Letras Verdes. Revista Latinoamericana de Estudios Socioambientales N.° 37, periodo marzo-agosto 2025, e-ISSN 1390-6631 doi.org/10.17141/letrasverdes.37.2025.6217
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Actitudes y comportamientos ambientales de residentes y turistas de Miramar, Buenos Aires (Argentina) Environmental Attitudes And Behaviors Of Residents And Tourists Of Miramar, Buenos Aires (Argentina) Marcela Bertoni, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Nacional de Mar del Plata, marber@mdp.edu.ar, orcid.org/0000-0003-3271-6137 María-José López, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Nacional de Mar del Plata, lopezmj@mdp.edu.ar, orcid.org/0000-0003-2161-379X Recibido: 2 de marzo de 2024 Aceptado: 20 de junio de 2024 Publicado: 31 de marzo de 2025
Resumen Introducción: la calidad ambiental se ha convertido en un valor deseable y positivo; sin embargo, las principales causas del deterioro ambiental corresponden a patrones insostenibles de comportamiento. Por eso, las acciones de los individuos son un factor imprescindible para transitar hacia un desarrollo sostenible. Objetivo: el objetivo es determinar las actitudes y los comportamientos proambientales de los residentes y turistas de Miramar para comprender las valoraciones ambientales en términos sociales. Metodología: el trabajo es descriptivo de enfoque cuantitativo, basado en una muestra representativa de residentes y turistas a quienes se les aplicó una escala Likert para medir niveles de actitudes y frecuencia de comportamientos proambientales. Conclusiones: existe una actitud ambiental favorable en ambos grupos. Sin embargo, la relación local-global difiere: para los residentes, la preocupación mayor es la conservación de los recursos naturales locales, y para los turistas, los temas de agenda global. Las actitudes no inciden directamente en los comportamientos ambientales, los cuales resultan empáticos con la naturaleza, pero disminuyen en la medida que requieren autoeficacia, habilidades y/o tienen costo económico. El estudio permitió identificar los componentes valorativos que sustentan los patrones de interacción sociedad-naturaleza y orientan los usos de los recursos. Palabras clave: actitud ambiental; comportamiento ambiental; Miramar; residentes; turistas Abstract Introduction: environmental quality has become a desirable and positive value. However, the main causes of environmental deterioration correspond to unsustainable patterns of behavior. Therefore, the actions of individuals are an essential factor to move towards sustainable development. Objective: the objective is to determine the pro-environmental attitudes and behaviors of residents and tourists of Miramar in order to deepen the understanding of environmental values in social terms. Methodology: the work is descriptive with a quantitative approach, based on a representative sample of residents and tourists who were given a Likert scale to measure levels of attitudes and frequency of pro-environmental behaviors. Conclusions: there is a favorable environmental attitude in both groups. However, the local-global relationship differs; residents are more concerned about conserving local natural resources, while tourists prioritize global agenda issues. Attitudes do not directly affect environmental behaviors. While these behaviors show empathy towards nature, they decrease as they require self-efficacy, skills, and/or involve economic costs. The analysis conducted helped identify the valorative components that support patterns of interaction between society and nature and guide the use of resources. Keywords: environmental attitude; environmental behavior; Miramar; residents; tourists Introducción La sostenibilidad de los destinos turísticos de sol y playa se ha consolidado como un valor, algo positivo y deseable, que requiere una gestión equilibrada entre los aspectos ambientales, sociales y económicos. En consecuencia, la visión de la sostenibilidad es dinámica y considera la calidad ambiental. Por ello, es necesario actuar respecto de los comportamientos de los residentes y turistas, para que sean compatibles con la preservación de los recursos naturales. Las principales causas del deterioro ambiental corresponden a patrones insostenibles de comportamiento humano, por lo cual las acciones humanas son un factor imprescindible para transitar hacia un desarrollo sostenible, donde la efectividad de las personas asociadas a su capacidad de realización de comportamientos ambientales es un componente esencial de la sustentabilidad (Corral Verdugo 2012). En este marco, el interés en el comportamiento ambiental ha ganado presencia en las últimas tres décadas, y su estudio se ha abordado especialmente desde la psicología ambiental (Berenguer et al. 2002). A nivel internacional se cuenta con una amplia trayectoria de medición de actitudes ambientales. En Latinoamérica, es una disciplina en desarrollo, con una propagación desigual entre los distintos países, entre los que se destacan México y Brasil. En la Argentina, es un área muy incipiente casi desierta. En general, los estudios se han realizado en muestras universitarias y en estudiantes, lo cual presenta un sesgo social por la homogeneidad de los grupos. Los marcos metodológicos mayoritariamente son exploratorios, centrados en mediciones de preocupación ambiental genérica, lo que resulta poco útil para intervenir en los territorios turísticos. Por lo ello, la aplicación contextualizada a un destino turístico y su heterogeneidad social (residentes y turistas) implica un desafío respecto del enfoque. La importancia de propiciar un análisis crítico del comportamiento con respecto al entorno reside en que las acciones proambientales en sí mismas están, a su vez, influenciadas por variables del entorno físico y social. Por tanto, este tipo de análisis aporta un conjunto de herramientas para estudiar tales variables e intentar entender las conductas proambientales de las personas. En el marco de la investigación “La valoración socioeconómica de los servicios ecosistémicos del espacio turístico de Miramar (Buenos Aires) y su contribución a la gestión ambiental” (2021-2024), se midieron las actitudes y comportamientos ambientales para comprender de las valoraciones ambientales en términos sociales. La finalidad fue determinar la actitud y los comportamientos proambientales de los residentes y turistas de la localidad de Miramar (partido de General Alvarado, provincia de Buenos Aires, Argentina) para caracterizar los componentes de la actitud e identificar conductas proambientales concretas. En este estudio se asume que las actitudes y conductas proambientales concretas son influidas por unas variables disposicionales específicas relativas a múltiples aspectos de índole subjetiva y contextual. Se concibe a la actitud como interviniente y mediadoraentre los aspectos o estímulos del ambiente, y sus componentes cognitivo, afectivo y conativo-conductual y sus vías de expresión son la preocupación, la predisposición y los comportamientos ambientales. La estrategia metodológica adoptada es descriptiva, de enfoque cuantitativo, basada en una muestra representativa de residentes (267) y turistas (202) de Miramar. A ellos, a través de un cuestionario semiestructurado, se les aplicó una escala Likert para medir niveles de actitudes, diferenciando en afirmaciones de preocupación y predisposición ambientales, y otra escala para frecuencia de comportamientos proambientales. En los resultados, en ambos grupos analizados se puede asumir que existe cierto consenso ambientalista transversal en términos de preocupación y predisposición ambiental. Sin embargo, la relación local-global difiere, ya que, para los residentes, la preocupación por la conservación de los recursos naturales locales es mayor; mientras que, para los turistas, es mayor en los temas de agenda global. En cuanto al comportamiento, en ambos grupos se observa que la preocupación y la predisposición ambiental no inciden de manera directa en los comportamientos. Estos son sumamente empáticos con la naturaleza, pero disminuyen en la medida que requieren autoeficacia, habilidades y/o tienen costo económico. El análisis de las actitudes ambientales en términos de valor social constituye un aspecto de utilidad para entender mejor las dinámicas socioecológicas, principalmente en un destino turístico donde interactúan aspectos biofísicos propios del paisaje y aspectos sociales que surgen de la interacción de las personas con el lugar. En este sentido, los resultados tienen relevancia social al aportar información contextualizada sobre las formas de sentir, pensar y hacer ambientalmente, lo que propicia la generación de políticas y estrategias locales eficaces para el manejo y conservación ambiental. Marco teórico La expansión de la preocupación ambiental asociada a las evidencias de degradación de la calidad ambiental de los destinos turísticos y el deterioro de las condiciones de vida de las poblaciones locales ha planteado la necesidad de reorientar los patrones de apropiación material y simbólica de la naturaleza en pos de la conservación. En este contexto, el estudio de los comportamientos ambientales ha adquirido una importancia creciente. Sin embargo, su abordaje presenta ciertas dificultades al establecer un modelo claro que lo explique tanto en términos teóricos como metodológicos (Berenger et al. 2002). Los diversos modelos teóricos coinciden en señalar la existencia de tres grandes grupos de variables que determinan el desarrollo de las conductas ambientales: psicológicas, socioculturales y contextuales (Rivera Torres y Garcés Ayerbe 2018). Se considera que estos componentes, sumados a los cognitivos, son aspectos influyentes en el desempeño de la conducta ambiental (Álvarez y Vega 2009). Por consiguiente, el estudio de las actitudes proambientales como referente de los valores y las normas se justifica por ser una categoría del aprendizaje humano, y poseer un carácter relativamente estable y multidimensional para comprender cómo el individuo se ajusta a su ambiente (Fuentealba Cruz y Soto Troncoso 2016). Respecto de los valores y el comportamiento ambiental, se pone en discusión en primer lugar la ética ambiental, por lo cual se hace necesario comprender el complejo de valores (austeridad, respeto, solidaridad, corresponsabilidad, empatía y coherencia), en la reflexión ética y en la acción política (González Gaudiano y Figueroa de Katra 2009). Asimismo, se plantean distintas perspectivas respecto de los contenidos sustantivos de los temas que se deben observar, con fundamento en el hecho de que existen dos niveles de actitudes ambientales: unas genéricas y abstractas, relativas a la orientación global hacia el ambiente natural en su conjunto, y otras específicas, que implican temas, conductas y costes concretos (Berenguer et al. 2002). No obstante, lo amplios que pueden ser los temas para evaluar, existe cierto acuerdo en que estos giran en torno a dos cuestiones principales: el daño ambiental desde un sentido negativo y la conservación desde una acepción positiva. Por otra parte, también la argumentación evolucionó en torno a que las actitudes y comportamientos no son independientes del contexto, sino que deben considerarse las oportunidades o barreras contextuales. En otros términos, se requiere explorar la conducta humana como determinante de procesos ambientales particulares (Roth 2000). En el estado de la cuestión, en gran parte de trabajos sobre actitudes y comportamientos ambientales se hace referencia a los componentes básicos de las actitudes ambientales: afectivo, cognitivo y conativo (López Miguens et al. 2015) y, en las concepciones más extendidas, se identifica también el componente activo (Jiménez y Lafuente 2006; Gomera Martínez etal. 2012; González Arismendi 2018). Estos elementos permiten establecer distintas variables de análisis; se pueden distinguir las nociones de preocupación ambiental, predisposición ambiental y la conducta o comportamiento ambiental. La psicología ambiental define a las actitudes ambientales como “los sentimientos favorables o desfavorables que se tienen hacia alguna característica del medio o hacia un problema relacionado con él” (Holahan 1991, 15). Por su parte, Taylord y Todd (1995) las entienden como un determinante directo de la predisposición hacia acciones a favor del medio. Las actitudes en función de los contenidos que se constituyen en constructos de representaciones sociales se caracterizan de manera más genérica como entidades operativas para el entendimiento, la comunicación y la actuación cotidiana. Estas representaciones contienen las nociones de creencias, obligación moral, norma social, información y facilidad, según lo plantean Berenger et al. (2002). Por otra parte, se pueden abordar estos contenidos en términos de aspectos funcionales (López Miguens et al. 2015) que ayudan al sujeto a ordenar, entender y asimilar las informaciones que pueden resultar complejas, ambiguas e impredecibles. Estas funciones podrían identificarse como relativas al conocimiento, a la expresión de valores, a lo ideológico o el ajuste social, y a lo instrumental. También se puede considerar a las actitudes en términos de la preocupación ambiental como un continuo definido por el grado en que las personas incluyen a la naturaleza en el concepto de sí mismas. En este sentido, se definen a partir de dimensiones de análisis relativas a una postura antropocentrista (apatía medioambiental) y a otra ecocéntrica (conectividad y afinidad emocional) (Amérigo et al. 2012). La predisposición ambiental es la intención de las personas para realizar acciones proambientales. Está definida por la actitud y, especialmente, por la disposición de dedicar esfuerzo físico, económico o de tiempo, la norma subjetiva, y el control conductual percibido (Gomera Martínez 2008). También, Aránzazu y Amérigo (2006) exponen que esta predisposición debe analizarse en una combinación de otras variables, donde, si bien el individuo debe tener conocimiento, también debe estar al tanto de los cursos de disponibles y las acciones más efectivas en cada situación. Esta pluralidad de perspectivas genera una diversidad de aspectos respecto del uso de la variable de preocupación ambiental como predictor de conductas, que tiene correlato con el sistema de creencias individuales, pero que predice relativamente poco el comportamiento ambiental. En la práctica, los resultados de trabajos en esta perspectiva metodológica evidencian que la comprensión básica de la relación entre actitud y comportamiento se podría encuadrar en el concepto de disonancia cognitiva entre pensamiento y acción, o entre creencias contradictorias. Por ello, actitud y el comportamiento no se relacionan precisamente de manera lineal (González Arismendi 2018). Se ha intentado explicar las discrepancias por la influencia de factores de distinta índole y, en términos simplificados, se plantean tres enfoques: el primero se refiere a la eficacia de la conducta individual; el segundo, a la influencia de los valores individuales y colectivos, y el tercero, al grado de entendimiento de la emergencia ambiental. El primero de los enfoques alude a las decisiones del individuo, que deberían estar mediadas por las variables que intervienen en el proceso de toma de decisión conductual. Estas son el análisis de costes-beneficios percibidos de la conducta, el conocimiento o dificultad de la conducta, la autoeficacia, el locus de control, las influencias sociales (Taylor y Todd 1995), las habilidades para desempeñar con éxito acciones (Aránzazu y Amérigo 2006), y la información que poseen las personas acerca de lo que pueden hacer para reorientar su conducta y sus conocimientos sobre las posibles consecuencias (Álvarez y Vega 2009). El segundo enfoque, en torno a las relaciones entre las actitudes ambientales y los valores individuales y colectivos que influyen en los comportamientos, permite evidenciar una relación positiva entre los valores trascendentales (poder, logro, hedonismo, estimulación, autodirección, universalismo, benevolencia, tradición, conformidad y seguridad) y una posición ecocéntrica asociada a la conformación de un nuevo paradigma ambiental (Schultz y Zelezny 1999). También, en este sentido, se sostiene que un grupo de valores podrían promover comportamientos proambientales, pero no dependen solo de aspectos individuales, sino que se vinculan con las culturas colectivas donde las personas actúan como un grupo de interés (Wang et al. 2021). La tercera perspectiva analiza, por un lado, la sensibilidad ambiental en relación con la percepción del riesgo, el apego al lugar y la imitación de comportamientos sociales (Lee 2018). Y, por el otro, se orienta a seleccionar categorías más relevantes de datos de consumo que resulten significativos en su contribución a disminuir la huella de carbono (Venghaus et al. 2022). En concreto, en cuanto a las acciones, los trabajos empíricos establecen cuatro grupos de acciones de eficiencia energética (reutilización y ahorro), el consumo ecológico (Amérigo et al. 2012) y el activismo ambiental (López Miguens et al. 2015). Igualmente se encuentran conductas de buena ciudadanía (como separar/reciclar basura). Sin embargo, más allá de esta autoeficacia individual de las acciones, también se observa el aporte de las conductas a la acción colectiva (Gomera Martínez et al. 2012). En general, antes de que un individuo tenga la intención de actuar en un determinado problema ambiental, tiene que ser consciente de la existencia del problema y de las estrategias de acción que puede tomar como decisor (González Arismendi 2018). Por ello, este tipo de análisis contextualizado e integrado en el valor asignado a los servicios ecosistémicos permite reconocer tipos de conductas, su orientación y los valores implícitos en ellas. Caso de estudio El partido de General Alvarado se ubica en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, sobre la costa del océano Atlántico. Cuenta con una población de 45. 597 habitantes (INDEC 2022). Miramar (mapa 1) es la ciudad cabecera, centro administrativo y principal destino turístico del municipio. Se encuentra a 448 km de Buenos Aires y a 48 km de Mar del Plata. Mapa 1. Localización de Miramar Fuente: elaboración propia. La modalidad turística predominante es la de sol y playa, y recibe aproximadamente 200 000 turistas por temporada (Ministerio de Turismo y Deporte 2021). Asimismo, fuera de temporada recibe una gran cantidad de excursionistas, dada su cercanía a la Mar del Plata y la oferta recreativa de dos espacios naturales relevantes como el Bosque Vivero Dunícola Florentino Ameghino y el Parque de los Patricios. Respecto al perfil de la demanda que visita Miramar, el grupo turístico tipo está conformado por familias con niños, seguido por parejas. Más de la mitad (57,5 %) de los turistas proviene de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y cerca de un tercio procede de otras localidades de la provincia de Buenos Aires (33,5 %). El medio de transporte más elegido por los visitantes (70 %) es el auto propio (Ministerio de Turismo y Deporte de la Nación 2021). En los últimos años, Miramar viene atravesando un proceso lento pero continuo de renovación y adaptación ambiental tendiente a mejorar las condiciones de sustentabilidad. En este marco, y como parte de una decisión política que excede al ámbito del turismo, se comenzaron a formular e implementar una serie de iniciativas locales en la agenda política para favorecer el manejo y conservación de los recursos, y mejorar la calidad de vida de los residentes y la experiencia turística. Para esto, sin duda, se requiere que los residentes y turistas redefinan los patrones de uso de los recursos para avanzar efectivamente por las sendas del proambientalismo. Metodología La estrategia metodológica adoptada es descriptiva, de enfoque cuantitativo, basada en una muestra representativa de residentes y turistas de Miramar, a quienes se les aplicó una escala Likert a través de una encuesta. La construcción de la escala formó parte del operativo metodológico del proyecto de investigación “La valoración socioeconómica de los servicios ecosistémicos del espacio turístico de Miramar (Buenos Aires) y su contribución a la gestión ambiental”,1con la finalidad de determinar la actitud y conducta proambiental de los residentes y turistas de Miramar, para caracterizar los componentes de la actitud e identificar conductas proambientales concretas. Se realizaron 267 encuestas a residentes y 202 encuestas a turistas en la ciudad de Miramar, de 18 años de edad y más; ambos tipos de encuestados constituyen las unidades de análisis. La muestra correspondiente a los residentes cuenta con representatividad demográfica conforme cuotas de sexo y edad del último Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda (INDEC 2010). A su vez, cuenta con representatividad geográfica y socioeconómica, dado que la encuesta fue tomada en distintos puntos de la ciudad y durante diferentes horarios y días de la semana, entre octubre y diciembre de 2022, por lo cual es una encuesta coincidental aplicada en el periodo de pretemporada. Por su parte, los turistas fueron interceptados en lugares donde habitualmente concurren, durante enero-febrero de la temporada turística 2023. Se aplicó un cuestionario semiestructurado, con un bloque específico destinado a medir actitudes y comportamientos proambientales. Para elaborar las afirmaciones de la escala Likert se tuvo en cuenta que la actitud por su naturaleza subjetiva no es susceptible de observación directa, por lo que para inferirse se requiere de la expresión verbal de los sujetos de investigación. Se definieron las expresiones conductuales a partir de las cuales inferir el carácter y sentido de las actitudes y la conducta manifiesta de residentes y turistas en dos instancias: niveles de actitudes y proceso de toma de decisión conductual. En las afirmaciones respecto de los niveles de actitudes se distinguió entre preocupación y predisposición ambientales, dado que ambas nociones definen la estructura interna de las actitudes ambientales y permiten establecer factores actitudinales. En términos operativos se optó por definir estos niveles en función de componentes, aspectos funcionales y dimensiones de análisis, como se detalla en la tabla 1. Tabla 1. Niveles, Componentes, aspectos funcionales y dimensiones de las actitudes
Fuente: elaboración propia. Para determinar si los ítems que valoran las actitudes y comportamientos de los residentes y turistas eran apropiados y representativos respecto a la temática a indagar, se efectuó un relevamiento y selección de afirmaciones de investigaciones previas de la temática. Luego, se sometió el listado de ítems inicial a un trabajo de gabinete entre los integrantes del grupo de investigación, donde se analizó la relevancia, pertinencia y correlación de los enunciados para medir lo pretendido, y se seleccionaron las más consistentes. Una vez definida la escala, se efectuó una prueba piloto para precisar si la formulación de cada ítem era la adecuada en cuanto a claridad y adecuación al nivel comprensivo. En relación con las actitudes ambientales se presentaron nueve afirmaciones acerca de la preocupación y predisposición ambiental, y se solicitó a los encuestados que eligieran una de las cinco opciones de respuestas (totalmente de acuerdo, de acuerdo, ni acuerdo ni desacuerdo, en desacuerdo y totalmente en desacuerdo) para establecer la orientación favorable o desfavorable de la actitud ambiental. Luego se asignó a cada categoría de respuesta un valor numérico del 1 al 5; en el caso de las afirmaciones positivas, el menor grado de acuerdo es el 1 y el mayor grado de acuerdo es el 5. En el caso de la afirmación negativa, la puntuación es inversa: el menor grado de acuerdo es la mayor puntuación (5) y el mayor grado de acuerdo es el menor valor (1). En las afirmaciones del proceso de decisión conductual se tuvieron en cuenta las conductas manifiestas respecto de la interacción con el entorno, el costo de las conductas y su impacto en términos individual y colectivo. Para medir el comportamiento ambiental se presentaron cinco afirmaciones y se solicitó a los encuestados que eligieran una de las tres categorías de respuestas (siempre, a veces, nunca) para indagar la frecuencia de realización de las conductas concretas. Luego a cada categoría de respuesta se le asignó un valor numérico del 1 al 3, que en el caso de las afirmaciones positivas la menor frecuencia de realización del comportamiento indagado es el 1 y la mayor frecuencia es 3. En la afirmación negativa la puntuación es inversa: la menor frecuencia es 3 y la menor es 1. Por último, el análisis de los resultados de la escala permitió asociar las actitudes y comportamientos indagados a los valores ambientales (austeridad, respeto, empatía, corresponsabilidad y coherencia) (Castro Cuéllar et al. 2009). Resultados y discusión Actitudes y comportamientos ambientales de residentes de Miramar En cuanto a las actitudes y comportamientos ambientales de residentes de Miramar, el análisis de los grados de acuerdo obtenidos de las afirmaciones presentadas en la escala Likert (figura 1) determinó que existe una actitud favorable hacia el cuidado ambiental (3,85). Figura 1. Actitudes de los residentes de Miramar Específicamente, las respuestas de las afirmaciones sobre la preocupación ambiental registran los grados de acuerdo más favorables, en un valor promedio de 4,05. Los residentes expresan preocupación ambiental respecto de la contaminación ambiental (4,20); la emergencia del cambio climático (4,19); la necesidad de contacto con la naturaleza (4,14); la erosión costera de las playas de Miramar (4,13); el reconocimiento de que circular en vehículos 4x4 daña la fauna y la flora, (3,96); la protección de los recursos para mantener la calidad de vía (3,90), y la creencia de que la contaminación afecta directamente a su vida (3,82). En cuanto a la orientación de la conducta, se observa una predisposición favorable con un valor promedio de 3,17. Los residentes expresan una mayor predisposición en tomar un papel más activo para solucionar problemas que originan la contaminación (3,46) y, en menor medida, en reconocer que prefiere usar vehículo particular, aunque hubiera transporte público eficiente (2,87). El análisis de las actitudes permite inferir que las sentencias con mayores grados de acuerdo respecto a la preocupación ambiental aluden: principalmente a la responsabilidad asignada al gobierno para ordenar las conductas individuales en materia ambiental, por lo cual la corresponsabilidad en el cuidado ambiental no necesariamente se asume. Luego, al reconocimiento que la emergencia de cambio climático va más allá de las fronteras nacionales y a la necesidad de contacto con la naturaleza por la repercusión en el bienestar de las personas, ambos aspectos ponen de manifiesto una coexistencia de valores empáticos vinculados tanto de componentes cognitivos como afectivos del ambiente. Siguen las afirmaciones asociadas al contexto y a las situaciones específicas (erosión costera y circulación de cuatriciclos), que muestran que la preocupación ambiental es importante cuando está contextualizada y afecta a factores de identidad paisajística del destino turístico. Las aseveraciones con menor grado de acuerdo denotan que la preocupación ambiental se presenta más desde una postura antropocentrista. En tales afirmaciones, el valor del ambiente natural es de utilidad, ya que su conservación se justifica principalmente como un recurso para la mejora de la calidad de vida humana. Al analizar la predisposición ambiental, la solidaridad con el medio natural se reduce cuando depende de conductas individuales que exigen cierto costo o esfuerzo. De hecho, los resultados de la frecuencia de comportamientos proambientales obtenidos de las afirmaciones (figura 2) presentadas en la escala Likert determinaron que existe poco comportamiento efectivo proambiental de (2,08) por parte de los residentes de Miramar. Figura 2. Comportamientos de los residentes de Miramar Los resultados ponen de manifiesto que el comportamiento ambiental más frecuente es no dejar basura en espacios verdes (2,97); ahorrar agua (2,15); reciclar materiales (2,08); comprar productos orgánicos (1,81), y donar tiempo o dinero a causas ambientales (1,42). El análisis del comportamiento ambiental de los residentes permite inferir que este es más significativo cuando se vincula con el medio natural y sus recursos. Tiende a disminuir a medida que el comportamiento implica un esfuerzo personal en acciones relativas a la autoeficacia y habilidades personales (ahorro de agua y separación de residuos) o tienen costo económico. Actitudes y comportamientos ambientales de turistas de Miramar En relación con las actitudes y comportamientos ambientales de turistas, el análisis de los grados de acuerdo obtenidos de las afirmaciones presentadas en la escala Likert (figura 3) determinó que existe una actitud favorable hacia el cuidado ambiental (4,08) por parte de los turistas de Miramar. Figura 3. Actitudes de los Turistas de Miramar Las respuestas obtenidas de las afirmaciones sobre la preocupación ambiental son las que tienen los grados de acuerdo más favorables en un valor promedio de 4,27. Los turistas expresan preocupación ambiental respecto de la contaminación ambiental (4,57); el cambio climático (4,56); la necesidad de pasar tiempo en la naturaleza (4,43); la erosión costera (4,23); la creencia de que la contaminación afecta directamente su vida (4,06); el reconocimiento de que circular en vehículos 4x4 daña la fauna y la flora (4,03), y la protección de los recursos para mantener la calidad de vida (4,02). En cuanto a las respuestas obtenidas de las afirmaciones relativas a la orientación de la conducta, se observa una predisposiciónfavorable con un valor promedio de 3,4 hacia comportamientos proambientales. Los turistas expresan una mayor predisposición a tomar un papel más activo en la solución de problemas que originan la contaminación (3,57) y, en menor medida, en el reconocimiento que prefiere usar vehículo particular aunque hubiera transporte público eficiente (3,24). En el análisis de las actitudes de los turistas se observa, en relación con la preocupación ambiental lo que se denomina consenso ambientalista en las sociedades actuales (García 2006), que se asocia con un componente cognitivo, ya que refiere a temas de agenda global como la contaminación y el cambio climático. Aunque valoran la interacción en la naturaleza, esta empatía se refiere más a aspectos afectivos individuales, ya que la preocupación por la calidad ambiental y la sostenibilidad de los recursos turísticos locales presentan los menores grados de acuerdo. El análisis de la frecuencia de los comportamientos proambientales obtenidos de las afirmaciones presentadas en la escala Likert (figura 4) determinó que existe poco comportamiento efectivo proambiental de (2,17) por parte de los turistas de Miramar. Figura 4. Comportamiento de los turistas de Miramar Fuente: elaboración propia. Los resultados ponen de manifiesto que el comportamiento ambiental más frecuente es no dejar basura en espacios verdes (3); le siguen reciclar materiales (2,41); ahorrar agua (2,32); comprar productos orgánicos, y dar tiempo o dinero a causas ambientales (1,42). El análisis del comportamiento ambiental de turistas permite inferir que este, como en el caso de los residentes, es más significativos cuando se vincula al medio natural y sus recursos. Sin embargo, aunque se ponen de manifiesto ciertas habilidades adquiridas en la separación de residuos, la tendencia es que las acciones disminuyen a medida que los comportamientos requieren un esfuerzo personal en cuestiones relativas a la autoeficacia y habilidades personales (ahorro de agua) o tienen costo económico. Conclusiones La preocupación personal manifestada por los residentes y turistas de Miramar hacia la problemática ambiental es alta, aunque no están tan dispuestos y efectivamente realizan con menor frecuencia acciones que signifiquen un costo de esfuerzo, tiempo o dinero en pos del cuidado ambiental. Es decir, no existe correlación directa entre la preocupación ambiental y los comportamientos efectivos. Esta brecha entre actitudes y comportamientos es algo más amplia en los residentes, ya que los turistas registran mayor conciencia e implicación concreta. En ambos grupos el valor ambiental con una expresión más positiva es la empatía asociada a la identificación con la naturaleza; para los residentes en términos de sentido de pertenencia, y para los turistas en función del disfrute del ocio. En consecuencia, podría asumirse un relativo valor asociado al respeto, ya que está condicionado por cierta falta de un valor solidario de los turistas respecto de su preocupación por la calidad ambiental de los atractivos turísticos locales. Por otra parte, también en ambos grupos, en sentido negativo, se evidencia que el valor de la corresponsabilidad en referencia al compromiso individual en rango amplio de comportamientos proambientales se le asigna a otros (al gobierno, por ejemplo) más que a sí mismos. En el mismo sentido, se observa que el valor de austeridad no predomina en las conductas ambientales. Pese al consenso ambiental manifiesto, las conductas que requieren ahorrar consumos o algún esfuerzo o habilidad para reducir o reutilizar materiales presentan menos frecuencia. En términos de valores ambientales, esta falta de correlación evidencia la falta de coherencia, ya que no actúan en consonancia con sus preocupaciones. De hecho, aún persiste una mayor visión antropocéntrica en cuanto al esfuerzo que significa conservar la naturaleza en términos de austeridad en el consumo y corresponsabilidad en las acciones. Sin embargo, cabe destacar que se registra cierta ética biocentrista cuando se trata de la interacción directa con la naturaleza; o sea, existe una empatía manifiesta en referencia al servicio ecosistémico recreativo cultural de los espacios turísticos. En el caso de los residentes, el paisaje natural parece ser la variable más influyente en su comportamiento. Esto resulta importante porque, como plantea Roth (2000), el territorio contribuye a desarrollar la identidad y facilita la conducta gregaria de quienes lo comparten, así como la acción para la integración, la solidaridad, la pertenencia y la defensa de este, generando comportamientos comunitarios. Tanto la preocupación ambiental como la predisposición ambiental de los turistas parecieran estar subordinadas más a objetivos de su experiencia recreativa que de conservación de los atractivos turísticos que visitan. Esto implicaría que su preocupación ambiental es una postura básicamente homogénea (García 2006) asociada al consenso ambiental referido, que no representa un valor solidario del lugar que visitan. En términos generales, analizar las actitudes ambientales permite identificar los componentes culturales, simbólicos y cognitivos que sustentan los patrones de interacción sociedad-naturaleza y orientan los usos de los recursos. Y, asimismo, los comportamientos efectivamente realizados, sea para reducir el daño ambiental o para promover la conservación de los recursos, revelan los avances en términos de internalización de valores ambientales e implicación concreta en los desafíos ambientales. Sin embargo, la dimensión humana del hecho ambiental es mucho más compleja que una relación directa entre el constructor de actitud, como predictor del comportamiento. Además, los contenidos de las actitudes son diversos y dinámicos como la situación particular de las personas y el contexto de ejecución de los comportamientos. El objetivo del cambio comportamental de estos grupos exige formular criterios de sostenibilidad ambiental superadora que propicien un cambio en el comportamiento humano, en torno a una mayor concientización y buenas prácticas ambientales. En este camino, se requiere avanzar en la comprensión de los factores que favorecen y limitan la adopción de comportamientos sustentables para contribuir a explicar la brecha entre el sentir, pensar y hacer, y generar información valiosa para formular e implementar políticas públicas y diseñar intervenciones situadas y estratégicas. 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