Mundos Plurales. Revista Latinoamericana de Políticas y
Acción Pública Vol.11 N.° 2, noviembre 2024, pp. 249-251
ISSN 13909193/e-ISSN 26619075
DOI:10.17141/mundosplurales.2.2024.6424
Jamil Mahuad. 2021. Así dolarizamos al Ecuador: Memorias de un acierto histórico en América Latina. 1064 págs.
Recibido: 13/05/2024 - Aceptado: 13/07/2024
En su libro Así dolarizamos al Ecuador: Memorias de un acierto histórico en América Latina, el expresidente Jamil Mahuad describe la adopción del dólar estadounidense como moneda de curso legal en el año 2000, una medida decisiva en respuesta a una crisis económica y financiera sin precedentes. Esta crisis comenzó en abril de 1998 con el cierre de Solbanco y en noviembre se agravó con una crisis financiera generalizada que incluyó la quiebra de Filanbanco, el mayor banco privado del país de ese entonces. A esto se sumó el congelamiento de depósitos en marzo de 1999, cuyos efectos se reflejaron en una hiperinflación del 60.7% y una contracción del PIB del 6.3% en 1999[1], lo cual sumió al país en una profunda inestabilidad económica, social y política.
En este mismo año, el poder adquisitivo del salario sufrió una drástica caída, pasando de $143.27 en agosto de 1998 a $60.15 en diciembre de 1999, lo que representó una disminución del 58%. La desigualdad también aumentó, con el coeficiente de Gini subiendo de 0.52 a 0.54, mientras que la participación en el consumo del quintil más pobre se redujo del 5.3% en 1995 al 5.0% en 1999. La pobreza extrema alcanzó al 20% de la población, es decir, a 2.2 millones de personas, mientras que el total de personas en situación de pobreza llegó al 55%, o 5.9 millones. Además, el desempleo y el subempleo alcanzaron al 71.4% de la población económicamente activa en noviembre de 1999, en comparación con el 57.3% del año anterior, afectando sobre todo al quintil más pobre. Como resultado del desempleo, la caída del poder adquisitivo y la reducción del gasto social, la pobreza aumentó significativamente, afectando al 69% de la población en 1999, frente al 45% de 1998, mientras que la indigencia se duplicó, pasando del 17% en 1998 al 34% en 1999.[2]
Tras la dolarización, Ecuador se benefició de condiciones externas favorables, impulsadas por un aumento sostenido en el precio del petróleo, un incremento en las remesas debido a la emigración, y un aumento en la inversión extranjera, especialmente con la construcción del Oleoducto de Crudos Pesados. Además, el tipo de cambio favoreció las exportaciones, y las bajas tasas de interés internacionales aliviaron la presión sobre la deuda externa. Según Mahuad, la dolarización fue clave para frenar la hiperinflación y estabilizar la economía, reduciendo los costos de transacción para los inversionistas y facilitando el ingreso de capital externo.
Aunque la inflación disminuyó drásticamente, solo alcanzó un mínimo histórico después de 24 meses de implementada la dolarización, situándose en un 1.95% en 2004, comparado con el 2.28% en Estados Unidos[3]. Asimismo, 36 meses después de iniciarse la dolarización, las tasas pasivas reales se volvieron positivas, lo que incentivó el ahorro interno. Sin embargo, el crecimiento económico en los años siguientes fue irregular y dependiente en gran medida del precio del petróleo y del flujo de remesas enviadas por los migrantes, generando dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo de la dolarización como política estructural.
Al perder el control y la soberanía de su política monetaria, y renunciar a la posibilidad de devaluar su moneda, Ecuador quedó expuesto a las fluctuaciones del mercado global y a decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos que no responden a las necesidades de una economía como la ecuatoriana, altamente dependiente de las exportaciones de petróleo y productos tradicionales. Durante el período 2000-2006, la economía creció en promedio a un 4.7% anual,[4] aunque con grandes variaciones impulsadas principalmente por el aumento en el precio del petróleo, que se duplicó en ese periodo.[5] Esta limitación estructural afectó especialmente a los sectores no petroleros de la economía, que experimentaron una contracción en su participación dentro del PIB, del 61% en 1990-1999 al 54.6% en 2004.[6]
En términos fiscales, la dolarización también restringió la autonomía del gobierno al eliminar su capacidad para ajustar la política monetaria y recurrir a la emisión de moneda para financiar sus déficits. Como resultado, el país incrementó su dependencia del endeudamiento externo, que creció de manera constante a lo largo del periodo, alcanzando los $16.3 mil millones en 2006.[7] Aunque en 2002 se promulgó la Ley Orgánica de Responsabilidad, Estabilización y Transparencia Fiscal para mejorar el control del gasto público, fue modificada en 2005 ante las presiones de diferentes grupos sociales, quienes buscaban mayor flexibilidad para atender la "deuda social" en lugar de priorizar el servicio de la deuda externa[8]. Esto refleja las tensiones fiscales recurrentes en Ecuador, donde el 80% del gasto público se destina a gasto corriente, mientras que solo el 20% es para inversión en infraestructura y sectores productivos.[9]
Los efectos sociales de la dolarización fueron mixtos. Aunque la estabilidad de precios beneficiaba a ciertos sectores, no tuvo un impacto sustancial en la reducción de la pobreza, que aumentó en los primeros años de dolarización, en parte, debido al incremento de los precios de productos importados y al deterioro de los sectores productivos nacionales. La migración masiva de ecuatorianos durante estos años se incrementó notablemente: entre 1998 y 2005, cerca de 600,000 ecuatorianos abandonaron el país en busca de mejores oportunidades en el extranjero, enviando remesas que representaron $2,983 millones en 2006, una de las mayores fuentes de divisas después del petróleo.[10] A nivel interno, la falta de competitividad de la industria ecuatoriana ante productos importados más baratos llevó a una progresiva desindustrialización, afectando especialmente a pequeñas y medianas empresas que dependían de insumos importados.
Comparado con otras experiencias de dolarización en la región, como las de Panamá y El Salvador, el caso ecuatoriano muestra particularidades. Según los análisis del Banco Central, la dolarización en Ecuador respondió a una crisis de credibilidad en la política económica, mientras que en Panamá surgió de una estrecha vinculación con la economía estadounidense y en El Salvador fue impulsada en un contexto de mayores ingresos y estabilidad. Sin embargo, las tres experiencias comparten la característica de una creciente dependencia de factores externos, así como la pérdida de soberanía monetaria y fiscal, lo que limita el margen de maniobra de los gobiernos para responder a crisis económicas. Por otra parte, la sostenibilidad de la dolarización en Ecuador ha sido cuestionada debido a la limitada diversificación de su economía, que en 2006 dependía aún en un 63.4% de ingresos provenientes de las exportaciones de crudo y productos agrícolas.[11]
La afirmación de Domingo Cavallo de que la dolarización fue “la mejor acción de política económica” en Ecuador no considera los efectos estructurales negativos y los costos a largo plazo que se han acumulado. La dependencia del petróleo y las remesas para financiar el déficit comercial han mostrado ser insostenibles sin una reforma integral de la economía y un esfuerzo concertado para diversificar la producción nacional. En vista de ello, algunos analistas sugieren que Ecuador podría haber obtenido mayores beneficios a través de una política fiscal disciplinada y reformas institucionales que promovieran un entorno de inversión favorable y redujeran los costos de transacción en el comercio interno. La experiencia ecuatoriana destaca la necesidad de un enfoque integral para el desarrollo económico, donde la estabilidad monetaria sea solo un componente dentro de una estrategia más amplia y sostenida.
En conclusión, aunque la dolarización permitió a Ecuador estabilizar su economía en el corto plazo, los desafíos a largo plazo resaltan la necesidad de implementar políticas complementarias que impulsen la diversificación económica y aprovechen al máximo los instrumentos de política disponibles bajo un régimen dolarizado para mitigar los efectos de los shocks externos. La estabilidad lograda no debe interpretarse como una solución definitiva, sino como un punto de partida para llevar a cabo reformas estructurales que reduzcan la vulnerabilidad de la economía ecuatoriana.
Bibliografía:
Mahuad, Jamil. Así dolarizamos al Ecuador: Memorias de un acierto histórico en América Latina. Quito: Editorial Planeta, 2009. 324 pp.
Llerena Sarsoza, Grace Yolanda. Soberanía monetaria y crecimiento económico: análisis del caso ecuatoriano período 1990-2006: una aproximación institucional a los efectos de la política monetaria en el crecimiento económico. Tesis de ingeniería en Ciencias Económicas y Financieras, Escuela Politécnica Nacional, Quito, enero de 2009.
Oleas, Julio. "¿Es el Ecuador un País Viable?" Revista Gestión, no. 153 (marzo de 2007): 12-21
Salgado, T. Wilma. Dolarización y globalización: lecciones de la experiencia ecuatoriana. En Macroeconomía y Economía Política en dolarización, editado por Salvador Marconi, 94. Quito: Editorial Abya-Yala, 2001.
Becherman, Paúl, y Solimano, Andrés. Crisis y Dolarización en el Ecuador. Washington, DC: The World Bank, 2003.
Grace Yolanda Llerena Sarsoza
Docente del Departamento de Economía Cuantitativa
de la Escuela Politécnica Nacional
grace.llerena@epn.edu.ec
Notas
[1] Banco Central del Ecuador 2000, Información Estadística Mensual.
[2] Salgado, 2001; Becherman y Solimano, 2003
[3] Instituto Nacional de Estadísticas y Censos 2004.
[4] Banco Central del Ecuador 2006, Información Estadística Mensual.
[5] Banco Central del Ecuador 2004, citado en Llerena 2009, 24.
[6] Banco Central del Ecuador 2006, Información Estadística Mensual.
[7] Ídem
[8] Llerena 2009, 22; Oleas 2007
[9] Banco Central del Ecuador 2006, Información Estadística Mensual.
[10] Ídem
[11] Ídem