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Desde hace un par de décadas se ha producido un aumento del interés por la violencia
filio-parental (VFP), visible en el incremento de las noticias, de su presencia en redes
sociales, y de publicaciones, actividades de formación y programas de intervención. Los
organismos públicos españoles han definido a esta violencia como un problema social
que se produce como consecuencia del fracaso educativo familiar (FGE 2016), lo que se
ha materializado tanto en la publicación de documentos específicos como en la circular
1/2010 de la Fiscalía General del Estado (FGE 2010), la implicación de las Cortes
Generales para combatir este tipo de violencia (Copcv 2017), el desarrollo de servicios
específicos para la intervención con menores infractores, como el convenio entre la
Fiscalía General del Estado (FGE) y la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia
Filio-parental (Sevifip) y también con el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
Todo ello refleja la acción política en la intervención ante el tema.
El presente trabajo indaga sobre la comprensión de este nuevo fenómeno
criminológico a partir del análisis de la información presente en la red social Twitter. La
VFP ha sido menos estudiada que otras formas de violencia familiar. El interés académico
inició en la década de 1970 y, después de algunas publicaciones en las décadas de 1980
y 1990, el número de investigaciones no se potenció hasta principios del siglo XXI
(Coogan 2011). La carencia obedece a que la VFP supone un cambio en los roles y
esquemas tradicionales de las familias (Cuervo, Fernández-Molina y Rechea 2008; Rojas-
Solís, Vázquez-Aramburu y Llamazares-Rojas 2016), un tabú (Wilcox 2021) o, como
señala Holt (2021), una violencia difícil de encajar en los modelos teóricos previos de
violencia familiar, ya que el menor no está en riesgo, el instigador no es un adulto y la
víctima no es una persona vulnerable.
La aparición de esta violencia es explicada por la multicausalidad de factores
presentes tanto en el menor como en su entorno familiar y social (Del-Hoyo, Orué,
Gámez-Guadix y Calvete 2020). No obstante, es importante remarcar que múltiples
investigaciones han insistido en la coexistencia de la VFP con otros tipos de violencia
(Ibabe, Jaureguizar y Bentler 2013; Santos-Villalba et al. 2021; Simmons, McEwan y
Purcell 2022). Incluso, Cortina y Martín (2021) han señalado que el factor que mejor
explica la variabilidad de la VFP es la defensa ante un comportamiento violento por parte
de los progenitores.
En los últimos años, resulta especialmente interesante analizar la función de los
medios y las nuevas formas de comunicación en definir esta violencia como un gran
problema social (Muravyeva y Toivo 2018). En el caso español, se ha ido desarrollando