18
antes, opulenta, excesiva, lujosa y hedonista y la de ahora, frugal, empobrecida, limitada y
sumamente complicada. A su vez, el joven Ritchie Alsted es el responsable de la oficina de
turismo en Nauru, una actividad que no deja de ser incipiente, ya que la isla no tiene
lugares de atracción para impulsar tal iniciativa. Ambos testifican el desastre ecológico
actual y sus implicaciones para el día a día. Ambos lamentan cómo los valores
comunitarios como la generosidad y la prodigalidad entre familias se han erosionado con la
decadencia económica de la isla. Ambos concuerdan en decir que la responsabilidad de la
situación actual recae tanto en la dejadez de las autoridades como la propia población. Para
el joven Ritchie, la época de abundancia permanece en su memoria como un recuerdo
remoto y fragmentado. Ambos, finalmente, no manifiestan rencor ni tampoco animosidad
por lo sucedido, sino un fatalismo disfrazado de alegría Micronesia. La joven adolescente
Mitsie Jones, que sueña con ser corredora de velocidad y participar algún día en los Juegos
Olímpicos, tiene que entrenarse en una vieja pista de atletismo y en la única carretera de la
isla, y solicitar, además, una cooperación voluntaria entre los habitantes para poder viajar y
representar a su país en estos certámenes internacionales.
Estos testimonios de nauruanos son una muestra de cómo un sistema de producción
y acumulación fallido afectó, años más tarde, la vida cotidiana de los nauruanos, adultos
mayores, jóvenes y adolescentes (Folliet 2014). Se trata como diría Zizek (2009, 19-25) de
una violencia objetiva, sin rostro, sin culpables de carne y hueso. Una violencia ejercida por
el capital como sujeto autómata (Marx 2009, 173), es decir, un sistema de dominaciones
abstractas. Dicha violencia surtió varios efectos para con la vida de los habitantes de la isla.
La urbanización de Nauru es una de sus manifestaciones palmarias, ya que modernidad y
ciudad van de la mano y corresponde al modelo de desarrollo que impone el capitalismo,
detrás del cual se encuentra otra expresión de la fractura metabólica (Williams 2001).
Nauru se parece, más que a un centro urbano próspero, a uno de los múltiples
suburbios del lumpenproletariado planetario engendrados por la globalización neoliberal,
cuyos epicentros son los países y las economías occidentales. Además, los periodos de auge
y crisis económica en Nauru pueden entenderse a partir de su articulación respectiva con
ciclos del valor, es decir, con ciclos de explotación del fosfato por el capital. Esto es,
primeramente, el colonialismo político y económico de la isla, y, posteriormente, una suerte