder que siguió entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Por otro lado, los estudios de paz y conflictos abrazaron una perspectiva transdisciplinaria, que incluyó investigadores de las ciencias naturales, médicos, psicólogos y activistas por la paz, además de académicos de las ciencias políticas y los estudios internacionales (Roberts 1991; Ramsbotham, Woodhouse y Miall 2016). En este sentido, una característica destacada de los estudios de paz y conflictos es su llamado normativo y su preocupación por fomentar cambios para generar un mundo más pacífico (Wiberg 2005; Jutila, Pehkonen y Väyrynen 2008; Maschietto, Nobre y Nogueira 2019; Barash y Webel 2021).
Wallensteen (1988) se refiere a este contraste considerando dos elementos clave en el desarrollo de los estudios de paz y conflictos. En primer lugar, se observa un frente crítico y reactivo a la perspectiva dominante de los estudios internacionales, influenciada por Maquiavelo y el realismo político, en particular ideas como la inevitabilidad y omnipresencia de la violencia; la instrumentalidad de la violencia para adquirir poder; el reconocimiento de que la violencia es la última fuente de poder; la idea de que los conflictos se resuelven mediante el poder y la violencia; la centralidad de los Estados y Gobiernos como principales actores, y la relativa independencia de los Estados entre sí.
En segundo lugar, además de este lado reactivo, los estudios de paz y conflictos también han abrazado un lado “utópico” en el sentido de que, además de la crítica de los eventos y análisis más tradicionales sobre guerra, violencia y paz, enfatizan la búsqueda de escenarios alternativos que puedan ayudar a construir paz. Según la visión de Wallensteen, esta influencia se basa más en la “esperanza” vinculada a un futuro mejor que en los “traumas” del pasado. Así, no se trata de una visión “utópica” en la connotación peyorativa que predomina en los estudios internacionales, donde el término hace referencia a algo “imposible” de concretar; sino “utópica”, en el sentido de que amplía el alcance de las alternativas posibles que podrían guiar las acciones públicas y de los tomadores de decisiones. Esta tensión entre los traumas y las utopías marca, en gran medida, el desarrollo de los estudios de paz y conflictos, y sustenta las disputas epistemológicas y los grandes temas de investigación que predominaron a lo largo del tiempo.
En términos institucionales, el contexto de la Guerra Fría y el auge de la amenaza nuclear en la década de 1960 marcaron el período en que los estudios de paz y conflictos florecieron como área de estudio, particularmente en los países democráticos occidentales de Europa y América del Norte. En los Estados Unidos, uno de los principales hitos institucionales fue el lanzamiento del Journal of Conflict Resolution en 1957 y del Center for Research on Conflict Resolution en la Universidad de Michigan en 1959, por los académicos Kenneth Boulding, Herbert Kelman y Anatol Rapoport (Oliveira 2017; Stephenson 2017). El trabajo de Boulding se centró en la prevención de la guerra, con una amplia crítica a los enfoques predominantes en los estudios internacionales y buscando una reforma de las organizaciones internacionales que incluyera el desarrollo de capacidades relacionadas con la información y la investigación (Ramsbotham, Woodhouse y Miall 2016). Cabe destacar que aún se mantenía una fuerte influencia del conductismo, dominante en los Estados Unidos, ya que estas herramientas metodológicas eran vistas como importantes para la validación científica del campo.
Sin embargo, fue en Europa donde los fundamentos de los estudios de paz y conflictos se desarrollaron de manera más sólida. En 1959, Johan Galtung fundó el International Peace Research Institute Oslo (PRIO) y en 1964 lanzó el Journal of Peace Research. A diferencia de sus colegas estadounidenses, en el editorial del primer número del Journal of Peace Research, Galtung propuso una metodología flexible para la investigación para la paz; defendía que la consistencia teórica debería ser priorizada respecto a la confirmación empírica y reforzaba la idea de que esta debería ser una ciencia normativa, aunque fundamentada en el rigor analítico. Al mismo tiempo, Galtung subrayaba la importancia de la consistencia teórica más que de la confirmación empírica (Oliveira 2017).
La influencia de Galtung en la consolidación de la disciplina es incuestionable y merece una discusión aparte. Cabe destacar, sin embargo, sus contribuciones teóricas, especialmente el desarrollo de conceptos clave como “violencia estructural” (Galtung 1969) y “violencia cultural” (Galtung 1990), elementos cruciales para comprender la paz positiva, es decir, la paz como algo más que la simple ausencia de violencia directa/guerra/conflictos armados, sino asociada a la justicia social y la reducción de la violencia cultural. Además, al igual que sus colegas en Michigan, Galtung fue un gran promotor de la transdisciplinariedad del campo (dada su propia formación en matemáticas y sociología).
Mientras estos dos centros se consolidaban como grandes referencias en los estudios de paz y conflictos, la década de 1960 también vio la expansión del área en otros países. En 1962 se fundó el Instituto Polemológico en Groningen, Países Bajos. En el Reino Unido, la Conflict Research Society inició sus actividades en 1963. En 1966 se inauguró el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI). En el mismo año, el Department of Peace and Conflict Research de la Universidad de Uppsala comenzó su trabajo. En 1969 se formó el Tampere Research Institute en Finlandia (Roberts 1991; Ramsbotham, Woodhouse y Miall 2016). Otro acontecimiento importante en la década de 1960 fue la fundación de la Asociación Internacional de Investigación para la Paz (IPRA, por sus siglas en inglés) en 1964, la cual sigue desempeñando un papel destacado en la promoción de los estudios de paz y conflictos como disciplina académica, especialmente a través de la organización de congresos. Con el tiempo, IPRA ha desarrollado ramas regionales, lo que ha contribuido a fortalecer el campo en el Sur global (como veremos más adelante en el caso de América Latina).
El contexto geográfico de la expansión de los estudios de paz y conflictos (Europa y Estados Unidos) en aquel momento es importante, ya que tuvo repercusiones posteriores en el desarrollo del campo, al afectar a las principales agendas de investigación. En gran medida, las discusiones iniciales reflejaban una perspectiva occidentalizada de la paz y los conflictos, así como las principales preocupaciones de las potencias occidentales. Mientras tanto, cuestiones como el desarrollo, las desigualdades globales y otros elementos estructurales que impedían la paz en el Sur global no recibían la misma atención (Moolakkattu, en prensa). Esto llevó a una primera crisis en los estudios de paz y conflictos, que atravesó múltiples dimensiones, pero que en esencia puso a los defensores de una agenda más radical y emancipadora en un lado, y a los defensores de las ciencias duras centradas en la tradicional resolución de problemas en el otro (Wiberg 2005; Jutila, Pehkonen y Väyrynen 2008). Esta disputa quedó patente entre 1968 y 1972, incluso en los editoriales de las dos grandes revistas del área, donde los defensores de una agenda más radical expresaron su desilusión con el campo por no promover cambios estructurales (Jutila, Pehkonen y Väyrynen 2008).
Esta crisis estuvo fuertemente influenciada por el contexto internacional, sobre todo la guerra de Vietnam y las numerosas protestas contra ella. Según Wallensteen (2012), entre los desafíos que se presentaron a los estudios de paz y conflictos estaban el propio cuestionamiento de algunos supuestos teóricos, incluso sobre los motivos que llevaban a los actores a involucrarse en una guerra, así como la naturaleza del sistema internacional, y el peso de los factores económicos y de la interdependencia. En este contexto, los defensores de una “nueva agenda” para los estudios de paz y conflictos proponían ampliar el análisis de la paz para incluir cuestiones relacionadas con la explotación, la dominación y el imperialismo, lo que abría espacio para preguntas importantes, como la validez de la soberanía en el escenario internacional, así como la compleja relación entre interdependencia y dependencia (Wiberg 2005; Wallensteen 2012).
Como resultado de esta crisis, se expandieron los temas discutidos en la disciplina, y se colocaron cuestiones de desarrollo y desigualdad social en el centro de la agenda, así se salió de la visión más empírica que había marcado los períodos precedentes. En este período se afianzó de forma más sólida la teoría de Galtung sobre violencia estructural, lo que dio un matiz más crítico a los estudios de paz y conflictos. Este matiz crítico también fue influenciado por el legado de los grandes movimientos noviolentos, especialmente la experiencia de Gandhi en la década de 1950, el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, así como otras expresiones de resistencia no violenta en Europa, como en Checoslovaquia y Polonia (Ramsbotham, Woodhouse y Miall 2016; Wallensteen 2012).
Mientras tanto, en la década de 1970 continuó la expansión institucional de los estudios de paz y conflictos. En Alemania Occidental, el área creció rápidamente, y los estudios de paz y conflictos fueron a menudo parte de la agenda de trabajo de profesores de departamentos de estudios internacionales, como en la Universidad de Tübingen. Además, se crearon centros de estudios que recibieron el apoyo directo del gobierno (Roberts 1991). En el Reino Unido, uno de los desarrollos más importantes fue la fundación del Departamento de Estudios de Paz, con Adam Curle como su primer jefe, en la Universidad de Bradford en 1973. El departamento fue creado con la ayuda de fondos provenientes del Quaker Peace Studies Trust, que aún hoy financia diversas actividades en esa institución. El crecimiento del área también alcanzó a Suiza, a la Unión Soviética, a los países de Europa del Este y a Australia, así como a Japón, donde se creó el Institute for Peace Science en la Universidad de Hiroshima en 1975 (Roberts 1991). En Estados Unidos, en 1970 se lanzó el Programa de Conflicto Noviolento y Cambio(PNCC) de la Universidad de Syracuse, tema que ganó aún más espacio a partir del trabajo de Gene Sharp en el Programa de Sanciones Noviolentas en el Centro de Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard (Moolakkattu en prensa; Stephenson 2017). Esta tendencia continuó en los años ochenta, especialmente en los Estados Unidos, donde en 1988-1989 cerca de 180 universidades ofrecían cursos de grado, mientras que otras 150 instituciones ofrecían algún curso en el área de estudios de paz y conflictos (Roberts 1991).
El fin de la Guerra Fría representó otro punto de inflexión en los estudios de paz y conflictos. Junto con lo que parecía ser el “fin de la historia” y el ascenso de la democracia liberal como modelo civilizacional, surgieron numerosos conflictos violentos de otra naturaleza, intraestatales, que incluso involucraron procesos de limpieza étnica. La multiplicación de las operaciones de paz y la expansión progresiva de sus mandatos también trajeron nuevos elementos que formarían parte de muchos de los nuevos debates en el campo. Los procesos de negociación/mediación, en oposición a la búsqueda constante de victorias militares, pasaron a ocupar un espacio central en el debate y en la conducción de la política internacional. Al mismo tiempo, el papel de las instituciones y la funcionalidad del Estado comenzaron a dominar investigaciones y reportes de numerosas agencias internacionales, con lo que se flexibilizó el concepto de soberanía, en especial en contextos de conflictos armados internos, en los que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó varias operaciones de mantenimiento de la paz. Vinculado a esto, también comenzó a dominar la agenda el concepto de construcción de paz (peacebuilding) y los desafíos asociados a implementarlo. El término ganó popularidad a partir del informe Un programa de paz, elaborado por el entonces secretario general de la ONU Boutros Boutros-Ghali en 1992, pero dio lugar a un debate que se extiende hasta hoy y abarca visiones críticas de naturaleza distinta (Maschietto y Cavalcante 2022; Hallward et al. en prensa).
Simultáneamente, empezó una nueva tendencia en los estudios de paz y conflictos: la de superar los enfoques macro que priorizan el papel de los actores internacionales y estatales en la transformación pacífica de los conflictos y la construcción de paz para analizar el papel de una multiplicidad de actores en varios niveles. Mientras que en los inicios del campo muchos conflictos armados eran interestatales y uno de los focos de estudio era el papel de los organismos internacionales en la transformación pacífica de estos conflictos, con el paso del tiempo, y a raíz de trabajos como el de John Paul Lederach (1997), los enfoques macro empezaron a complementarse con enfoques micro que resaltan la importancia de entender los conflictos y la violencia desde los niveles individual, grupal y local, dando lugar al llamado “giro local” (véanse, por ejemplo, Leonardsson y Rudd 2015; Mac Ginty y Richmond 2013; Paffenholz 2015; Randazzo 2016). Este giro local ha permitido paliar las deficiencias de los enfoques macro a la hora de explicar el origen y la evolución de los conflictos sociopolíticos y dar evidencia de la heterogeneidad dentro de las situaciones de conflicto y violencia (por ejemplo, cómo distintas localidades están afectadas por la violencia armada, por qué algunos civiles colaboran con los actores armados y otros no, etc.). Además, resalta el papel clave de los actores locales en la transformación pacífica de los conflictos y la construcción de paz.
Institucionalmente, el período de post Guerra Fría condujo a un crecimiento aún mayor de los estudios de paz y conflictos y a la proliferación de centros de estudios en el área; esto llevó a una cifra de aproximadamente 400 centros en el mundo que ofrecían programas y/o realizaban investigaciones en estudios de paz y conflictos a principios de los años 2000 (Wallensteen 2012, 27; véanse también Neu y Kriesberg 2019; Kriesberg 2001). Pero lo que parecía ser una fase optimista de posibilidades de cambios globales para promover la paz cambió con el desgaste y las críticas a las operaciones de paz, y, de manera más fundamental, con el ataque terrorista a las Torres Gemelas en los Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. El episodio, transmitido por televisión en todo el mundo, condujo a una inflexión en la política exterior estadounidense, lo cual impactó la agenda global para la promoción de la paz y las respuestas intelectuales a esta. La guerra contra el terrorismo llevó a una fuerte inversión en la agenda militar y a una serie de acciones basadas en la idea de “acción preventiva” para contener el terrorismo (Jabri 2007).
En lo que respecta a la promoción de la paz, las preocupaciones sobre los “Estados fallidos” dominaron la agenda y, en cierto grado, se sobrepusieron a las preocupaciones hasta entonces dominantes relacionadas con la búsqueda de mecanismos inclusivos de transformación pacífica de conflictos. Según Wallensteen (2012), esto resultó en una bifurcación en términos de agenda, donde, por un lado, creció el campo de analistas especialistas en “terrorismo y su contención”, como un tema en sí mismo, y, por otro, se mantuvo una agenda orientada al análisis más holístico de cómo abordar los conflictos violentos.
Más de 20 años después del 11 de septiembre de 2001, algunos de estos temas “antiguos” siguen siendo relevantes en la agenda de los estudios de paz y conflictos. Los conflictos armados intraestatales aún causan graves daños en lugares como la República Democrática del Congo, Malí, Myanmar, Siria y Sudán del Sur. Los antiguos conflictos prolongados han cobrado nuevas proporciones, sobre todo en Gaza, donde Israel lideró una invasión a gran escala tras un ataque terrorista perpetrado por Hamás en su territorio. Sorprendentemente, hemos observado una renovada preocupación por los conflictos interestatales, como la guerra entre Rusia y Ucrania, que comenzó tras la invasión rusa en 2019 y desencadenó un escenario de inestabilidad en Europa y una crisis masiva de refugiados. Muchos conflictos violentos no pueden entenderse sin los graves efectos del cambio climático, un factor cada vez más debatido en relación con la paz. Al mismo tiempo, subyace un nuevo tipo de agenda en el mundo que requiere una mayor integración con los estudios de paz y conflictos: el retroceso democrático y sus implicaciones para la paz y la violencia. De hecho, si por un lado la preocupación por la democracia fue parte integral de la agenda de la llamada “paz liberal” predominante durante la post Guerra Fría (por ejemplo, Call y Cook 2003; Paris 2004; Cavalcante 2019), los estudios más profundos y empíricos que discuten la relación entre democracia y paz/violencia siguen siendo reducidos (véase Zürcher et al. 2013) —con la notable excepción de las discusiones sobre la teoría de la paz democrática (Reiter 2017)—. Tal vez esto ocurra porque la democracia siempre se ha estudiado de manera muy activa en las ciencias políticas, desde perspectivas epistemológicas generalmente positivistas, lo que parece causar aún una cierta dificultad para integrar estas dos agendas de manera más profunda. Al mismo tiempo, es interesante notar que las rupturas democráticas y su relación con la violencia son temas familiares en América Latina, al igual que otros asociados con la violencia estructural, como las desigualdades sociales y económicas. En este sentido, es importante pensar cómo esta región puede contribuir mayormente a un campo del saber que se ha consolidado tradicionalmente en el Norte global.
Los estudios de paz y conflictos en América Latina
Los estudios de paz y conflictos han crecido de manera significativa en América Latina en los últimos años, aunque esta expansión no se compara con el Norte global. Mapear la evolución de este campo en la región es una tarea compleja, ya que muchos temas que tradicionalmente componen los estudios de paz y conflictos se tratan desde la óptica de otros campos disciplinares. Por ejemplo, existe una multitud de estudios de diferente naturaleza sobre violencia y criminalidad que se abordan desde la sociología, la antropología o la seguridad véanse Arias 2006; Imbusch, Misse y Carrión 2011). De manera similar, existe una fuerte tradición de estudios en el área del desarrollo que podrían entrelazarse con los estudios de paz y conflictos, pero que frecuentemente permanecen en el ámbito de la economía (por ejemplo, Escobar 1995).
Dicho esto, institucionalmente, un hito importante en América Latina fue la fundación del Consejo Latinoamericano de Investigación para la Paz (CLAIP) en 1977, como rama regional de IPRA, durante el primer congreso de la asociación en América Latina. Ursula Oswald-Spring (2022) indica que en ese período la situación geopolítica de la región era muy desfavorable, con golpes militares que forzaron a políticos y científicos a convertirse en refugiados políticos, mientras que los Estados Unidos apoyaban los golpes en nombre de la lucha contra la “amenaza comunista”. En Chile, la Escuela de Economía de Chicago implementó un modelo neoliberal drástico, con privatización de servicios públicos, que se expandió gradualmente por toda América Latina a través de la presión corporativa, el Fondo Monetario Internacional y los gobiernos occidentales, aumentando la pobreza y concentrando la riqueza (Oswald-Spring 2022). A nivel internacional, como se mencionó, también era un momento complejo, en el que la guerra de Vietnam causaba miles de víctimas, lo que generó protestas masivas en Estados Unidos. Al mismo tiempo, se observaba la proliferación de centros y cursos dedicados a los estudios de paz y conflictos en Europa y Estados Unidos.
Es importante señalar que los primeros participantes del CLAIP (150 en total) estaban en México en situación de refugio, huyendo de persecuciones, asesinatos y torturas en sus países de origen (Oswald-Spring 2022). Esto moldeó sus perspectivas, incluyendo sus críticas a lo que consideraban la pasividad de los investigadores del campo provenientes del Norte global que no cuestionaban las violaciones de derechos humanos cometidas por sus países en América Latina. Además, su visión también estaba marcada por un fuerte sesgo económico, derivado de los efectos negativos del neoliberalismo en la región, que contribuyó a que aumentaran las desigualdades socioeconómicas, un tema ampliamente discutido en ese momento por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Este contexto es importante porque muestra que, en gran medida, los problemas que afectaban a América Latina eran de naturaleza distinta a los que se presentaban en el Norte global (aunque influenciados por esas dinámicas). En este sentido, no solo los conflictos y problemas sociales en Latinoamérica estaban marcados por lo que se define como violencia estructural —más allá de la extensa violencia estatal—, sino que también la propia paz que se buscaba era de otra naturaleza, mucho más asociada a aspectos de justicia y redistribución que al simple “fin de la violencia armada” o a la preocupación por la amenaza nuclear.
El CLAIP desempeñó un papel importante al reunir a académicos de diferentes áreas para pensar de manera crítica los problemas latinoamericanos. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en Europa y Estados Unidos, esto no llevó tan rápidamente a crear programas académicos o centros de estudios dedicados a esta área. Por el contrario, como destaca Oswald-Spring (2022), entre 1982 y 2000 hubo un proceso de fragmentación en el campo de los estudios de paz y conflictos, ya que varios miembros del CLAIP regresaron a sus países tras la democratización y volvieron a sus áreas de especialización.
A pesar de esto, hubo algunos logros institucionales importantes para que aumentaran los estudios de paz y conflictos en la región; quizás uno de los más importantes fue la fundación de la Universidad para la Paz en Costa Rica en 1980, a partir de una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la cual ofrece programas de pregrado, maestría y doctorado en el campo, así como en subáreas como la educación para la paz. Poco después, en 1986, en la Universidad de Brasilia se creó el Núcleo de Estudios para la Paz y los Derechos Humanos (NEP), impulsado por profesores del área de derecho. Sin embargo, recién a partir de los años 2000 se observó un proceso más acelerado de expansión del área.
Por un lado, se destaca el esfuerzo creciente de muchos académicos por abordar los problemas de América Latina desde los estudios de paz y conflictos, como enfoque transdisciplinario, abrazar su llamado normativo, y dialogar con conceptos y literaturas ya consolidados en el campo en el Norte global. Por otro lado, se ha dado un fortalecimiento institucional, ya sea al establecer núcleos de estudios dedicados a esta área, crear programas, cátedras y cursos, expandir revistas dedicadas al campo o incluso publicar artículos sobre el tema en revistas asociadas a los estudios internacionales, los estudios políticos, la comunicación, la pedagogía (especialmente en el ámbito de la educación para la paz) u otras áreas de las ciencias sociales.
Hoy en día, existen programas de doctorado especializados en paz y conflictos en la Universidad para la Paz en Costa Rica, y conjuntamente entre la Pontificia Universidad Javeriana de Cali y la Universidad del Valle en Colombia. Asimismo, varias universidades de la región proporcionan maestrías en el campo, especialmente en Colombia, donde la Pontificia Universidad Javeriana ha sido pionera en la formación en estudios de paz y conflictos, y actualmente varias universidades (por ejemplo, la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad Surcolombiana o las de Pamplona, Antioquia o Caldas) ofrecen estos programas (Hernández Delgado 2024), y en Costa Rica (Universidad para la Paz). Asimismo, podemos mencionar las maestrías ofrecidas por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y la Universidad Central en Chile, por la Fundación Universitaria Iberoamericana (FUNIBER) y la Universidad de Buenos Aires (UBA), en Argentina, o por la Universidad Autónoma de Querétaro y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), en México. Además, existe un gran número de programas de posgrado más cortos, como diplomados, muchos de los cuales tienen un enfoque práctico. Sin embargo, aún son pocos los programas de pregrado en América Latina. Entre ellos se destaca la Licenciatura en Resolución de Conflictos y Mediación de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), en Argentina, con un recorrido de más de 20 años.
En Ecuador, si bien se han ofertado cursos específicos en los estudios de paz y conflictos a nivel de pregrado y posgrado desde hace bastante tiempo, el campo ha tenido una notable expansión desde los años 2010 y, sobre todo, 2020. En 2012 la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL) abrió la cátedra UNESCO de Cultura y Educación para la Paz. En 2015 FLACSO Ecuador lanzó el programa académico de verano “Conflict Transformation Across Borders” con la Universidad de Massachusetts Boston, que se lleva a cabo anualmente y cuenta ahora con la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio), la Universidad Nacional de Costa Rica y la Universidad CLAEH de Uruguay como socias adicionales. En 2024, la agencia de cooperación técnica alemana GIZ, con el apoyo de la Unión Europea, impulsó la creación de tres nuevos programas de posgrado en estudios de paz y conflictos en la Universidad Central del Ecuador, la Pontifica Universidad Católica del Ecuador (PUCE) y la Universidad Politécnica Salesiana, respectivamente (Córdova-Alarcón et al. 2023).
Como correlato de esta expansión del campo, han surgido distintos centros dedicados a estudiar el conflicto y la paz. En la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, por ejemplo, se estableció en 2008 el Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (IUDPAS), resultado del apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de la Agencia Sueca de Cooperación para el Desarrollo. En Colombia, en 2021, la Universidad del Valle, en Cali, inauguró el Instituto de Investigación e Intervención para la Paz, y la Universidad de La Salle, en Bogotá, su Laboratorio de Paz (Hernández Delgado 2024). Mientras tanto, en Chile, la Universidad Alberto Hurtado y la Universidad Católica de Temuco han desarrollado distintas actividades a través de su Programa de Mediación y Resolución de Conflictos y su Centro de Resolución Alternativa de Conflictos (CREA), respectivamente. En Ecuador, a nivel investigativo, un hito fue la conformación del grupo de investigación en paz y conflicto de FLACSO Ecuador en 2011. Bajo el impulso de este grupo, en 2017 FLACSO Ecuador, la PUCE y la ONG Centro de Mediación, Paz y Resolución de Conflictos (CEMPROC) establecieron el Instituto Regional para el Estudio y la Práctica de la Acción Noviolenta Estratégica en las Américas, el cual brinda programas de fortalecimiento de capacidades en acción no violenta en español y portugués a nivel regional, y busca fomentar el intercambio de aprendizajes en esta área a través de diversas actividades.
En Brasil, aunque no existen cursos de grado o departamentos específicamente dedicados a los estudios de paz y conflictos, se observa un crecimiento exponencial del interés en el área, reflejado en la proliferación de núcleos de estudio dedicados al tema, así como en la producción académica. En Río de Janeiro, por ejemplo, en 2004, el profesor Clóvis Brigagão (quien fue secretario general de IPRA entre 1987 y 1989) fundó el Grupo de Análisis de Prevención de Conflictos Internacionales (GAPCon), vinculado al Centro de Estudios de las Américas de la Universidad Candido Mendes, lo que abrió puertas para una importante producción en el área. Sin embargo, se dio un punto de inflexión después de 2010 en Brasil. En 2013 la PUC-Rio participó de la fundación del “Global South Unit for Mediation” (GSUM), una plataforma de investigación y enseñanza sobre transformación pacífica de conflictos y construcción de paz, y abrió la Maestría Profesional en Análisis y Gestión de Políticas Internacionales: Resolución de Conflictos y Cooperación para el Desarrollo (MAPI). En 2015 se inauguraron la primera Cátedra de Estudios para la Paz en la Universidad de la Integración Latinoamericana (UNILA) y el curso de posgrado Estudios de Paz y Transformación de Conflictos, organizado por el Instituto Paz & Mente en cooperación con la Cátedra UNESCO de Estudios para la Paz de la Universidad de Innsbruck. Al mismo tiempo, surgieron dos importantes núcleos de investigación en São Paulo (el Grupo de Estudios sobre Conflictos Internacionales, GECI, vinculado a la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, PUC-SP, y el Centro de Estudios en Conflicto y Paz, asociado al Núcleo de Investigación en Relaciones Internacionales de la Universidad de São Paulo). Además, se formó la Red de Investigación en Paz, Conflictos y Estudios Críticos de Seguridad (PCECS), que organizó en la Universidad de São Paulo (USP) el primer Encuentro Brasileño de Estudios para la Paz (EBEP) —un evento que hoy se ha consolidado con seis ediciones en diferentes universidades del país, con la próxima edición prevista para diciembre de 2025, en colaboración con la Sección de Estudios de Paz (PSS) de la Asociación de Estudios Internacionales (ISA)—.
Este dinamismo de los estudios de paz y conflictos también se refleja en la proliferación de publicaciones en la región. Aunque no sigue el ritmo de producción dominado por académicos del Norte global (en muchos casos con investigaciones de campo y estudios de caso sobre el Sur global) (Johnson et al. 2023), se observa un crecimiento conspicuo de autores del Sur global que publican en sus propias regiones y también en revistas del Norte global (que siguen siendo las más influyentes en el área).
Hay que destacar aquí un aspecto importante: la cuestión del idioma, que influye en estas dinámicas de diálogo, acceso e influencia en los grandes debates. Las principales revistas en el área de los estudios de paz y conflictos se publican en inglés, lo que por sí mismo restringe la participación de una amplia gama de investigadores del Sur global. Al mismo tiempo, dificulta la divulgación de hallazgos de investigación en el área a personas que no leen el inglés. En este contexto, resulta crucial expandir en América Latina publicaciones en español y portugués. En este sentido, ha habido un esfuerzo considerable de académicos en la región para cubrir esta brecha. En la tabla 1 podemos ver algunas revistas dedicadas a los estudios de paz y conflictos en la región, y el año de su primera publicación.
Tabla 1. Principales revistas académicas de estudios de paz y conflictos en América Latina
Revista |
Institución/país |
Primera edición |
Cultura de Paz |
Instituto Martin Luther King de la Universidad Politécnica de Nicaragua (UPOLI) |
1994 |
Ciudad Paz-Ando |
Universidad Distrital Francisco José de Caldas (Colombia) |
2008 |
Revista de Cultura de Paz |
Universidad Técnica Particular de Loja (Ecuador) |
2017 |
Eirene Estudios de Paz y Conflictos |
Universidad de Monterrey (México) |
2018 |
Revista Latinoamericana Estudios de la Paz y el Conflicto |
Universidad Nacional Autónoma de Honduras, auspiciada por el Consejo Latinoamericano de Investigación para la Paz (CLAIP) |
2019 |
Pactum. Revista de estudios transdisciplinarios del conflicto, cultura de la paz y MASC |
Universidad de Guadalajara (México) |
2021 |
Fuente: Mouly (2022) y Latindex directorio.
En Brasil aún no existe una revista dedicada a cuestiones de paz y conflictos, aunque el tema ha sido objeto de debate en el marco de la red PCECS. Sin embargo, han aumentado las publicaciones sobre el tema, sobre todo en revistas de estudios internacionales, así como los números temáticos de revistas, especialmente a partir de finales de los años 2000.
El gráfico 1 muestra esta tendencia a partir del conteo de artículos que abordan temas relacionados con la paz en la base de datos SciELO y, a partir de 2018, en revistas influyentes de estudios internacionales en Brasil que no forman parte de esta base.
Gráfico 1. Número de artículos sobre temas de paz y conflicto en SciELO y revistas influyentes de estudios internacionales en Brasil (1995-2022)
Fuente: elaboración de Roberta H. Maschietto a partir de datos de la base de datos SciELO y consulta a las revistas Conjuntura Global, Conjuntura Internacional, Conjuntura Austral, Brazilian Journal of International Relations, Meridiano 47 y Mural Internacional
En cuanto a los temas tratados en la región, faltan estudios sistemáticos de mapeo de la literatura y sus enfoques. Sin embargo, a pesar de las diferencias que caracterizan a los países de América Latina, podemos identificar algunos temas recurrentes. El caso de Colombia, por ejemplo, es uno de los más explorados en las revistas, lo cual no sorprende, dado que representa uno de los conflictos armados de mayor duración en la región, además de sus distintos procesos de paz desde los años ochenta. Muchos académicos colombianos, en particular, han sido parte del “giro local” en los estudios de paz y conflictos y han publicado estudios sobre dinámicas territoriales del conflicto armado interno o iniciativas locales de paz. Otro tema destacado es la educación para la paz y la promoción de la cultura de paz, que asume diversas expresiones, desde estudios de caso hasta discusiones teóricas (véanse Cruz 2018; Jaime-Salas et al. 2020). También se observan muchas discusiones relativas al concepto de paz, incluyendo perspectivas vinculadas a la filosofía occidental, hasta perspectivas críticas y decoloniales. En el caso brasileño, un tema muy debatido son las operaciones de paz, con especial atención al caso de Haití, donde Brasil tuvo una participación importante (por ejemplo, Gomes 2016; Cortinhas y Godoy 2024).
De forma interesante, varios académicos latinoamericanos han extendido la aplicación de los estudios de paz y conflictos a diversas situaciones que difieren de los conflictos armados que han sido tradicionalmente el foco del campo. En efecto, América Latina es una de las regiones más violentas del mundo, pero varias de sus situaciones de violencia armada rebasan el ámbito de los clásicos conflictos armados interestatales o intraestatales. Así, los académicos brasileños, por ejemplo, han sido pioneros en aplicar los estudios de paz y conflictos a situaciones de violencia urbana y/o criminal (véanse Ferreira 2020; Ferreira y Richmond 2021; Ferreira 2017; Maia 2014, 2017). Si bien los académicos brasileños no han sido los únicos en enfocarse en estas situaciones de violencia, han hecho aportes notables, por ejemplo, al estudio de las negociaciones con grupos criminales, como una forma de poner fin a la violencia criminal. Asimismo, algunos académicos brasileños han estudiado iniciativas de la sociedad civil que han buscado construir paz en contextos de violencia criminal, como en Río de Janeiro (véase Buer 2024). Esta aplicación de los estudios de paz y conflictos a situaciones de violencia criminal está empezando a tener acogida en otros países de América Latina que han enfrentado situaciones de conflicto que no caben dentro de las clásicas definiciones de “conflicto armado”, aunque comparten ciertas de sus características, como la de México (por ejemplo, Vázquez 2024).
Cabe destacar que la producción de libros en castellano y portugués en el área de los estudios de paz y conflictos también ha crecido en los últimos años. Si bien los primeros libros del campo en castellano se publicaron principalmente en España (por ejemplo, Rubio 1993; López 2004; Fisas 1987, 1998, 2017; Grasa 2010), más recientemente salieron varias obras relevantes desde América Latina (entre estas, Pérez Viramontes 2018; Zalles 2020; Jaime-Salas et al. 2020; Mouly 2022; Hernández Delgado 2024). Además, se han escrito muchos libros en español sobre temas o casos específicos desde la región (véanse Hernández Delgado 2012, 2019; Barreto Henriques 2016; Ramírez-Orozco 2016; Jaramillo Marín, Castro Herrera y Ortiz Gallego 2018; Mouly y Hernández Delgado 2020; Garrido 2022).
En Brasil, igualmente, podemos trazar dos tendencias generales en la publicación de libros relevantes. Por un lado, se encuentran los que tratan de estudios de caso específicos relacionados con cuestiones de paz. Una rápida búsqueda en línea, incluso en Amazon, muestra muchas obras recientes en el área de educación y cultura para la paz (inclusive en diálogo con cuestiones de género), justicia restaurativa, además de muchos libros sobre operaciones de paz publicados en Brasil en los últimos 10 años. Por otro lado, existen esfuerzos para crear un cuerpo literario de carácter más general que agrupe conceptos y temas clave de los estudios de paz y conflictos. En 2006 y 2008 el equipo de GAPCon publicó dos libros, fruto de las actividades del grupo en materia de análisis y prevención de conflictos: Diplomacia Cidadã (Brigagão y Mello 2006) y Paz e Diálogo entre Civilizações (Brigagão y Galvão 2008). Estas colecciones se centraron sobre todo en la prevención de conflictos armados y abordaron el papel de los actores multilaterales en el escenario internacional. En 2010, se publicó el libro Estudos para a Paz, fruto de un curso de especialización impartido en la Universidad Federal de Sergipe, en colaboración con la Universidad Jaume I, sobre estudios para la paz y el desarrollo (Jalali 2010). El volumen recopiló trabajos de los estudiantes del curso, con temas que abarcaban desde la filosofía de la paz hasta la religión y la espiritualidad, los derechos humanos y la educación para la paz. Posteriormente, de manera especial a partir de 2019, surgieron nuevos esfuerzos para sistematizar el debate sobre los estudios de paz y conflictos en Brasil, con los libros Estudos para a Paz: Conceitos e Debates (Ferreira, Kuhlmann y Maschietto 2019), Estudos para a Paz: Perspectivas Brasileiras (Maschietto y Ferreira 2024), además de varias antologías del Núcleo de Educación para la Paz de la Universidad Estatal de Ponta Grossa, coordinado por el profesor Nei Alberto Salles Filho, como Cultura de Paz e Educação para a Paz: olhares a partir da complexidade (Salles Filho 2019) y Estudos sobre a Paz: olhares interdisciplinares (Salles Filho, Mendes y Salles 2022). Al igual que en el caso de los artículos académicos, se necesitaría un mapeo más riguroso de estas publicaciones, sus temas, enfoques e incluso su alcance.
Mapear lo que se ha publicado en América Latina es una tarea importante para pensar el camino de los estudios de paz y conflictos en la región, incluso para identificar elementos como (1) ¿cuáles son las contribuciones latinoamericanas que se han llevado al debate global y en qué medida han influido en este debate?; (2) ¿qué tipos de epistemologías se han privilegiado?, y (3) ¿qué debería estar siendo investigado, pero aún no se ha hecho? Esta última pregunta parece particularmente importante dado el papel normativo y transformador atribuido a los estudios de paz y conflictos.
Presentación del número temático
Este número temático constituye un esfuerzo por promover el campo de los estudios de paz y conflictos en América Latina, especialmente en castellano. Los artículos de este número son una pequeña muestra de la diversidad de temas que abarca el campo, así como de su enfoque transdisciplinario y su estrecha relación con la práctica. El dossier empieza con el artículo de Sebastián-Camilo Reyes-Guzmán y Andrea-Carolina Velasco-Muñoz, quienes, desde un enfoque decolonial, critican los modelos de paz dominantes impulsados por la llamada “comunidad internacional” desde el fin de la Guerra Fría en países del Sur Global, marginando los esfuerzos locales de construcción de paz. Sigue el trabajo de Helena Cardona-Garriga, quien, también desde una mirada decolonial, recalca la importancia de tomar en cuenta las prácticas tradicionales desarrolladas desde las comunidades en África para “desoccidentalizar” las estrategias de prevención de la violencia. En el tercer artículo, Joel-Ángel Bravo-Anduaga y Luis Mauricio Rodríguez-Salazar analizan dos antiguas operaciones de mantenimiento de la paz, en Timor-Leste y Haití, y cuestionan la capacidad de las nuevas operaciones de paz desplegadas como misiones políticas especiales para construir paz debido a su mandato limitado que solo permite abordar los conflictos sociopolíticos de forma superficial. Finalmente, en el cuarto artículo, con base en entrevistas a excombatientes que se han reintegrado a la vida civil en la ciudad, Olmo Jesús Sierra Moreno y Aurora Moreno Torres plantean la necesidad de revisar las políticas del Estado colombiano en esta materia, tomando en cuenta las experiencias de las y los excombatientes en lo cotidiano en el ámbito urbano. Esperamos que este sea tan solo uno de los varios números temáticos que traten de la paz y los conflictos en castellano, y que cada vez más contribuciones desde América Latina se sumen y aporten a los debates sobre estos temas para ampliar los horizontes de los estudios de paz y conflictos.
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