URVIO. Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad N.° 42, mayo-agosto 2025 E-ISSN 1390-4299 ISSN 1390-3691
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doi.org/10.17141/urvio.42.2025.6291
Disputarle la calle a los narcos. Un estudio etnográfico sobre narcotráfico, mujeres y zonas segregadas
Fighting the narcos in the streets. An ethnographic study of drug trafficking, women and segregated areas
Recibido: 30 de mayo de 2024
Aceptado: 30 de julio de 2024
Publicado: 31 de mayo de 2025
(*) Universidad Nacional de San Martín, rrajoy@unsam.edu.ar, orcid.org/0000-0002-4134-5182
(**) Universidad Nacional de San Martín - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina, ecaravaca@unsam.edu.ar, orcid.org/0000-0002-5884-7197
(***) Universidad Nacional de San Martín - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina, inesmmancini@gmail.com, orcid.org/0000-0002-8106-5863
Resumen
Introducción: en este artículo se propone reflexionar sobre las representaciones y disputas en torno al fenómeno del narcotráfico en zonas segregadas de Argentina. La perspectiva teórica elegida privilegia el análisis de los sentidos sociales de las violencias en zonas segregadas. Objetivo: se describen y analizan las representaciones y sentidos que las mujeres que gestionan espacios comunitarios en contextos de pobreza (comedores comunitarios y espacios de cuidados) despliegan sobre el problema del narcotráfico. Estas mujeres además Metodología: la metodología empleada se basa en un enfoque etnográfico, con un trabajo de campo que se ha llevado a cabo desde el año 2020 hasta la actualidad. Se realizaron entrevistas en profundidad y observaciones. Conclusiones: El fenómeno del narcotráfico refuerza la estigmatización de los barrios segregados de Argentina, donde el consumo de drogas se percibe como un desafío creciente. En este contexto, las drogas no solo sobrecargan los comedores y espacios comunitarios, sino que aumentan las responsabilidades de cuidado, especialmente para las mujeres. Así, la problemática del narcotráfico pone de manifiesto las tensiones sociales y la necesidad de replantear las políticas de intervención y los modelos de cuidado comunitario.
Palabras clave: comedores comunitarios; cuidados; dinero; etnografía; narcos; zonas segregadas
Abstract
Introduction: this article proposes to reflect on the representations and disputes surrounding the phenomenon of drug trafficking in segregated areas of Argentina. The chosen theoretical perspective favors the analysis of the social meanings of violence in segregated areas. Objective: we analyze the representations and meanings about the problem of drug trafficking displayed by women who manage key community spaces in contexts of poverty: community kitchens, care spaces, etc. Methodology: the methodology used is based on an ethnographic approach, with fieldwork carried out from 2020 to the present. In-depth interviews and observations were carried out. Conclusions: the phenomenon of drug trafficking reinforces the stigmatization of segregated neighborhoods in Argentina, where drug use is perceived as a growing challenge. In this context, drugs not only overburden dining halls and community spaces, but also increase care responsibilities, especially for women. Thus, the problem of drug trafficking highlights social tensions and the need to rethink intervention policies and community care models.
Key words: community kitchens; care; money; ethnography; narcos; segregated areas.
Introducción
Donde se cierra un comedor,
avanza el narco creando soldaditos.1
“Cuando nos corren a los comedores de los barrios, crece el narcomenudeo”, sostiene frente a una cámara de televisión una referente de un comedor comunitario ubicado en el partido de San Martín (provincia de Buenos Aires). En sintonía con el epígrafe colocado al inicio de esta introducción, durante 2024 la anudación entre aumento del narcotráfico y crisis en los comedores en los barrios populares fue un diagnóstico difundido en diversos medios de comunicación argentinos. La idea central de estas afirmaciones sostiene que ante la crisis o retirada de uno (comedores y espacios comunitarios en general) se propicia el avance del otro (narcos, “transas2“, “soldaditos3“). Esta mirada propone que los espacios comunitarios pierden terreno en sus barrios, debido a que el Estado suprime buena parte de la ayuda social.
Así, desde el comienzo del gobierno de Javier Milei,4 diversos medios de comunicación han vaticinado el crecimiento del narcotráfico en los barrios pobres. El postulado parece fundado en una argumentación lógica: allí donde el Estado disminuye su participación, crece el narco. Siguiendo un razonamiento lógico, estos discursos plantean que los barrios populares argentinos están próximos a convertirse en barrios en los que priman las mismas lógicas que en otros países latinoamericanos. Esta visión externa es, en buena medida, la amplificación de las voces de vecinos y vecinas que hablan del problema de los narcos en los barrios. En efecto, hay trabajos que registran que, desde la perspectiva de los actores comunitarios, existe una competencia por los jóvenes con las organizaciones de venta de drogas (Beraldo 2023).
Sin embargo, en este artículo consideramos lícito preguntarnos si todos los actores que refieren a esta problemática aluden, en efecto, al mismo fenómeno. Además, ¿qué tiene para decirnos en términos sociales este diagnóstico? En un contexto social atravesado por la pobreza y en el marco de un gobierno que agudizó las problemáticas vigentes,5 las estrategias de supervivencia de los sectores más postergados de la sociedad llegaron a la primera plana de los medios. Ahora bien, ¿qué importancia tiene lo “narco” en esta noticia?
En este artículo sostenemos que el problema del narcotráfico en América Latina en general y en Argentina en particular merece mayores precisiones y abordajes empíricos que den cuenta de sus particularidades. Resulta indudable la problemática y el impacto del narcotráfico y los mercados ilegales en la región.
Siguiendo a Marcelo Bergman (2023), es posible afirmar que el delito y la violencia han aumentado en América Latina en tanto los mercados ilegales se han consolidado y se han convertido en una empresa lucrativa para empresarios y para funcionarios. Con el autor nos preguntamos: ¿por qué la expansión de las redes de criminalidad organizada en algunos casos se produce con un aumento exponencial de las violencias? (Bergman 2023).
Por otro lado, los aportes de Silva de Sousa (2004) resultan fértiles para pensar en las lógicas del comercio ilícito en tanto un factor esencial para entender las relaciones sociales en las villas de emergencia actuales (el autor se refiere especialmente al fenómeno brasileño). De manera inversa, comprender las relaciones sociales en las villas es fundamental para entender la forma particular de organización del crimen organizado en esos lugares (Silva de Sousa 2004).
Sin desmerecer los planteos precedentes, creemos que es necesario pensar en la diversidad de casos nacionales y especialmente atender a las distintas escalas del problema del narcotráfico en América Latina. Teniendo entonces como premisa la necesidad de generar trabajos que aborden en escala local esta problemática, en este artículo nos proponemos reflexionar echeper-Hughes (1997) etnográficamente sobre los modos en que se piensa el avance del narcotráfico en territorios segregados de Argentina.
Frente a las hipótesis dominantes de una incipiente cartelización, buscaremos dar cuenta de las versiones y dilemas que “lo narco” representa localmente. Con esto, buscaremos comprender qué sentidos moviliza en un barrio popular argentino aquello que se entiende socialmente como narco.
En particular, nos ocuparemos de ciertos actores y espacios sociales: aquellos que resultan clave en el ordenamiento de la vida cotidiana en espacios atravesados por la desigualdad, como comedores comunitarios, iglesias, comunidades terapéuticas, etc. En este sentido, proponemos un análisis que prioriza dar cuenta de las respuestas y organizaciones que “enfrentan” las distintas problemáticas de los “narcos” y del consumo.
En relación con la estructura del artículo, dividiremos los apartados analíticos de la siguiente forma. En “El territorio: dinámicas y transformaciones recientes”, brindamos coordenadas sobre el espacio en donde desarrollamos la investigación describiendo las particularidades de este espacio para analizar el fenómeno “narco”. En el apartado “Comprender el impacto de la pandemia”, volvemos sobre los efectos de la pandemia para analizar los efectos de esta en relación con el fenómeno del narcotráfico y la vida cotidiana. En el apartado “Mujeres y lógicas del cuidado frente al avance narco”, analizamos las estrategias que diversas mujeres despliegan contra el “avance narco” en el territorio. En el apartado “Violencias y consumos problemáticos en zonas segregadas”, nos ocupamos de analizar el impacto de los consumos de drogas ilegalizadas en este territorio y los diagnósticos que circulan localmente sobre esta problemática. Finalmente, en el apartado “Los narcos y el dinero en el barrio”, analizamos la relación de los narcos en tanto prestamistas y el impacto que este dinero imprime en la vida cotidiana de estos barrios.
Marco teórico
En relación con la perspectiva teórica que guía este artículo, numerosos estudios han abordado la problemática de las violencias concentradas en los denominados “barrios de relegación urbana”, como Wacquant (2007), Fassin (2016), Goffman (2023), Bourgois (2010) y Scheper-Hughes (1992). Estas investigaciones han enfatizado en la relación de causalidad entre ciertas “violencias estructurales” (como la exclusión laboral y educativa, la segregación urbana, el déficit de servicios estatales, la omisión y/o la violencia policial y judicial), y la concentración exacerbada de diversas formas de violencia social en los territorios pobres urbanos.
En Argentina, diversos autores han recogido este enfoque, destacando la generalidad y cotidianeidad de la violencia en algunos contextos sociales empobrecidos. La principal variable explicativa de esta situación es la intermitencia, insuficiencia y selectividad de la intervención del Estado (Auyero y Berti 2012; Gayol y Kessler 2018).
Más específicamente, el trabajo de Cozzi (2023) problematiza la generalidad con la que las violencias en los barrios vulnerables se inscriben en la categoría de “narcotráfico”. En efecto, la autora destaca que el éxito de esta categoría para explicar las dinámicas de las violencias es producto de la particular construcción del problema de drogas en la Argentina como un asunto que debe ser abordado fundamentalmente por la esfera penal. En este sentido, se trata de un lenguaje de estado que impone una particular visión de los hechos.
Metodología
En este artículo se analizan las observaciones y entrevistas derivadas de una serie de trabajos de campo de naturaleza etnográfica. En términos generales, se ha procurado analizar la violencia y sus distintas manifestaciones.6 Más específicamente, el interés inicial de esta etnografía fue comprender las dinámicas socioeconómicas y afectivas que despliegan las mujeres en las zonas segregadas7 de San Martín (provincia de Buenos Aires, Argentina).
Las herramientas cualitativas fueron fundamentales para comprender las dinámicas sociales y las respuestas colectivas ante las problemáticas descritas. Entre estas herramientas se incluyen las notas de campo tomadas durante conversaciones telefónicas y de WhatsApp, entrevistas virtuales y entrevistas presenciales, así como el análisis de los textos escritos por las mujeres en el taller de escritura coordinado por Romina Rajoy “Biografías y trabajo cotidiano” en un espacio comunitario.
En relación con el recorte temporal, la investigación se ha llevado a cabo desde diciembre de 2020 hasta la actualidad, centrándose en 15 familias representadas por mujeres de 28 a 65 años, pertenecientes a dos espacios comunitarios emplazados en dos barrios del Área Reconquista (provincia de Buenos Aires), un comedor y un jardín de infantes.
La investigación que sustenta este artículo se sitúa en la denominada Área Reconquista: una región del municipio de San Martín, localidad de José León Suárez, en la provincia de Buenos Aires. El Área Reconquista se compone de 15 barrios de emergencia construidos en terrenos de baja cota y a lo largo de la cuenca media del río Reconquista.
La historia de esta zona está íntimamente ligada a procesos históricos de marginación y exclusión. La habitan personas desplazadas de otras áreas urbanas y rurales que encuentran aquí un refugio y, al mismo tiempo, enfrentan desafíos de pobreza, inseguridades sociales, y ambientales y acceso limitado a derechos básicos.
Por otro lado, las crisis políticas, sociales y económicas de Argentina han intensificado estas condiciones de vulnerabilidad, generando ciclos de expansión de construcciones populares y fortaleciendo las redes de organización comunitaria. En este contexto, surgen estrategias colectivas de sobrevivencia, especialmente entre mujeres, quienes construyen lazos y redes de apoyo para enfrentar las realidades diarias de exclusión y violencia estructural.
Abordaremos una diversidad de estrategias de sobrevivencia y documentaremos el rol de las mujeres para construir y sostener sus comunidades, y cómo estas redes deben ser reforzadas, frente a un sin fin de violencias “entrecruzadas” (Lopez y Rajoy 2022; Rajoy 2023) vinculadas al narcomenudeo o microventa de estupefacientes. El mapa que hemos diseñado del Área Reconquista permite situar estos barrios en un espacio urbano más extenso (mapa 1).
Mapa 1. Área Reconquista
Fuente: elaboración propia
El conjunto de actores comunitarios con quienes hemos dialogado en el estudio etnográfico incluye a cocineras (comedores y merenderos), barrenderas, trabajadoras de cooperativas textiles y saneamiento de espacios comunes (arroyos, microbasurales, otros) y educadoras populares vinculadas a la Universidad Nacional de San Martín.
En particular, nos enfocamos en las estrategias de supervivencia, incluyendo aquellas dimensiones socioeconómica y afectiva, desplegadas por mujeres beneficiarias de programas sociales con contraprestación8 y residentes en dos de los 13 barrios que conforman el Área Reconquista (en adelante AR). Estas estrategias han surgido como respuesta a diversas formas de violencia interpersonal e interbarrial, así como al incremento en el consumo, venta y visibilidad de sustancias psicoactivas en los entornos públicos (espacios barriales comunes) y en los entornos íntimos (hogares y/o comedores), aspectos a los cuales prestaremos especial atención en este artículo.
Para facilitar la lectura de los apartados analíticos, compartimos en la tabla 1 el resumen de los espacios comunitarios que se mencionan en el artículo y los seudónimos que hemos colocado.
Tabla 1. Espacios comunitarios y seudónimos
Seudónimo |
Tipo de espacio comunitario |
Los pibes |
Jardín comunitario para infancias |
Margaritas |
Comedor comunitario |
Escuelita Los juegos |
Dispositivo dentro del comedor comunitario |
Fuente: elaboración propia.
Resultados y discusión
El territorio: dinámicas y transformaciones recientes
Conocido como “La ciudad de la industria”, durante décadas el municipio de General San Martín ha desempeñado un papel distintivo como epicentro industrial de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, la crisis neoliberal de los noventa provocó el cierre de una parte considerable de las fábricas en la ciudad.
En este contexto adverso, los desempleados hallaron en los basurales a cielo abierto, entre ellos el CEAMSE,9 una oportunidad económica para asegurar su subsistencia. Este giro transformó la dinámica urbana y condujo a que emergiera lo que comúnmente se denomina “ciudad ciruja”, caracterizada por la actividad de reciclaje y aprovechamiento de residuos como medio de sustento económico para sus habitantes (Besana, Gutiérrez y Grinberg 2015).
Además, en el contexto de la crisis económica y social que atraviesa Argentina, marcada por la inflación y el aumento de los costos de los servicios básicos, las desigualdades en el acceso a los alimentos se han agudizado. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la suspensión del reparto de alimentos por parte del Gobierno nacional ha profundizado la vulnerabilidad, mientras que en el conurbano bonaerense, en localidades como San Martín, las políticas alimentarias provinciales continúan sosteniendo la distribución de recursos a comedores, escuelas e iglesias. Sin embargo, en los barrios más vulnerables, como los que son foco de nuestra investigación, las organizaciones comunitarias y vecinales siguen gestionando los espacios comunes y los recursos, aunque estas dinámicas se ven cada vez más sobrepasadas por la crisis.
En relación con los espacios donde hemos realizado la etnografía que retomamos en este artículo, el Barrio Necochea10 es en origen el primero de este entramado urbano. Se compone de una diversidad de clases trabajadoras formales e informales.
Por su parte, Barrio Liberados se encuentra cruzando el río que atraviesa el AR. El jardín de infantes al que haremos mención está ubicado en la montaña de basura. Este espacio fue saneado por los vecinos de la zona y a merced de una construcción comunitaria en la actualidad cuenta con un jardín de infantes comunitario.11 Por otro lado, a partir de 2003 programas sociales como el “Jefa de Familia“, concebidos como estrategias de asistencia a las poblaciones en situación de vulnerabilidad, desempeñaron un papel significativo al acoger a las mujeres de este territorio en diversas iniciativas de trabajo comunitario.
Ahora bien, en los barrios del Área Reconquista, grupos de mujeres trabajadoras y beneficiarias de programas sociales con contraprestación enfrentan desafíos socioeconómicos y comunitarios significativos en su vida cotidiana. Este colectivo ha desplegado estrategias de supervivencia en respuesta a las violencias interpersonales, barriales y al crecimiento del consumo, venta y visibilidad de sustancias psicoactivas en sus entornos comunes.
Entonces, nos proponemos destacar y analizar las estrategias de supervivencia socioeconómica y afectivas implementadas por algunos grupos de mujeres en el AR San Martín. En particular, se busca resaltar la importancia del cuidado comunitario extendido, derivado de la pedagogía del cuidado aplicada por estas mujeres, representado en el dispositivo Escuelita Los juegos en el comedor comunitario Margaritas y el trabajo de las educadoras populares del jardín Los pibes. Estas acciones, además de su dimensión pedagógica y afectiva, tienen un vínculo estrecho con la necesidad de contrarrestar los problemas vinculados al consumo de sustancias psicoactivas.
Es a partir de las prácticas de cuidado este grupo de mujeres de los barrios del AR, que nos aventuramos a esbozar el concepto de cuidados extendidos. Ellas ofrecen alternativas que desafían las dinámicas de exclusión y violencia, planificando espacios de resiliencia en espacios comunes y compartidos, “los comedores comunitarios”, frente a la presencia del narcotráfico (narcomenudeo), y sus efectos en la salud mental y social de la comunidad. Con esto, queremos comprender las formas en que estas acciones buscan contrarrestar el “avance narco”.
Comprender el impacto de la pandemia
Antes de adentrarnos en los apartados, en donde buscaremos comprender y analizar el impacto y las respuestas frente al fenómeno “narco” en zonas segregadas, es necesario volver a mencionar los efectos que la pandemia del Covid-19 imprimió en algunos de estos territorios. A dichos efectos se le suma, pocos años más tarde, el desfinanciamiento por parte del gobierno de Javier Milei de los espacios comunitarios en 2024. Estos espacios, que incluyen actividades como “el sostener la olla” en merenderos y comedores de barrios,12 no solo representan lugares de encuentro y apoyo social, sino que también desempeñan un papel esencial para efectuar una variedad de actividades, incluidas aquellas relacionadas con el cuidado de los territorios y los cuerpos.
A partir de una serie de entrevistas en profundidad y semiestructuradas, conversaciones telefónicas y participación en diversas actividades comunitarias llevadas a cabo por el equipo entre 2020 y 2024, nos proponemos como objetivo principal esbozar y profundizar en el avance del “narcotráfico” en los barrios populares que conforman el territorio del Área Reconquista, indagando en la complejidad de la problemática a partir de casos concretos, con un enfoque particular en las diferentes dimensiones y niveles de magnitud del problema.
En esta línea, en el presente artículo nos preguntamos: ¿qué es lo “narco” en el AR? y ¿cuáles son sus implicancias en la cotidianeidad de quienes allí residen? Nos interesa destacar que la conceptualización del “narco” es habitualmente reconfigurada por la interacción con múltiples voces sociales, las cuales pueden manifestar, según el propio atravesamiento interseccional del género, la generación, la clase social y la situación migrante, distintas percepciones y experiencias vinculadas al consumo y a la venta de sustancias.
Como punto de partida planteamos un enfoque etnográfico de la violencia y del consumo y/o venta de las sustancias psicoactivas. Esta metodología destaca la construcción social del concepto de “narco” como un fenómeno influenciado por múltiples voces y perspectivas dentro de la sociedad.
Por un lado, están aquellos que lo perciben como una amenaza, lo que contribuye a estigmatizar y criminalizar territorios y personas asociados al narcotráfico. Por otro lado, algunos grupos ven a los narcotraficantes como proveedores, lo que sugiere una relación compleja entre el crimen organizado y ciertos sectores de la comunidad, que pueden depender de él para ciertos servicios, beneficios y/o una extensión dentro de sus ingresos de dinero en una economía sumamente precaria.
Entonces, en este trabajo nos proponemos como objetivo principal rastrear en las voces nativas y miradas locales cómo se vive en un barrio calificado como “territorio narco” y, en particular, cómo se vive en un contexto en el que discursos externos y saberes expertos (como el periodismo) señalan una agudización del fenómeno frente a disminución de la ayuda social que implica el nuevo Gobierno argentino.
Nos proponemos discutir desde la escena local las interpretaciones que igualan como si fuera una fórmula matemática la menor participación del Estado13 con el consiguiente incremento de la participación del narco en la trama de los territorios. Con esto no queremos restarle importancia ni responsabilidad a la decisión del Gobierno de retirar ayuda a la labor de las organizaciones sociales, pero sí intentamos señalar que la trama territorial resulta mucho más compleja de lo que esta formulación sugiere. Para ello, buscaremos reponer los pliegues territoriales que implican el solapamiento de distintos niveles de gobierno (nacional, provincial, municipal), actores comunitarios que enfrentan esta situación (luego de haber lidiado con la pandemia y sus medidas de aislamiento), vecinos y vecinas que emplean diversas tácticas cotidianas para sostener a sus familias. Luego, nos preguntaremos por los consumos y sus efectos para pensar en las transformaciones del barrio y dar cuenta de a qué se están refiriendo los vecinos cuando hablan del “problema de los narcos”.
Mujeres y lógicas del cuidado frente al avance narco
En los últimos años, las tareas de cuidado se han transformado en objeto de reflexión académica. Ello ha implicado abandonar la idea de los cuidados como decisiones individuales para colocar esas acciones en una trama más amplia de actores sociales (Hernández 2019). En este sentido, es preciso reconocer una distribución social del cuidado que se estructura en términos dinámicos y heterogéneos (Faur y Pereyra 2018).
Una de las principales conclusiones de estos estudios ha sido la reflexión acerca del carácter generizado de los cuidados. Además, el cuidado es un continuum de acciones pasivas y activas para satisfacer necesidades materiales o emocionales y está moldeado por vínculos interpersonales e implica acciones individuales y grupales (Castilla 2017).
Por último, los cuidados no se circunscriben exclusivamente a las edades tradicionalmente pensadas como dependientes (la infancia y la tercera edad), sino que todas las personas vivimos gracias a acciones de cuidado de otras (Paperman 2006; Bessin 2014), aunque en algunas situaciones seamos más dependientes que en otras. En estas páginas, intentamos reflexionar sobre aquellos cuidados que trascienden el ámbito del hogar para pensar también en los extendidos, llevados a cabo por mujeres y dispensados a distintos grupos de personas en los barrios vulnerabilizados.
Debemos volver unos años para situarnos en el contexto de la pandemia del Covid-19. En medio de lamentos y reclamos, las mujeres emergen como las primeras en reaccionar frente al desbarajuste de las dinámicas comunitarias ocasionadas por las medidas de aislamiento dictadas por el Gobierno. Casi de inmediato, las mujeres de estos territorios comprenden que quedarse en casa es una tarea imposible, dadas las precarias condiciones y el hacinamiento que caracterizan a sus hogares. Unas pocas semanas después de haber dictado las medidas de aislamiento en marzo 2020, el Gobierno nacional entiende que en los barrios pobres no es posible plantear un aislamiento familiar y se resuelve que en estos ámbitos se demandará un aislamiento comunitario.
Este contexto, marcado por una mezcla de desesperanza económica, temor a la muerte y tensiones familiares, se convierte en un desafío apremiante, sobre todo para las mujeres encargadas del sostén del hogar. Durante las medidas de confinamiento era común escuchar en las conversaciones telefónicas el bullicio característico del encierro en los hogares. Estos ruidos nos permitieron plantear algunas preguntas cómo: “¿con quién estás?”, “¿qué banda de música están escuchando?”, “¿tienen un gallo?”, “¿estás con tus nietos?”, entre otras. Aunque las respuestas eran generalmente evidentes, estas preguntas brindaron la oportunidad de que las mujeres compartieran cómo vivían la cotidianidad del encierro. Por ejemplo, contaron cómo gestionaban la convivencia entre niños, adultos y adolescentes, pasando el día juntos sin poder realizar actividades fuera de la casa.
También nos permitió preguntarles sobre las dificultades económicas, especialmente respecto a los varones, quienes en su mayoría trabajan en empleos precarios o informales y ya no podían salir a trabajar. Además, fue posible conocer quiénes accedían a los programas sociales y ayudas, como una tarjeta para recibir alimentos o la Asignación Universal por Hijo. A través de estas conversaciones, también identificamos prácticas cotidianas, como si se pedía fiado14 o si en algún momento habían solicitado algún crédito, y a quiénes.
En este contexto, la etnografía permitió entrever que, además de vender drogas, los vendedores de drogas (“transas”) ofrecían préstamos de dinero a los vecinos del barrio. También, advertimos los altos intereses que cobraban y las represalias frente a la deuda impaga.
Entre las represalias y/o dinámicas violentas ante el incumplimiento del pago de las deudas, identificamos que se retenían bienes como electrodomésticos, motos o autos. En los casos más extremos, provocar incendios en las casas de los deudores; obligar, en el caso de los hogares monoparentales, a guardar sustancias en los hogares, o que sus hijos participen del negocio (microventa, favores sexuales, entre otros).
Marga, una de las cocineras del Comedor Margarita, se expresa:
Los niños están sufriendo, las madres están nerviosas. Con mis hijas noto que tratan mal a mis nietas cuando están ansiosas. No hay dinero y el miedo a la muerte lo consume todo. No hay espacio y ya no podemos salir.
La tensión con respecto al uso del espacio público mencionada en el extracto no solo es una respuesta al temor al contagio (clave para comprender las lógicas de sociabilidad en un contexto de pandemia), sino especialmente una percepción sobre el uso del espacio por parte de aquellos involucrados en la venta y consumo de drogas.
La frase “la calle ya no nos pertenece” gráfica especialmente esta tensión. En esa sintonía, Ana Beraldo (2023) sostiene que a partir de la pandemia se produjo una rápida reducción de los escasos medios legales para obtener recursos. La autora describe cómo en el AR el aumento de la demanda de drogas y la necesidad de ganar dinero para sobrevivir o para mantener la drogodependencia han provocado un aumento de la circulación monetaria del mercado local de drogas y del número de personas que participan en este mercado en los barrios.
En este contexto, las mujeres de la asociación civil Margaritas se organizan e implementan un dispositivo informal para reclamar el espacio común: la calle, la vereda, el pasillo. Dividiendo sus esfuerzos, un grupo cocina y distribuye alrededor de 80 viandas familiares (para 4 o 5 personas por vianda), mientras que otro grupo proporciona elementos sanitarios (bidones de agua, alcohol, lavandina y jabón) y un tercero organiza actividades lúdicas en la calle, invitando a los niños del barrio a jugar, sobre todo los viernes, sábados y domingos de 14:00 a 20:00.
Entre las propuestas para la comunidad, se incluyen juegos de ajedrez, damas, cartas, así como talleres de maquillaje artístico e infantil, armado de juguetes ecotecnológicos, apoyo escolar, cine-debate y dibujo coordinados por adolescentes del barrio. Se organizan también torneos de fútbol, vóley y básquet mixtos. Como resultado de este “laboratorio de juegos”, o como lo han bautizado estas mujeres, la Escuelita de juegos, alrededor de 40 niños y niñas ahora ocupan la calle para jugar, con lo cual se reorganiza la dinámica de convivencia comunitaria.
Esta iniciativa fue impulsada por un grupo de mujeres que, de viernes a domingos, de 14:00 a 20:00, abandonan temporalmente sus otros roles para vestirse con pecheras blancas y portar una flor de loto, símbolo de la idea de “la flor que nace en el barro”. Destinan el tiempo de ocio a interactuar con los niños más pequeños a través del juego y brindar cuidado a los más grandes, y actúan como un freno no violento frente a aquellos jóvenes involucrados en el consumo o la venta de drogas.
En términos comunitarios, su intervención establece límites claros, al advertir que durante el horario destinado al juego de los niños no se permitirán actividades “ilegales o poco saludables”. De este modo, la iniciativa se configura como una estrategia para “ganar la calle” por parte de actores comunitarios que perciben una “avanzada narco” en sus territorios, buscando restablecer un tejido social más seguro.
Violencias y consumos problemáticos en zonas segregadas
En relación con el impacto de las violencias y los consumos problemáticos entre las personas vinculadas al AR, las educadoras populares del jardín Los pibessostienen que la crisis económica actual genera situaciones críticas en las familias que participan en el espacio comunitario. Entre las problemáticas observadas mencionan la violencia autoinfligida, manifestada en un aumento de intentos de suicidio y en el incremento en el consumo de drogas de descarte, como el “paco”.15
Particularmente, se observa un aumento del consumo “problemático” de drogas, lo que genera nuevas tensiones dentro de las comunidades. En este sentido, surge la pregunta de cómo se vincula este fenómeno con el crimen organizado y si la creciente problemática de consumo reconfigura las dinámicas sociales, haciendo que se vuelvan más violentas y vinculadas a delitos.
El consumo de sustancias contribuye a sobrecargar las capacidades de los comedores y espacios comunitarios, creando una nueva demanda de recursos particularmente para las mujeres que, en muchos casos, asumen la responsabilidad de sostener a los consumidores. Como señaló Marcela, una residente de 38 años de uno de los barrios del AR.
Las familias se cansan de los chicos, los echan de sus casas, y después los tenés dando vueltas como perritos por el barrio. Si no les damos de comer, no comen [...], roban dentro del barrio y se van a comprar más.
De manera similar, las trabajadoras de la escuelita Margaritas expresaron su preocupación por el uso indebido de los entornos compartidos, tales como la vereda del jardín, la esquina y el pasillo, los cuales, sostenían, eran utilizados para el consumo público de paco sin restricción de horarios.
Las educadoras populares se muestran especialmente preocupadas por el hecho de que los jóvenes que consumen drogas en los entornos compartidos son frecuentemente hijos o familiares de los habitantes de la comunidad del jardín Los pibes. Además, un fenómeno similar ocurre con quienes venden estas sustancias, ya que no se trata de un negocio del narcotráfico organizado, sino de una estrategia implementada por algunos vecinos para continuar su propio consumo de drogas ilegalizadas.
Por otro lado, la exclusión de los consumidores de los espacios comunes genera tensiones con las familias que también utilizan estos entornos comunitarios. Según indican nuestras interlocutoras, esta medida puede producir respuestas violentas, ya que los distribuidores de drogas con “cargos jerárquicos” en el mercado pueden reaccionar violentamente contra el jardín o contra quienes allí trabajan. Esta situación da cuenta de la complejidad y el riesgo de gestionar las dinámicas de consumo y distribución de drogas en comunidades vulnerabilizadas, y subraya la necesidad de abordar estos problemas de manera situada y con sensibilidad hacia las interacciones sociales y económicas que aquí se ven involucradas.
Alicia, integrante del jardín Los pibes, expresa: “Hoy justamente estuvimos hablando y llorando porque es tremendo, los contenidos de las entrevistas para el ingreso al jardín son intento de suicidio porque no tienen para darle de comer a los hijos, mucha familia perdida en la droga”.
En la entrevista se menciona explícitamente la disputa en el espacio tanto con quienes consumen drogas ilegalizadas como con quienes las venden: “Venimos hablando que tenemos a los paqueros que paran en la puerta del jardín, así que los vamos a tener que desterrar pero es difícil y peligroso para las compañeras que viven que son vecinas de acá”.
Más allá de la voluntad de sostener a los jóvenes, se evidencia una preocupación por el hecho de que su presencia pueda perturbar a los niños: “Pero no los podemos tener acá porque ahora cuando empiecen los chicos las clases y bueno todas las estrategias que pensamos que no sabemos para dónde ir”.
Aún más, también existe una inquietud por las represalias que pudieran sufrir por parte de los vendedores de drogas:
También nos vamos a tener que parar frente a los narcos, porque les estamos robando clientes y que esto no sería la primera vez, que son unos boludos porque se entiende que son pobres tipos que consumen y venden, y consumen ¿Se entiende? (Alicia, jardín de Los pibes, entrevista).
Estos testimonios nos muestran que en estos territorios hay venta y consumo de drogas, pero que estas acciones se insertan en las tramas barriales preexistentes, dando lugar a una acumulación social de la violencia (Misse 2010).
Por último, en relación con el consumo de drogas en los barrios populares, resulta oportuno mencionar los aportes analíticos de Jeremías Zapata (2023). El autor ilumina aspectos necesarios para nuestras reflexiones, ya que permite evidenciar que el consumo de sustancias psicoactivas no debe entenderse como un fenómeno aislado o individual, sino como una práctica profundamente inserta en las dinámicas sociales que se reconfiguran en el barrio. Este fenómeno se manifiesta tanto entre aquellos que consumen y comparten los códigos asociados al consumo, como en el caso particular que abordamos, en el cual las mujeres de los espacios comunitarios desempeñan un rol esencial al cuidar de los consumidores.
De forma similar a Zapata (2023), nos alejamos de la perspectiva reduccionista que considera a los consumidores únicamente como enfermos o delincuentes. Por el contrario, los consumidores requieren cuidados específicos debido a su condición de clase y género (cuando las que consumen son mujeres jóvenes), lo que los expone a vulnerabilidades adicionales, tanto por parte de los “transas” como de las “fuerzas policiales”.
Los narcos y el dinero en el barrio
“Barrios populares:
menos comida, más desigualdades
y el avance del narcotráfico” (Quaranta 2024).
“Los comedores populares,
centros de lucha contra el avance del hambre y los narcos” (Suozzi 2024).
En este último apartado, nos ocuparemos de analizar los dilemas en relación con el dinero de los “narcos” en los barrios bajo estudio. Como mencionamos al inicio de este artículo, el dilema sobre el dinero de los “narcos” ocupa un lugar de relevancia (tanto dentro de estos espacios como fuera de ellos).
¿Qué impacto tiene el dinero que ciertos actores vinculados a mercados ilegales producen en zonas segregadas como el Área Reconquista? Sobre este aspecto, Laura, una de las referentes del comedor comunitario, sostiene en la entrevista que “la idea de contar cómo abastecemos a los merenderos está buena, es mentira que los narcos nos ayudan o soldaditos [...] a nosotras nunca nos dieron nada”. Además, menciona la disputa con los “transas” locales: “Será porque nosotros estuvimos, mal que mal, en contra o mal que bien en contra de eso, ¿me entendés?, nunca estuvimos a favor. [...] Yo siempre reniego por el tema de los transas de acá atrás y todo”.
En sintonía con este extracto de entrevista, la etnografía permitió advertir un rechazo frente al dinero “sucio” de los narcos. Este rechazo, diremos, es sobre todo moral. Justamente estas mujeres disputan la “calle”, en tanto espacio de sociabilidad central en estos barrios, frente a lo que consideran un “avance narco”.
La Escuelita de juegos, eso lo sostenemos porque es una manera de marcarles la cancha, parece que al municipio le gustó la idea. [...] Así que nosotras seguimos con el apoyo, el comedor y la escuela de juegos”. En este sentido, la entrevistada explica los modos en los que obtienen dinero y recursos ante la retirada del Gobierno nacional: “La plata y las cosas nosotras la sacamos de lo que conseguimos de Cáritas, de la muni [...] y de un pozo común de los que vendemos de nuestros productos textiles en la feria.
Incluso, señala que realizan actividades para generar fondos propios: “Si a veces recibimos alguna donación [...] de la capilla. Nosotras hacemos pan para los chicos en nuestra panadería y salimos a vender en la puerta, nos compran los vecinos quienes pasan temprano para trabajar”. Prima en estas representaciones un distanciamiento del dinero narco: las lógicas territoriales producen una mixtura de recursos y solapamientos (nacionales, provinciales, municipales) en la búsqueda de sortear las dificultades diarias y de “ganarles la calle a los narcos”. Este distanciamiento moral del dinero “narco” es percibido como una ofensa a la organización comunitaria y una desjerarquización de sus tareas.
Ahora bien, el trabajo etnográfico nos permitió advertir también que el dinero de los “narcos” resulta central para comprender lógicas de endeudamiento en zonas segregadas. En efecto, identificamos en un trabajo anterior, a través de diversos relatos, cómo a partir de la pandemia se intensificaron los mecanismos de préstamo de dinero: los “narcos” prestan dinero a los vecinos de estos barrios a cambio de elevadas tasas de interés. Pero, además, especialmente prestan dinero a mujeres del barrio para evitar “la mala sangre”:16 consideran que ellas resultan más confiables en el pago de sus deudas (Rajoy, Wilkis y Garriga Zucal 2021)
En trabajos precedentes (Caravaca, Garriga Zucal y Mancini 2023), señalamos el aumento del protagonismo barrial de los narcos a partir de las medidas de aislamiento. Esto produjo una suerte de paradoja: por un lado, fueron estigmatizados como los responsables de algunos males del barrio (“arruinan a los pibes”, “andan a los tiros en los pasillos”, “nos roban la calle”), pero también desempeñaron un rol considerado positivo por algunos, pues se dedicaron también a prestar dinero a los vecinos y dieron trabajo a otros.
Retomando la dimensión del dinero en estos intercambios, la etnografía nos permitió dilucidar que existen diferentes mecanismos de préstamos. Por un lado, gracias a las distintas formas de vigilancia ejercidas en el barrio, los narcos tienen un profundo conocimiento acerca de las tramas barriales. Por lo tanto, pueden prestar dinero a los vecinos sin necesidad de pedirles ninguna garantía.
Asimismo, los vecinos de estos barrios tendrían más dificultades para acceder a créditos en el mercado formal. Los narcos, a diferencia de organizaciones formales, se encuentran siempre disponibles. Por otro lado, los vecinos saben que si no pagan pueden sufrir represalias violentas. En definitiva, se trata de préstamos informales fundados en la confianza y el conocimiento.
Conclusiones
En este artículo, nos preguntamos inicialmente cómo se percibe el fenómeno del narcotráfico en las zonas segregadas de Argentina. La respuesta a esta pregunta no fue evidente ni transparente en las entrevistas realizadas. Además, destacamos la potencialidad del enfoque etnográfico para dar cuenta de procesos locales, atendiendo a sus particularidades y mostrando la heterogeneidad que el fenómeno del narcotráfico despliega en Latinoamérica. Para concluir, nos gustaría ordenar algunas ideas que han atravesado este artículo y la investigación que lo sustenta.
En primer lugar, a través de una perspectiva etnográfica, este artículo busca analizar algunas de las versiones dominantes en el espacio público sobre el fenómeno del narcotráfico. Esto en relación con los diagnósticos sociales que circulan con gran intensidad y que sostienen un dominio territorial severo por parte de organizaciones vinculadas al narcotráfico. Frente a estas versiones, reproducidas tanto por actores progresistas como reaccionarios, las voces de las mujeres que organizan y gestionan espacios comunitarios corrían el eje de la discusión: muchas de nuestras entrevistadas perciben esta problemática principalmente a través de su preocupación por la salud de sus hijos. Es decir, identifican sobre todo el problema del narcotráfico en relación con el consumo problemático, y los vínculos violentos dentro de las casas y los entornos comunitarios.
En segundo lugar, a lo largo de nuestra investigación nos enfrentamos con una serie de dilemas éticos. Sostenemos que problematizar las versiones extendidas sobre estos territorios (y su relación con el narcotráfico) de ninguna manera pretende romantizar o menospreciar los efectos sociales, culturales y económicos de las lógicas del narcotráfico.
En tercer lugar, dimos cuenta de que en la vida social no hay relaciones matemáticas: a diferencia de lo que indican los diagnósticos extendidos, la retirada del Estado no implica necesariamente el desembarco del narco. En efecto, observamos las múltiples redes comunitarias que, a pesar de sus limitaciones, ofrecen respuestas colectivas a la desigualdad y al avance de lógicas propias del narcotráfico. Por supuesto, esto no implica presentar estos barrios como un espacio utópico de organización comunitaria ni menospreciar la importancia de la intervención del Estado para incluir a las poblaciones más desfavorecidas.
De hecho, la intervención en la dimensión social en estas zonas es fundamental. Y la lectura de estas zonas segregadas en clave de narcotráfico contribuye a producir y justificar la actuación estatal en la dimensión penal.
En el artículo también buscamos poner de manifiesto la sobrecarga de tareas (cuidados extendidos) que recae sobre las mujeres que encaran trabajo comunitario en zonas segregadas: esto incluye, entre muchas otras, tareas vitales como garantizar alimentos y accesos básicos como educación y cuidados, “sacar de las drogas” y “luchar por recuperar las calles de los narcos”.
También, advertimos cómo los consumos de drogas ilegalizadas pueden ser percibidos como un padecimiento (individual y colectivo), pero también se destaca la percepción de “utilidad” de los narcotraficantes como proveedores de ciertos bienes o servicios, o cómo una tecnología de disfrute y la posibilidad de sostener “el consumo responsable de las sustancias”.
La mirada local de estos fenómenos nos muestra que el mercado de venta de drogas, los préstamos informales, la ayuda comunitaria y otras prácticas se desenvuelven al mismo tiempo y en el mismo territorio. Los actores involucrados se solapan y algunos de ellos contribuyen a un régimen de acumulación de violencias (Misse 2010). Además, es preciso señalar que estas violencias propias del mercado de préstamos o de la venta de drogas se articulan con otras violencias.
Así, a lo largo de nuestros trabajos de campo pudimos comprender cómo estas dimensiones están incrustadas y se detectan como la cara de una misma moneda; esta es una frontera difusa por donde el padecer la violencia de los mercados ilegales de la droga atraviesa de manera directa e indirecta a muchas familias del territorio AR. Entonces, resaltamos la importancia de considerar las diversas percepciones y experiencias en la comprensión del fenómeno del narcotráfico en los barrios, y cómo estas construcciones sociales pueden influir en las políticas y respuestas institucionales.
No obstante, en medio de todos los desafíos delineados, son precisamente las mujeres de los sectores empobrecidos quienes otorgan una nueva significación a lo que podría considerarse una política pública “precaria”, transformándola en una herramienta vital para la supervivencia tanto en el ámbito social como económico. Esta reinterpretación se manifiesta con claridad a través de diversos dispositivos comunitarios implementados en el AR. Estos dispositivos reflejan la capacidad de las mujeres para adaptarse, resistir y encontrar estrategias innovadoras ante las condiciones adversas, convirtiendo lo que inicialmente podría considerarse un sistema deficiente en un mecanismo esencial de apoyo comunitario.
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Notas al pie
1 Frase extraída de una entrevista radial disponible en Genoud (2024).
2 Nombre popular con el que se conoce en Argentina al vendedor de drogas ilegalizadas a pequeña escala.
3 Nombre popular con el que se conoce en Argentina a los vendedores de drogas ilegalizadas que se inician en esta actividad a muy temprana edad. Tienen además un rol de baja jerarquía dentro de la organización a la cual pertenecen.
4 El gobierno de Javier Milei asumió en diciembre de 2023.
5 Entre ellas, el aumento de la pobreza, la caída del consumo y una alta inflación.
6 En este artículo se analiza un trabajo de tipo etnográfico realizado por Romina Rajoy. Para preservar a quienes confiaron su palabra, tanto los nombres de los barrios, los espacios específicos donde realizamos las entrevistas y los nombres de las personas han sido modificados.
7 Los estudios sobre la segregación espacial de la pobreza se inscriben en una amplia tradición que se remonta a los estudios de la “Escuela de Chicago” (Janoschka 2002). Nos apoyamos aquí en la noción acuñada por Löic Wacquant: 1) su población disminuye en número, 2) entre sus habitantes predominan los jóvenes, trabajadores manuales y empleados en puestos poco calificados de los servicios; 3) abarcan fuertes concentraciones de “minorías“ étnicas o migrantes y 4) entre su población, hay altas tasas de desempleo, subempleo y precarización laboral como consecuencia de la desindustrialización y los vaivenes en el mercado de trabajo característicos de la reestructuración del capitalismo reciente (Wacquant 2007).
8 El programa nacional “Potenciar Trabajo” se creó en 2020 en la Argentina con el propósito de contribuir a mejorar el empleo y generar nuevas propuestas productivas y, de esa manera, promover la inclusión social para personas en situación de vulnerabilidad social y económica (Ledda 2023).
9 CEAMSE es la sigla de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado. Es una empresa pública que gestiona los residuos sólidos del área metropolitana de Buenos Aires.
10 Las entrevistas que se retoman en este artículo fueron realizadas en dos de los 13 barrios que componen el AR.
11 Los jardines comunitarios son una propuesta educativa de base comunitaria que surgió a fines de los ochenta como una respuesta de los ciudadanos ante la ausencia del Estado. No solo es un lugar de asistencia, sino una institución donde se crean otras trayectorias didácticas novedosas (Kustich, Ponce de León y Volonté 2014)
12 En Argentina los orígenes de las ollas populares se remontan a la década de los treinta como consecuencia de la depresión económica mundial. Décadas después, las ollas populares acompañaron el proceso de marginalidad social en los cinturones periurbanos de las grandes ciudades (Britos et al. 2003). Estas estrategias de sobrevivencia comunitaria persisten hasta la actualidad en el AR.
13 Por otra parte, estos discursos que hablan de una menor participación del Estado en los territorios eluden señalar que este participa de manera activa con la intervención de las fuerzas de seguridad nacionales, provinciales y locales.
14 Pedir y dar fiado es un esquema informal sustentado en la confianza de las relaciones vecinales y comunitarias que no implica pagar intereses, pues existe una alta certeza de recibir el pago en la fecha prometida.