URVIO. Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad N.° 42, mayo-agosto 2025 E-ISSN 1390-4299 ISSN 1390-3691
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doi.org/10.17141/urvio.42.2025.6451
Conocimiento indígena africano para prevenir la violencia: una propuesta analítica
African Indigenous Knowledge to Prevent Violence: An Analytical Proposal
Recibido: 2 de enero de 2025
Aceptado: 30 de mayo de 2025
Publicado: 31 de mayo de 2025
(*) Instituto Universitario Gutiérrez Mellado – UNED, España, helena.cardona@igm.uned.es, orcid.org/0009-0004-0158-413X
Resumen
Introducción: el conocimiento indígena engloba la sabiduría ancestral que moldea las costumbres, creencias y dinámicas de la sociedad actual. De la misma manera que se han integrado las prácticas tradicionales para resolver conflictos, esta misma sabiduría también debería ser incluida para prevenir la violencia. Objetivo: este artículo ofrece una aproximación teórica sobre cómo el conocimiento indígena africano puede integrarse en los mecanismos de prevención de conflictos violentos. Metodología: a través de una investigación histórico-analítica, se utiliza un enfoque decolonial para enmarcar esta revisión de la literatura académica sobre la prevención de conflictos y el conocimiento indígena. Conclusiones: integrar esta sabiduría y prácticas locales hará que las estrategias de prevención sean más apropiadas, efectivas y sostenibles desde el punto de vista cultural. Dar visibilidad a las estrategias indígenas enriquecerá las políticas internacionales de paz y seguridad al ofrecer más herramientas. En definitiva, el conocimiento indígena brinda una oportunidad para “desoccidentalizar” las estrategias de paz y seguridad.
Palabras clave: conocimiento indígena; estudios africanos; estudios de género; estudios de paz y seguridad; prevención de la violencia
Abstract
Introduction: indigenous knowledge encompasses ancestral wisdom that shapes the customs, beliefs, and dynamics of today's society. Just as traditional practices have been integrated into conflict resolution, this same wisdom should also be included in violence prevention. Objective: this article offers a theoretical approach on how African indigenous knowledge can be integrated into mechanisms for preventing violent conflict. Methodology: through historical-analytical research, a decolonial approach is used to frame this review of the academic literature on conflict prevention and Indigenous knowledge. Conclusions: integrating this local wisdom and practices will make prevention strategies more culturally appropriate, effective, and sustainable. Giving visibility to Indigenous strategies will enrich international peace and security policies by offering more tools. Ultimately, Indigenous knowledge provides an opportunity to de-Westernize peace and security strategies.
Keywords: African studies; gender studies; indigenous knowledge; peace and security studies; violence prevention
Introducción
En este artículo se presenta el conocimiento indígena de las comunidades africanas como un aspecto fundamental a la hora de diseñar estrategias de prevención de la violencia en países africanos. El conocimiento indígena engloba tradiciones y saberes que permiten entender las amenazas y construir medidas preventivas actuales contra la violencia. En consecuencia, este artículo es una propuesta analítica para presentar cómo dos cuerpos teóricos —el de la prevención de la violencia y el conocimiento indígena— pueden dialogar entre ellos.
El análisis de conflictos africanos empezó a estudiarse en las universidades americanas y europeas a principios de la Guerra Fría, bajo las disciplinas de política comparada y relaciones internacionales (Engel 2005, 215). El contexto de esa época —una era marcada por dos bloques ideológicos y económicos antagónicos— impregnaba cualquier análisis y dejaba de lado los enfoques africanistas o anticoloniales. Se analizaba a los conflictos bajo una perspectiva estatocéntrica que coincidía con el nacimiento de los movimientos por las independencias que dieron paso a los nuevos Estados africanos. En la década de los ochenta, cuando los imperios europeos fueron desmantelados, el mundo académico empezó a analizar la diversidad de conflictos africanos: golpes de estado, violencia precolonial, las guerras por la liberación nacional y la violencia relacionada con el Apartheid. Pero no fue hasta el final de Guerra Fría, a principios de los noventa, que se puso el énfasis sobre la prevención de conflictos, coincidiendo con la violencia en Sierra Leona y Somalia (Engel 2005), y el discurso del secretario general de las Naciones Unidas Boutros-Ghali An agenda for peace (Boutros-Ghali 1992).
No obstante, la mayoría de los esfuerzos académicos e institucionales se han concentrado en la resolución de conflictos, la construcción y el mantenimiento de la paz. Engel afirma que, al centrarse en cuestiones de causalidad en lugar de la dinámica y la agencia, el mundo académico ha priorizado el análisis sobre la resolución y reconstrucción posterior al conflicto. Sin embargo, para poder generar información y avanzar en el conocimiento sobre prevención de la violencia, es necesario plantear diferentes tipos de preguntas y conceptualizar un método diferente (Engel 2005).
A su vez, Ramsbotham, Woodhouse y Miall (2016, 163) señalan:
Sería exagerado decir que la prevención de conflictos ha pasado a ocupar un lugar central en las políticas de las instituciones internacionales y de los grandes Estados. Si bien las organizaciones internacionales y algunos grandes Estados cuentan ahora con organismos con funciones de prevención de conflictos, en la práctica la atención de los responsables políticos se centra en la gestión de crisis a corto plazo.
El mapa de conflictos actuales en África es diverso y complejo. Las tensiones violentas surgen a raíz de causas dispares, algunas muy antiguas y otras nuevas. Las prácticas precoloniales de prevención y resolución de conflictos violentos no siempre pueden hacer frente a los desafíos actuales. Los conflictos interétnicos, la corrupción endémica, el poder de los señores de la guerra y las tensiones por controlar unos recursos cada vez más escasos dibujan un escenario por el que los métodos tradicionales de transformación pacífica de conflictos no pueden competir (Zartman 2017). Sin embargo, estos métodos, protocolos y experiencias pasadas sí que enriquecen las metodologías actuales. Además, estos métodos autóctonos dan voz y control a los actores locales, y los hacen dueños de sus propias soluciones.
Es importante recalcar que, en este artículo, se habla de la prevención de la violencia, no de la prevención del conflicto. El conflicto es natural y forma parte de las interacciones humanas. Es más, es un fenómeno esencial para el cambio social (Mouly 2022, 14) y, por lo tanto, es inevitable. La violencia, sin embargo, sí puede evitarse. Para ello, es necesario previamente reconocer las posibles amenazas, con el objetivo de preparar una respuesta adecuada y prevenir, o, al menos, mitigar la violencia. En consecuencia, la prevención de le violencia forma parte de la transformación del conflicto. Es decir, es una estrategia para reducir las manifestaciones violentas de una situación conflictiva y remplazarlas por otras vías pacíficas e institucionales.
Este artículo está estructurado en tres partes. Después del apartado de metodología, la primera parte describe brevemente el tipo de conflictos africanos, y conceptualiza la noción de conocimiento indígena y, de manera más específica, el conocimiento indígena africano. La segunda parte aborda el concepto de prevención de la violencia y las contribuciones teóricas del giro local. En la tercera parte, se presentan tres aspectos fundamentales del conocimiento indígena africano para integrar en las estrategias de prevención de la violencia. Por último, el artículo expone las conclusiones.
Metodología
Este trabajo pretende responder la siguiente pregunta de investigación: ¿Cómo puede el conocimiento indígena contribuir a los estudios sobre la prevención de la violencia? Para ello, se ha revisado la literatura con el fin de esclarecer los vacíos en la prevención de la violencia y conocer qué aspectos del conocimiento indígena africano son fundamentales para diseñar medidas de prevención.
El método de investigación es cualitativo. En este contexto, una de las mejores definiciones que describe el enfoque cualitativo y que ejemplifica este artículo es la siguiente: “La finalidad de esta metodología es comprender cómo las personas experimentan, interpretan y reconstruyen los significados intersubjetivos de su cultura” (Del Rincón et al. 1995, 30, citado en García Sanz y García Messeguer 2012). La esencia de cualquier sociedad, sea africana o no, está moldeada por su historia y su cultura. Sin entender estas dos características, el investigador perdería información clave para diseñar su estudio.
A partir de la revisión de la literatura se destacan dos vacíos. El primero señala la conexión entre tradición y prevención: mientras los esfuerzos académicos e institucionales se han interesado por la resolución y gestión tradicional de los conflictos violentos, hay pocos estudios sobre cómo el conocimiento indígena puede ayudar a prevenirlos. El segundo subraya cómo el debate sobre el giro local (local turn) genera una dicotomía entre lo local y lo internacional, priorizando los actores locales como los más legítimos para diseñar sus propias estrategias de paz y seguridad. Sin embargo, no se aborda el contenido de esas estrategias ni si están en consonancia con las costumbres y creencias de cada comunidad. En este sentido, este artículo es interdisciplinario y se basa en la literatura de estudios africanos, estudios de género, estudios históricos y estudios de paz y seguridad.
El origen de los conflictos violentos en el continente africano: diversidad y complejidad
Como se ha señalado anteriormente, el conflicto, y en especial el conflicto sociopolítico, es natural en la sociedad. A partir de aquí, como argumenta Cécile Mouly, el conflicto puede derivar en tres vías: la institucional, la no violenta y la armada (Mouly 2022). La literatura muestra que el origen del conflicto violento va más allá de la dicotomía entre la codicia y los agravios (Collier y Hoeffler 2000; Ballentine 2003; Mouly 2022), y que el conflicto violento se transforma, se estanca y se reactiva debido a numerosos factores ligados al contexto de cada sociedad.
Bajo esta perspectiva, la violencia en África también tiene su casuística específica. Por ejemplo, el origen del conflicto está vinculado a factores tan diversos como la etnia; el precio de la dote; el control por los recursos minerales y energéticos; el acceso al agua y a la tierra; el robo de ganado; el sentimiento de marginación de ciertos colectivos, o las tensiones electorales.
Pamela Aall (2016, 6-7) categoriza tres grandes causas que provocan la violencia en África: las luchas por el poder, la debilidad de las instituciones para controlar determinados territorios del Estado y las tensiones identitarias. Aunque las fronteras entre las tres categorías son borrosas, es una clasificación suficientemente amplia para entender los orígenes de los conflictos históricos y actuales. Por ejemplo, en el primer caso, las luchas por el poder estallan a menudo durante los periodos electorales, como en Kenia en 2008 o en Costa de Marfil en 2011. Un segundo ejemplo sería la pérdida de control institucional sobre determinados territorios que da pie a la aparición de señores de la guerra y contrabandistas, como en el este de la República Democrática del Congo, o movimientos islamistas como en el norte de Mali, Somalia y el nordeste de Nigeria. En algunos casos, es difícil definir dónde acaba el control de uno y empieza el control del otro. Finalmente, las tensiones identitarias, como las de Ruanda en su momento, siguen causando violencia masiva en países como Sudán.
Definiendo la noción de conocimiento indígena
El conocimiento indígena: reinterpretar la colonización y sus efectos
Hoy en día, la noción de conocimiento indígena se aplica a diferentes usos. Para este artículo, se utilizará la definición de Francis Adyanga Akena (2012, 601):
Una acumulación compleja de conocimiento relevante para el contexto local que abarca la esencia del conocimiento ancestral, así como los legados de diversas historias y culturas. […] Para las comunidades indígenas, el conocimiento indígena es una herramienta viable para recuperar sus formas de conocimiento relevantes para el contexto, que han sido deliberadamente suprimidas por el conocimiento occidental y a menudo tildadas de inferiores, supersticiosas y retrógradas.
En otras palabras, la perspectiva indígena permite ver con otras lentes unos fenómenos científicos y sociales que durante décadas habían sido ignorados desde la perspectiva occidental.
En el campo de la investigación académica, el paradigma indígena ofrece sus propios enfoques, ontología y etimología específicos, y se niega a ser comparado con los enfoques positivistas y constructivistas. Además, adopta una ética fundamental en la que la investigación es un puente transformador que beneficia a los pueblos indígenas, evitando así su cosificación y deshumanización (Chilisa et al. 2017; Maihāroa, Ligaliga y Devere 2022; Smith 1999; Wilson 2001). De norte a sur y de este a oeste del planeta, surgen diferentes contribuciones con métodos y epistemologías diferentes que conforman este nuevo paradigma.
La particularidad, pues, es que no existe un consenso o unas bases compartidas (Denscombe 2024), ya que las fuentes de conocimiento tienen origen diverso: desde los nativos norteamericanos, las naciones aborígenes y maoríes en Australia y Nueva Zelanda, las comunidades africanas o los pueblos precolombinos de Sudamérica. Sin embargo, sí existe un denominador común que aglutina los académicos de este campo: la conclusión de que la colonización impregnó de cultura eurocéntrica todos los ámbitos de la sociedad colonizada y que el patrón eurocéntrico sigue reproduciéndose en la actualidad a la hora de abordar cuestiones económicas, académicas, políticas, científicas y sociales (Maldonado-Torres 2007; Ndlovu-Gatsheni 2015; Smith 1999). En este sentido, el libro de Kelli Te Maihāroa, Michael Ligaliga y Heather Devere, Decolonising Peace and Conflict Studies through Indigenous Research (2022), es un buen ejemplo de cómo poner en común las experiencias de pueblos provenientes de Nigeria, Oceanía, Palestina y el Caribe con el fin de identificar “lecciones aprendidas para promover la descolonización de los estudios sobre la paz y los conflictos e indigenizar este campo académico” (13).
Inevitablemente, los postulados indígenas van de la mano de los estudios decoloniales. En palabras de Linda Tuhiwai Smith (1999, 19),
El imperialismo enmarca la experiencia indígena. Es parte de nuestra historia, nuestra versión de la modernidad. Escribir sobre nuestras experiencias bajo el imperialismo y su expresión más específica, el colonialismo, se ha convertido en un proyecto significativo del mundo indígena.
Los estudios decoloniales vehiculan toda una serie de movimientos teóricos que cuestionan la relación asimétrica entre el Norte global y el Sur global. Son, por tanto, el legado de aquellos primeros estudios surgidos durante el periodo colonial que criticaban la colonización (Ndlovu-Gatsheni 2015), y que se consolidan con fuerza durante el siglo XX. Desde Frantz Fanon al Orientalismo de Edward Saïd, las perspectivas antiimperialistas recorren todo el planeta poniendo los cimientos para los futuros estudios que culminarán en torno al concepto de la “colonialidad”.
Acuñado por Aníbal Quijano, el concepto de “colonialidad” engloba un conjunto de patrones, valores y costumbres tan anclados en la identidad colectiva que siguen perpetuando unas desigualdades económicas, sociales y étnicas. Los autores de esta escuela teórica argumentan que, aunque formalmente la colonización ha terminado, las relaciones internacionales siguen dominadas por el pensamiento eurocéntrico, así como el poder político y económico de las capitales del norte global (Grosfoguel 2022; Maldonado-Torres 2007; Sabaratnam 2017).
En el terreno de los estudios de paz, esto se traduce en una crítica a la injerencia extranjera a la hora de prevenir y resolver el conflicto que a menudo no se adecua con el contexto local (Sabaratnam 2017; Maihāroa, Ligaliga y Devere 2022). De esta manera, la contribución de la perspectiva decolonial e indígena explica los efectos —en muchos casos nocivos— que tienen las iniciativas globalizantes en las regiones históricamente marginadas y aisladas. En consecuencia, a la hora de prevenir la violencia y construir la paz, el conocimiento indígena funciona como base cohesionadora o “recurso cultural”, en palabras de Jean Paul Lederach (1998, 124). Dado que los conflictos armados suelen tener una localización cultural, es necesario que los mecanismos implementados para gestionarlos sean respetuosos con la cultura local (Lederach 1998; Walker 2004; Avruch 1998, citado en Mac Ginty 2008).
Mac Ginty establece una diferencia fundamental entre el concepto “indígena” y el concepto “tradicional”, que, aunque van ligados, no significan lo mismo. Una práctica o norma que se prolonga en el tiempo es una tradición. En cambio, una práctica o norma inspirada por una comunidad específica es una práctica indígena, es decir un mecanismo o solución nacidos de un contexto local concreto. En este sentido, una práctica basada en el conocimiento indígena tiene en cuenta las prioridades de la comunidad donde se implementa y si se genera a partir de la cultura de esa comunidad. Las comunidades indígenas o autóctonas no solo utilizan prácticas tradicionales heredadas para resolver conflictos, sino que elaboran nuevas iniciativas de resolución de conflicto con el fin de adaptar estos mecanismos al entorno actual (Mac Ginty, 2008).
Conocimiento indígena africano para la paz y la seguridad
La colonización, así como la llegada del cristianismo y el islam, provocaron un fuerte choque con las tradiciones y prácticas ancestrales africanas. En aras de la modernidad y de la pureza religiosa, esas prácticas autóctonas quedaron marginadas, prohibidas y ridiculizadas (Akena 2012). Sin embargo, quedó en el sustrato colectivo toda una serie de patrones culturales que hoy aún forjan la esencia de las sociedades africanas.
Durante décadas, el papel de África en la economía y política mundial quedó largamente silenciado, como si los africanos y sus materiales no hubieran sido la pieza clave sobre la cual reposaron la revolución industrial y el bienestar europeo. En su manual African indigenous knowledges in a postcolonial World (Yacob-Haliso, Nwogwugwu y Ntiwunka 2023), los autores enfatizan que utilizar el conocimiento indígena africano sirve también para reivindicar las experiencias, lecciones y resiliencia africanas causados por la violencia de la colonización.
Aunque el continente africano es diverso y extremadamente variado, en este artículo, se han delimitado cuatro pilares determinantes y comunes que definen el conocimiento indígena africano, especialmente aplicado a la prevención del conflicto violento.
Prevenir la violencia: hacia una descolonización de los mecanismos de prevención
Hacia una aclaración de la noción de prevención
En términos generales, el término “prevención” se relaciona con cualquier acto de anticipación y preparación a un escenario que se sale de lo cotidiano con el objetivo de evitar posibles efectos negativos.
En el terreno de los estudios de paz y seguridad, la literatura académica no ha consensuado una definición clara con un marco teórico que permita operacionalizar el concepto (Aggestam 2010; Payne 2020). Laura Payne argumenta que el concepto de “prevención” se utiliza a menudo indistintamente junto al de “consolidación de la paz” y “resolución de conflictos”. Esta imprecisión tiende a dar cabida a iniciativas llamadas de “prevención” pero, paradójicamente, el elemento preventivo no está bien desarrollado (Payne 2020).
En consecuencia, esto contribuye a una confusión en las estrategias de prevención. Karin Aggestam advierte que en la literatura académica parece haber poca conciencia teórica y metodológica sobre las implicaciones de mezclar unas estrategias con otras. Además, continua Aggestam, el mundo académico hace mucho hincapié en cómo prevenir (estrategias) en lugar de profundizar en lo que se debe prevenir (conocimiento del conflicto). Para ello, hay que poner el énfasis en el diagnóstico de la situación, con lo cual cualquier estrategia de prevención debe ser adecuada al contexto local (Aggestam 2010).
La literatura académica distingue dos tipos de estrategias de prevención: la directa y la estructural. La primera engloba medidas a corto plazo en las que un tercer actor interviene para mitigar los efectos de una escalada de tensión (Wallensteen y Möller 2003). El objetivo, pues, es reducir la violencia lo antes posible (Ramsbotham, Woodhouse y Miall 2016). La segunda tiene como objetivo abordar las raíces estructurales subyacentes de una situación de conflicto y, por tanto, son medidas a largo plazo (Mouly 2022, 38). Los dos tipos de estrategias tendrán diferentes marcos temporales, puesto que varían en duración y ámbitos de actuación.
En ambos casos, la prevención cobra sentido cuando se ha detectado el peligro a corto, medio o largo plazo, y se han preparado unas estrategias para que la escalada de tensión no acabe en violencia. A diferencia de los mecanismos de construcción de paz dirigidos sobre todo a reparar el daño causado —o, en palabras de Galtung, reconstruir, reconciliar y resolver (1998)—, la prevención requiere anticipar e intuir qué gota colmará el vaso de la violencia. A título de ejemplo, las medidas de prevención más comunes enumeradas de corto a largo plazo son los sistemas de alerta temprana, las asambleas ciudadanas, la diplomacia preventiva, la legislación penal y financiera, y, por último, políticas de cohesión social. Para Talantino, el éxito de estas estrategias ocurre cuando previenen o ponen fin al conflicto en el corto plazo y emprenden esfuerzos para alterar las causas subyacentes de la violencia (Talantino 2003, citado en Wallensteen y Möller 2003).
Sobre el giro local y la localidad de los actores
A partir de los años noventa, surgió un renovado interés por las prácticas tradicionales y los mecanismos de paz indígenas (Mac Ginty 2008) como alternativa a los programas internacionales de construcción de paz. Este cambio de perspectiva se enmarca en un contexto de reconfiguración geopolítica mundial tras la caída de la Unión Soviética, cuando el bloque liberal occidental afianzó su idea de que su modelo podía ser exportado en otras regiones del mundo para garantizar la seguridad. Esta dinámica impregnó de cultura liberal —eurocéntrica y occidentalista— a las instituciones internacionales (Ejdus 2021). Sin embargo, su ineficacia ante conflictos como el genocidio de Ruanda o la guerra en los Balcanes evidenció las limitaciones de las instituciones internacionales, sobre todo de Naciones Unidas, y motivó la aparición de un “giro local” en las estrategias de paz (Leonardsson y Rudd 2015).
Este “giro local” ha ido evolucionando en tres oleadas teóricas (Paffenholz, Poppelreuter y Ross 2023) que debaten en torno a cómo, quién y por qué la construcción de paz debe tener arraigo local. El primer giro, impulsado por John Paul Lederach, hace hincapié en la importancia del contexto histórico y los recursos socioculturales para crear lo que el autor llamó una “circunscripción de paz” (Lederach 1998, 122). En esta circunscripción de paz, cobran especialmente importancia los actores del nivel medio, aquellos que están conectados con la base y con los de nivel superior que representan el poder “oficial” (Lederach 1998, 123). Para Lederach y los autores de la escuela de transformación de conflictos, aunque el apoyo internacional sigue siendo necesario, solo los actores locales afectados por el conflicto serían capaces de construir una paz sostenible en sus propios países.
Coincidiendo con las guerras de Afganistán e Irak, el segundo giro surge como crítica a la “paz liberal”: entendida esta como una paz “desde arriba” cuya sociedad ha adoptado unas instituciones occidentales y la economía de mercado. Autores como Mac Ginty o Richardson abogaban por la emancipación de los actores locales para programar sus propias políticas públicas en materia de paz y seguridad, en contraste con unos mecanismos de paz ampliamente financiados por instituciones del Norte que acaban transformando una sociedad posbélica a semejanza del estado liberal occidental (Mac Ginty 2008; Paffenholz, Poppelreuter y Ross 2023). Esta crítica sugería que los organismos y programas que operaban dentro de un paradigma de “paz liberal” socavaban la autonomía local. Desde esta perspectiva, la construcción local de la paz es una manera de lograr la emancipación de estos actores al incluir sus intereses en el escenario nacional, lo cual origina el concepto de “paz desde abajo” o peace from below (Leonardsson y Rudd 2015).
Por último, el tercer giro —aún emergente— se centra en las relaciones de poder entre donantes y receptores en el marco de la cooperación internacional y el desarrollo (Paffenholz, Poppelreuter y Ross 2023). Este giro, muy reciente, da margen a los académicos para realizar trabajos de investigación donde se analicen las dinámicas entre el Norte y el Sur globales para implementar programas de desarrollo.
En definitiva, el giro local desemboca en una dicotomía entre los actores “locales” e “internacionales”. No obstante, las tres concepciones de este giro sugieren, en realidad, diferentes matices a estas dos nociones binarias. El primero es que la noción “internacional” no se entiende como un espacio donde caben todas las culturas, sino más bien como un espacio mayoritariamente “occidental”. Es decir, el concepto “internacional” tiene más relación con conceptos como “liberal” u “occidental”, que no un concepto que engloba países, culturas, idiomas y diferentes concepciones del mundo. El segundo matiz es que la noción “local” no es monolítica y, por tanto, debe ser entendida no solo como un concepto geográfico, sino también donde caben multitud de actores con diversidad de opiniones y trayectorias (Mac Ginty 2015). Por último, no hay un consenso sobre cuán local debe ser un actor y cuántas experiencias internacionales harán de él un actor internacional. No hay una definición consensuada sobre la “localidad” de un actor, ya que surgen diversas preguntas sobre ello: ¿depende de su procedencia?, ¿de su ámbito de formación académica o ámbito de actuación? Y ¿puede ser local una organización formada por actores locales, aunque tenga sede en otro país y con otros miembros?
El debate sobre la localidad de la paz y la seguridad debe pasar, en consecuencia, por otros aspectos. Sin dejar de lado la importancia de la localidad de los actores, es preciso que el contenido de las estrategias de prevención esté nutrido de prácticas y filosofía autóctona, y que, en definitiva, sirva a los intereses de la población.
La prevención de la violencia con una mirada indígena
El conocimiento indígena es el hilo conductor que une sabiduría tradicional con los retos actuales y que, además, ofrece una perspectiva de análisis sobre las amenazas y respuestas para mitigarlas. Las prácticas y lecciones acumuladas a lo largo de generaciones ofrecen oportunidades a las generaciones actuales para reinventarse y adecuarse a los desafíos actuales. Para ello, es necesario entender cómo las comunidades perciben las primeras señales de peligro de violencia, es decir aquellos indicios que son percibidos como amenazas potenciales.
A continuación, se hacen visibles tres aspectos fundamentales para diseñar mecanismos de prevención de la violencia desde el punto de vista del conocimiento indígena africano: el tipo de liderazgo, las iniciativas comunitarias y la dimensión de género.
Liderazgo: jefes tribales y consejo de ancianos
El modelo de organización política por tribus y clanes es anterior a la llegada del hombre blanco y su modelo político europeo. A pesar de los efectos de la colonización, que se manifestó en la trata de esclavos, la imposición de una cultura occidental y el trazado de unas fronteras artificiales, aún perdura en ciertas zonas una organización política basada en la región, la tribu y la experiencia. Si bien esta organización político-social difiere en función del contexto, en la mayoría de los casos responde a las necesidades de la población por su accesibilidad y legitimidad basada en el derecho consuetudinario.
Los consejos de ancianos o de sabios son uno de los claros ejemplos que se mantiene a lo largo del tiempo. La edad y la experiencia legitiman a esos individuos que atesoran la sabiduría ancestral para intervenir y pacificar tensiones en la comunidad. Su campo de actuación se sitúa a nivel local, especialmente cuando la infraestructura estatal y judicial no llega o no está bien anclada dentro de la sociedad. Un ejemplo es el de los mende, en Sierra Leona, donde los ancianos siguen teniendo la competencia para mediar entre las partes antes de que la tensión se convierta en violencia en gran escala o para impedir que se reanude la violencia tras un período de relativa calma (Momoh 2021).
En la región del Sahel, especialmente en aquellas zonas donde el Estado no llega, los jefes tradicionales siguen teniendo una legitimidad importante a la hora de resolver tensiones para que no escalen a la violencia. En Malí y Níger la ley da cabida al poder de estos líderes, que suelen ser hombres y se suceden de manera hereditaria o son elegidos por élites tribales. En las regiones malienses de Ménaka y Kidal, estos líderes solucionan conflictos potencialmente violentos investigando el robo de ganado, paliando la escasez de agua, resolviendo disputas entre familias o disputas intercomunitarias como intracomunitarias (Molenaar et al. 2019). A pesar de la proliferación de grupos armados en el norte de Malí que ha socavado la influencia de estos líderes, su poder sigue siendo fundamental, ya que resultan más accesibles que las instituciones estatales. Por otra parte, su legitimidad dependerá en gran medida de si tienen una influencia sobre los miembros de los grupos armados.
Iniciativas comunitarias
Fieles a la filosofía Ubuntu, las sociedades africanas construyen iniciativas comunitarias para protegerse y prevenir tensiones. Desde tiempos precoloniales, uno de los pilares habituales que fundamentaban la prevención de la violencia era el diálogo: se escuchaban las partes enfrentadas, se investigaba la situación para dilucidar la verdad y se emitía una resolución. Este sistema, conocido hoy bajo el nombre “African Palaver”, recibía varios nombres según la región: “cofono” en Chad, “adzo” en Camerún, o “gada” en Etiopia (Ademowo 2015). En líneas generales, el objetivo de esas resoluciones no era tanto castigar al que no tenía razón, sino restablecer la paz, la armonía y el entendimiento, aunque en algunos casos se sancionaba a los individuos que habían cometido una falta.
Las iniciativas asamblearias para gestionar asuntos comunitarios tienen su reflejo actual en multitud de iniciativas nacidas sobre todo en los años noventa, y coinciden con los conflictos en África. En algunos casos, los comités locales de paz funcionan para llenar el vacío cuando los acuerdos de paz nacionales no arraigan a nivel local. Es el caso del Kibimba Peace Committee, en Burundi, y del Fambul Tok, en Sierra Leona (Nganje 2021; Yorlay 2024). En el primer caso, la iniciativa sirvió para frenar la violencia étnica en la zona de Kibimba. En el segundo sirvió para abordar la reconciliación a nivel comunitario. En Tanzania, pero sobre todo en Kenia, la iniciativa Nyumba Kumi (traducido del suajili como “10 casas”) se ha convertido en un proyecto a caballo entre una política pública y una iniciativa liderada por la sociedad civil. Desde los atentados de Al Shabaab en Nairobi 2013, el gobierno de Kenia fomentó una antigua costumbre en la que los vecinos debían conocer quién entraba y salía de su aldea, o al menos de un radio de 10 casas, para evitar la entrada a posibles desconocidos y ataques. Como explica Eric Kioko (2017), la estrategia por parte del Estado era “ afianzar la vigilancia comunitaria en el ámbito doméstico”.
A pesar de la utilidad y éxitos de estas iniciativas locales, estas medidas securitarias por sí solas no pueden mitigar conflictos cuyas causas sean estructurales o traspasan fronteras. Para que la prevención de paz prospere, estas iniciativas locales necesitan de una voluntad política nacional (Odendaal 2010; Nganje 2021) e incluso internacional (Lederach 1998). En este sentido, los comités de paz locales deben formar parte de un marco colaborativo que vincule iniciativas y recursos locales, nacionales, regionales y globales en la que cada actor aporte su contribución en cada eslabón (Nganje 2021).
Perspectiva de género
Las mujeres africanas han protagonizado innumerables iniciativas para prevenir la violencia. No es objeto de este artículo hacer visible cada una de estas iniciativas, sino enfatizar que la violencia tiene género y, por lo tanto, la prevención también. Para transformar las estrategias de prevención incorporando el género y el conocimiento indígena, hay que tener en cuenta los roles de género y la percepción del peligro por parte de las mujeres.
El conocimiento indígena se construye a partir de las dinámicas sociales y, en consecuencia, de las dinámicas de género. En las sociedades africanas, especialmente en zonas rurales, la distribución de las tareas domésticas y profesionales viene determinada por los roles de género. Mientras que en Senegal los hombres salen a pescar y las mujeres venden el pescado, en Sudán del Sur ellos plantan y ellas cosechan. En otras comunidades, los hombres manejan el ganado, y las mujeres van a buscar agua y leña para cocinar. Esta división de roles va acompañada de unas expectativas concretas sobre la masculinidad y la feminidad, especialmente cuando llega la edad adulta.
Hillary Matfess, Valery Hudson y Rachel Walender han estudiado ampliamente la conexión entre el precio de la dote y la violencia. En Nigeria, a principios de los años 2000, el auge de Boko Haram se explicó en gran medida por el éxito del grupo en atraer jóvenes a los que no se les pedía la dote para casarse (Matfess 2016; Hudson y Matfess 2017). En Sudán del Sur, el precio de la dote, pagado en cabezas de ganado, daba señales sobre los ataques entre clanes para robar ganado. Cuanto más alto era el precio, más frecuentes y violentos eran los ataques (Walender 2016). Estas causas, profundamente locales y ancladas en la cultura local, tienen un impacto internacional al estallar una violencia que desborda fronteras.
Autores como Susan Schmeidl han analizado antes de que estallara el conflicto, las primeras en sufrir la violencia eran las mujeres. Es el caso de Ruanda, uno de los múltiples ejemplos que ilustran cómo la esfera pública se vuelve en primer lugar más peligrosa para las mujeres que para los hombres, es cuando las mujeres tutsis se convirtieron en chivo expiatorio antes de que el genocidio estallara (Schmeidl y Piza-Lopez 2002). Esta inseguridad adopta varias formas. Puede suceder en forma de instauración de leyes, como la sharía en el nordeste de Nigeria, que restringe los derechos de niñas y mujeres. También puede mostrarse a nivel económico con la feminización de la pobreza y el aumento de mujeres que trabajan en el mercado informal o ejercen la prostitución. O puede evidenciarse a nivel sociocultural: la reducción de las festividades, estigmatización y acusaciones infundadas hacia mujeres de otros clanes, y la disminución de matrimonios mixtos. Estos escenarios preceden a situaciones donde las mujeres son víctimas de violaciones y secuestros; para prevenirlos, evitarán ir solas en espacios públicos, venderán o esconderán sus posesiones y quedarán más recluidas en el espacio privado (McGadney-Douglass y Ahadzie 2008).
La perspectiva de género queda a menudo ignorada en las políticas de paz y seguridad y, sin embargo, es la que nos indica cuando la violencia es latente. Integrar el conocimiento indígena femenino significa valorar aquellas situaciones que madres y esposas perciben como potencialmente peligrosas: la radicalización violenta de sus maridos, hermanos o hijos, reuniones clandestinas de los jefes de familia, la acumulación de armas caseras o el enrarecimiento de las relaciones entre clanes (McGadney-Douglass y Ahadzie 2008).
Uno de los ejemplos que aglutina los tres aspectos presentados en esta sección es el caso de Asociación de Mujeres de Wajir por la Paz descrito por Jean Paul Lederach en La imaginación moral. El arte y el alma de la construcción de la paz (2007). En los años noventa, en el condado de Wajir (Kenia), la violencia entre clanes somalíes se intensificó. Ante esta situación, un grupo de mujeres empezó protegiendo el mercado local —punto clave para abastecer a sus familias— para evitar peleas y mediar entre clanes. Esta acción las empujó a involucrar distintas capas de la sociedad, utilizando contactos personales, e interesándose por los motivos y retos de cada sector social de la situación inestable. Empezaron por los jefes de clanes, siguieron los jóvenes y finalmente la comunidad empresarial. Con esta acción conjunta surgieron el Consejo de Ancianos por la Paz, las Juventudes por la Paz, y la Comisión por la Paz y el Desarrollo de Wajir. Años más tarde, en 2019, una nueva generación de mujeres siguió el camino de empoderamiento de aquellas primeras activistas y crearon la Wajir Women Council of Elders, rompiendo así con 500 años de liderazgo exclusivamente masculino (Maichuhie 2025). Como Consejo de Ancianas, organizan sesiones de diálogo dirigidas sobre todo a aquellos hombres “guardianes del poder” (jefes de clan y líderes religiosos) y se enfrentan a actitudes patriarcales profundamente arraigadas. Estas actividades han dado sus frutos y, en las elecciones de 2022, 15 mujeres se presentaron como candidatas, de las cuales dos fueron elegidas por primera vez para sentarse en el parlamento regional (Maichuhie 2025).
Conclusiones
En este artículo se ha abordado la noción de conocimiento indígena y, más específicamente el conocimiento indígena africano, con el objetivo de presentar una herramienta valiosa y adecuada para construir mecanismos de prevención de la violencia. El conocimiento indígena es el resultado de dos factores, por un lado: las creencias y prácticas ancestrales que sobrevivieron a la colonización, y, por otro, las prácticas actuales fruto de la adaptación a los desafíos contemporáneos.
El interés por el conocimiento indígena surgió a finales de los años noventa, cuando la comunidad internacional fracasó en la prevención de conflictos violentos. Esos fracasos pusieron en evidencia que las estrategias de prevención y construcción de paz tenían un enfoque normativo occidental y estatocéntrico que no se adecuaba al contexto local. De esta manera, el siglo XXI abre el debate sobre la dicotomía entre lo local y lo internacional para construir mecanismos de paz, especialmente en lo que refiere a los actores. Sin embargo, no existe un consenso sobre qué es un actor local o a partir de cuántas interacciones con actores y entidades internacionales deja este de ser local.
Por ello, no solo es importante que los actores locales protagonicen las estrategias de paz en sus regiones, sino que también lo sea el contenido de esas estrategias. Estas estrategias de prevención de la violencia deben estar nutridas de prácticas y filosofía autóctona, es decir del conocimiento indígena que une pasado y presente. En este sentido, integrar esta sabiduría y prácticas locales hará que las estrategias de prevención sean más apropiadas, efectivas y sostenibles desde el punto de vista cultural y social.
Asimismo, el artículo pone el acento en que la prevención de paz debe combinar esfuerzos locales, nacionales e internacionales. En este caso, el conocimiento indígena debe vertebrar los tres eslabones para que el diseño de los mecanismos de prevención tenga una cohesión autóctona.
Por otra parte, dar visibilidad a las estrategias indígenas enriquecerá las políticas internacionales de paz y seguridad, y ofrecerá más herramientas para un mundo con una gran diversidad de conflictos violentos. En definitiva, el conocimiento indígena brinda una oportunidad para “desoccidentalizar” las estrategias de paz y seguridad.
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