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vez, configuran los procesos de desterritorialización y reterritorialización urbana como modos
de acumulación del capital (Delgado-Ramos 2016).
La basurización de Hidalgo no es un proceso reciente. Sus orígenes pueden ubicarse en
el periodo colonial. Las primeras minas de plata de la Nueva España se descubrieron en
Zacatecas en 1546 y unos cuantos años más tarde (1552), en el distrito minero hidalguense de
Pachuca-Real del Monte, aún activo. Los 470 años de explotación y saqueo de este distrito
hacia urbes, primero, transatlánticas y, luego, transnacionales han producido cerca de 40 000
toneladas de plata y 231 de oro, que en el caso del primer metal equivalen a 16% de la
producción nacional y 6% de la producción mundial (SGM 2021). La naturalización del
abandono de sitios mineros, que se constata en todo el mundo, en Hidalgo ha generado 751 de
los llamados pasivos ambientales mineros, de los cuales 582 representan un riesgo alto para la
población y 487, para los ecosistemas (SGM 2021).
Por otra parte, con la apertura en 1887 de la Compañía Manufacturera de Cal Hidráulica
comienza la historia cementera del estado, que hoy se concentra en el corredor Apaxco (en el
Estado de México)-Tula (Hidalgo)-Atotonilco (Hidalgo) por la importante formación de roca
caliza que ahí se encuentra (Hernández-Arellano 2020). Más tarde, en la zona comenzó a
fabricarse el cemento Portland que sirvió para los grandes proyectos de infraestructura del
porfiriato, como el Puerto de Veracruz y el Gran Canal de Desagüe de la Ciudad de México
(Ramírez-González 2018). En el corredor Apaxco-Tula-Atotonilco se encuentran hoy plantas
de Holcim, Cemex, Cruz Azul, Lafarge, Carso-Elementia (Fortaleza) y varias caleras. Por ello,
Hidalgo es el principal productor de cemento en México, con el 21,9% de la producción
nacional. En 2003 se instaló Ecoltec (ahora Geocycle), filial de Holcim-Apasco, con el objetivo
de “coprocesar” residuos en el energívoro proceso de producción del cemento. En 2012, tras el
cierre del Bordo Poniente (CDMX), el que alguna vez fue el relleno sanitario más grande de
América Latina, 3000 toneladas de RSU empezaron a incinerarse en las plantas de Cemex en
Huichapan y Atotonilco (ambas en Hidalgo) y en Tepeaca (Puebla). Para lo anterior, el acuerdo
incluía el pago por parte del Gobierno de la Ciudad de México de 20 USD por tonelada de RSU
a la empresa (Carrasco-Gallegos y Vargas-Juvera 2015).
Estas actividades, sumadas a las de la Refinería PEMEX de Tula y la planta
termoeléctrica Francisco Pérez Ríos, condujeron a que desde 1989 la región del Valle de Tula
se clasificara como zona crítica en materia de contaminación atmosférica y a que en 2008
tuviera la incidencia de infecciones respiratorias agudas más alta de México (ICM 2021). En
2018, los niveles de partículas suspendidas (PM
10
y PM
2.5
) provenientes, sobre todo, de la planta
termoeléctrica y de la producción de cemento y cal superaron los límites establecidos para