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doi.org/10.17141/letrasverdes.33.2023.5594
Análisis comparativo de la movilidad sustentable en la CDMX y Santiago
de Chile
Comparative Analysis of Sustainable Mobility in Mexico City and Santiago de
Chile
Elías Robles-Andrade, Instituto Politécnico Nacional, México, samyeli1006@gmail.com,
orcid.org/0000-0002-2968-0818
María del Rocío Soto-Flores, Instituto Politécnico Nacional, México, msotof@ipn.mx,
https://orcid.org/0000-0002-6033-1472
Christian Muñoz-Sánchez,* Instituto Politécnico Nacional, México, cmunozs@ipn.mx,
https://orcid.org/0000-0001-8692-4252
*Autor para correspondencia
Recibido: 26 de julio de 2022
Aceptado: 16 de octubre de 2022
Publicado: 31 de marzo de 2023
Resumen
La movilidad sustentable es una de las asignaturas pendientes en las metrópolis que aspiran a
desarrollarse en un escenario propio de las ciudades inteligentes, de conformidad con la Agenda
2030 y los Objetivos para el Desarrollo Sostenible. La presente investigación aborda la
movilidad en la Ciudad de México y en Santiago de Chile, mediante un análisis comparativo
de las políticas públicas y los instrumentos normativos nacionales y locales que abordan los
aspectos generales de las metas u objetivos para mitigar el cambio climático y transitar a un
esquema de movilidad sustentable. Con un enfoque cualitativo y un alcance exploratorio y
descriptivo, en la investigación se busca evidenciar las disimilitudes, convergencias y
oportunidades que tienen las dos ciudades para arribar a dicha transición. Esto, en un contexto
en el que el Reporte Global de Brecha de Emisiones evidencia que México no está en el camino
ni siquiera de cumplir con sus propias metas en la materia y que los países de América Latina,
en general, no están haciendo los esfuerzos suficientes para mitigar las emisiones en sectores
altamente estratégicos. Tanto México como Chile se caracterizan por promover, firmar y
ratificar los tratados internacionales sobre la reducción de emisiones de GEI, y han incorporado
los acuerdos en su marco normativo y esquemas de planeación. Sin embargo, en el nivel de
ejecución, se aprecia la falta de instrumentos totalmente efectivos.
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Palabras clave: movilidad sustentable; cambio climático; transporte; Ciudad de México;
Santiago de Chile
Abstract
Sustainable mobility is one of the pending issues in the metropolises that aspire to develop in a
scenario typical of smart cities, within the framework of the 2030 Agenda and the Objectives
for Sustainable Development. In this research, the mobility in Mexico City and Santiago de
Chile is addressed, through a comparative analysis of public policies and national and local
regulatory instruments that regulate the general aspects of the goals or objectives for mitigating
climate change and transitioning into a sustainable mobility scheme. With a qualitative
approach and an exploratory and descriptive scope, the research aims to show the
dissimilarities, convergences, and opportunities of the two cities to reach this transition. In a
context in which the Global Emissions Gap Report shows that Mexico is not even on the path
to meeting its own goals in this area and that the countries of Latin America, in general, are not
making sufficient efforts to mitigate emissions in highly strategic sectors, both Mexico and
Chile are characterized by promoting, signing, and ratifying international treaties on the
reduction of GHG emissions, incorporating these agreements into their regulatory framework
and planning schemes. However, at the execution level, there is an evident lack of fully effective
instruments.
Keywords: sustainable mobility; climate change; transport; Mexico City; Santiago de Chile
Introducción
La movilidad urbana está fuertemente influenciada por un espectro de factores económicos,
sociales y políticos, lo que conduce a analizar las condiciones, tendencias e implicaciones de
las soluciones de movilidad urbana sostenible para los distintos países (Lah 2019) que
conforman la región latinoamericana y presentan problemas comunes de movilidad, derivados
del crecimiento y la concentración urbana en las grandes ciudades.
En México, según los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto
Gubernamental 2017, la satisfacción de la población de 18 años y más con los servicios públicos
bajo demanda y el transporte público masivo automotor fue de tan sólo el 31,3%. El nivel más
bajo lo ocupan los servicios públicos básicos, calles y avenidas y la Policía (con un nivel de
satisfacción de 23,7 y 23,8%, respectivamente) (INEGI 2017).
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Instancias como la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU 2006) reconocen
que la movilidad sustentable es uno de los componentes fundamentales de las ciudades
inteligentes. Ese organismo destaca que, si bien las ciudades son una fuente de los problemas
medioambientales, también en ellas es donde se generan las soluciones. Los problemas de
movilidad no son exclusivos de la metrópoli mexicana; en lugares como Santiago de Chile
(Poole Fuller 2017) y Estambul (Canitez 2019a) se ha mostrado que uno de los principales
problemas de la ciudad es el tráfico o la congestión, así como la polución y los accidentes
asociados, aunque muchas grandes ciudades del mundo comparten ese tipo de problemáticas.
Los sistemas de transporte han sido las principales fuerzas impulsoras del desarrollo
económico y social a lo largo del siglo XX. Sin embargo, las actividades de transporte urbano
son, al mismo tiempo, un importante contribuyente de los impactos negativos descritos en el
párrafo anterior, particularmente en aquellas ciudades donde los niveles de motorización son
altos, y la dependencia del automóvil es el modo dominante de viaje individual (Canitez 2019b).
Ello puede causar congestión, contaminación y daño al patrimonio natural y cultural de la
ciudad (Hennig 2011). Justamente ciudades como Santiago de Chile y Ciudad de México se
caracterizan por sus elevados niveles de motorización y una gran dependencia del automóvil
como medio de transporte individual.
En ese tenor, las preguntas que orientan el presente artículo son: respecto de las diversas
acepciones de movilidad sustentable, ¿cuáles son algunas de las más relevantes en el contexto
local e internacional? ¿Cuáles son los componentes de la movilidad sustentable? ¿Cuáles son
las políticas públicas y los instrumentos normativos que orientan, dirigen o coordinan los
esfuerzos para cumplir las metas relacionadas con el cambio climático y la movilidad
sustentable? ¿Cuáles son los medios de transporte alternativo (de carácter ecológico) que
pueden contribuir al nuevo paradigma de movilidad?
La estructura del texto es la siguiente. En el primer apartado se reflexiona sobre la
movilidad sustentable. En el segundo se describe la metodología del estudio. En el tercero se
exploran los retos de la movilidad sustentable en Santiago de Chile y Ciudad de México, y se
realiza análisis comparativo, con énfasis en las políticas públicas. En el cuarto apartado se
presentan los resultados del análisis y en el último, la discusión y conclusiones.
Movilidad sustentable
La sustentabilidad o sostenibilidad en el caso de la movilidad “no se limitan únicamente al
desarrollo de sistemas que minimicen los tiempos y costos de desplazamiento de personas y
mercancías, sino también analizan su contribución al desarrollo social, al uso racional de bienes
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escasos (como la energía y el espacio urbano) y a los impactos sobre el medio ambiente”
(Acevedo y Bocarejo 2009, 72). La noción de sustentabilidad de la movilidad está asociada
generalmente a un contexto urbano. El modelo intensivo del uso del vehículo privado a escala
global ha sido uno de los factores determinantes para generar una movilidad deficiente
(Lizárraga Mollinedo 2006).
El concepto de sustentabilidad urbana en el cual se encuentra asociado el de movilidad
sustentable se relaciona con la capacidad de la ciudad para ser autosuficiente en los insumos
requeridos para su funcionamiento, así como con las formas de organización y actuación de los
agentes sociales, económicos y políticos para alcanzar un crecimiento y un desarrollo adecuado
y sostenido (Jiménez-Jiménez, de Hoyos-Martínez y Álvarez-Vallejo 2014). Sin embargo, es
una realidad que la movilidad actual en grandes ciudades es insostenible, está caracterizada por
una extrema inequidad, asevera Perschon (2012).
La categoría conceptual “movilidad sustentable” nace a raíz de la preocupación por los
problemas medioambientales y de carácter social, ocasionados por la generalización de la
sociedad de consumo durante la segunda mitad del siglo XX, con base en la preminencia de
una conciencia individualista y el uso casi exclusivo del automóvil como medio de transporte
(Santos, 2018). Existen políticas de movilidad sustentable -gestionadas por la administración
pública- enfocadas al transporte y destinadas a reducir la congestión de las vías, el consumo de
combustible y a controlar la cantidad de vehículos en circulación. No obstante, dichas políticas
han demostrado no ser lo suficientemente efectivas (Ferreyra 2014).
La movilidad sustentable también busca proteger a los colectivos más vulnerables
peatones, ciclistas o personas con movilidad reducida, dar valor al tiempo empleado en los
desplazamientos, internalizar los costos socioeconómicos de cada medio de locomoción y
garantizar el acceso universal de todos los ciudadanos a los lugares públicos y equipamientos
por medio del transporte público colectivo o en medios no motorizados (Comisión Ambiental
de la Megalópolis 2018). En otras palabras, la movilidad sustentable está dirigida a garantizar
el desplazamiento de la población de una urbe mediante procesos que sean amigables con el
medioambiente, cuidando también la calidad de vida de las personas y la creación de espacios
que faciliten y estimulen las relaciones comunitarias de los habitantes.
La ONU ha instrumentado iniciativas globales como la Agenda 2030 de los Objetivos
para el Desarrollo Sostenible (ODS). A partir de estos últimos, es posible definir una visión
para la movilidad sostenible, en torno a cuatro metas mundiales: 1) acceso equitativo, 2)
seguridad y protección, 3) eficiencia y 4) contaminación y capacidad de respuesta a problemas
climáticos. Bajo esta visión, la movilidad sostenible incluiría una mejor provisión de
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infraestructura y prestación de servicios, para apoyar el movimiento de mercancías y de
personas (Mohieldin y Vandycke, 2017) a través del servicio de un transporte sustentable. De
acuerdo con (Curiel-López, 2014), este transporte cumple tres condiciones: permite satisfacer
las necesidades de acceso y desarrollo de los individuos, de manera segura y consistente con la
salud humana y el ecosistema; es asequible y constituye la base de una economía competitiva
y un desarrollo regional equilibrado; por último, limita las emisiones de CO2 y minimiza el uso
de espacio y de ruido.
Para los más pobres, la permanencia del modelo convencional de movilidad,
caracterizado por el uso creciente y dominante del automóvil particular, representa un aliciente
para la desigualdad, en tanto que limita el acceso a bienes y servicios de primera necesidad,
además de impactar negativamente en su calidad de vida (Shaheen, Stocker y Meza, 2019).
Algunas de las medidas que sugieren Nykvist y Whitmarsh (2008) para transitar a un
esquema de movilidad sustentable son invertir en la generación de transporte con nueva
tecnología, proponer opciones que desincentiven el transporte automotor individual y dar pie a
la multimodalidad. En esta materia, Orbe (2017) menciona que nuevos actores y modelos de
negocio emergen, donde la tecnología ha proporcionado soluciones inéditas y la industria ha
experimentado grandes transformaciones. Todo esto significa una nueva cultura de movilidad.
Esos cambios en la forma de pensar de los individuos (Cohen-Blankshtain y Rotem-Mindali
2016; Jing et al. 2019; WBCSD 2015) representan el componente fundamental para la
transformación de los paradigmas de movilidad y, al mismo tiempo, una de las principales
metas de las estrategias de sustentabilidad.
Retos para una movilidad sustentable en la Ciudad de México
Aun cuando México ha mostrado buen desempeño en los sectores manufactureros, agrícolas y
algunos servicios, se requiere de reformas integrales que mejoren las regulaciones comerciales,
impulsen la competencia, reduzcan la informalidad y la corrupción, e intensificar los esfuerzos
para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (OCDE 2022). En los Acuerdos de
París se fijaron metas nacionales de reducción de GEI del 30% para 2030 y del 50% para 2050,
convenidas en la Ley General de Cambio Climático (López et al. 2016).
Los vehículos automotores generan el 22,9% de las emisiones del país. Esta es la mayor
fuente de emisiones, por encima de la generación de electricidad (20,1%). Asimismo, las
externalidades por la preeminencia del automóvil en el sistema de movilidad son transmitidas
a todos los demás, conduzcan o no un vehículo, y generan costos sociales y ambientales netos
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negativos para toda la sociedad, los que se estiman entre el 3% y el 5% del PIB (ITDP 2016;
Polea 2019).
La congestión constituye un problema que a México le cuesta 94 000 000 000 de pesos
al año y por el cual cada persona destina 100 horas anuales en tiempos de traslado (Polea 2019).
Esta dificultad produce, además de las afectaciones sociales, otras externalidades. La
aglomeración de vehículos automotores en la Ciudad de México y su zona conurbada implica
la generación de ingente cantidad de contaminación, que redunda en la mala calidad del aire y
la prevalencia del ruido excesivo. Esto ocasiona serias complicaciones para la salud pública en
la metrópoli (Zamorano González et al. 2019). El problema de la movilidad urbana deficiente,
o su contra cara, la ausencia de movilidad sustentable, trae consigo problemas económicos,
ambientales, sociales y salubres, los cuales se manifiestan en los habitantes de la megalópolis.
La Ciudad de México está muy lejos en el ranking que mide la sostenibilidad de las
principales ciudades del mundo y la calidad de vida de sus habitantes; se posiciona en el lugar
115 de 183 ciudades alrededor del mundo en el Cities in Motion Index 2022. La capital
mexicana está mejor posicionada en las dimensiones de cohesión social y proyección
internacional. Sin embargo, esta no se desempeña de manera óptima en capital humano,
movilidad y transporte y, sobre todo, en medioambiente (IESE 2020).
La Ciudad de México refleja un pobre desempeño en la mayoría de los indicadores del
Cities in Motion Index, aunque el desempeño es aún más cuestionable en temas de movilidad,
medioambiente y gobernanza. Sus problemas de movilidad deficiente (Gwilliam 2002;
Vergragt y Szejnwald 2007) están relacionados con un régimen de transporte que ha
privilegiado el uso del automóvil particular sobre el transporte público, lo que ha ocasionado
que, en 2019, el parque vehicular alcanzara los 5 471 904 automóviles, un aumento del 219%
respecto al año 1989.
De manera institucional, el gobierno federal en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-
2024 establece ejes transversales y generales que engloban esas preocupaciones. El tercero de
estos, “Territorio y desarrollo sostenible”, contempla una serie de criterios para guiar las
políticas públicas al respecto. Sin embargo, en ellos no hay referencias directas a la movilidad
sustentable. Tan solo se avocan, de manera incipiente, a la mitigación de gases de efecto
invernadero (GEI).
Existe también una Estrategia Nacional de Movilidad Eléctrica integrada en el Programa
Especial de Cambio Climático 2021-2024 (PECC) a cargo de la Secretaría del Medio Ambiente
y Recursos Naturales (SEMARNAT), la cual se deriva del Plan Nacional de Desarrollo. En
dicha estrategia se contempla para la zona metropolitana del Valle de México, entre otras cosas,
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una serie de incentivos para los vehículos híbridos o eléctricos, como son la exención de
diferentes impuestos y otras cargas fiscales. Sin embargo, para que los vehículos eléctricos sean
una efectiva elección de transporte ecológico, (Sandoval García, Franco González y Fernández
Morales 2019) el consumo de energía eléctrica deberá provenir de fuentes limpias de energía
y, en específico, de fuentes renovables. Asimismo, la SEMARNAT (2017) cuenta con la
Estrategia Nacional de Calidad del Aire (ENCA), instrumento de planeación para orientar
acciones de control, mitigación y prevención de emisiones y concentración de contaminantes
en la atmósfera, con proyección al año 2030.
A nivel federal, en las reformas a los artículos 4o. y 73, fracción XXIX-C, de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (2020), se plantea el derecho a la
movilidad en condiciones de seguridad vial, accesibilidad, eficiencia, sostenibilidad, calidad,
inclusión e igualdad. A partir de esta reforma constitucional, se expidió (en mayo de 2022) la
nueva Ley General de Movilidad y Seguridad Vial (Diario Oficial de la Federación 2022). Esta
es de observancia general en todo el territorio nacional y contempla un enfoque sistémico, con
base en las externalidades. El Sistema Nacional de Movilidad y Seguridad Vial, Auditorías de
Seguridad Vial y el Sistema de Información Territorial y Urbano constituyen mecanismos de
coordinación de los tres órdenes de gobierno y la sociedad en la materia. La formación y la
cultura de la movilidad y seguridad vial son las bases para priorizar los modos de transporte no
motorizados, los de menor costo ambiental y social, vehículos no contaminantes y la
intermodalidad, así como esquemas de calle completa.
A nivel local, el gobierno de la capital mexicana ha intentado asumir estos retos a través
de instrumentos de planeación como el Programa Integral de Movilidad (PIM), el cual, de
acuerdo con la Ley de Movilidad, establece las líneas estratégicas para garantizar la
funcionalidad del sistema de movilidad de la Ciudad de México.
En 2019, la Secretaría de Movilidad (SEMOVI) instituyó la Red de Movilidad Integrada
(RMI), conformada por el Servicio de Transportes Eléctricos (STE), el Sistema de Transporte
Colectivo (STC) Metro, la Red de Transporte de Pasajeros (RTP), el Metrobús, el Órgano
Regulador del Transporte (ORT), que incluye a los Centros de Transferencia Modal
(CETRAM) y al nuevo sistema de transporte público Cablebús, así como el sistema de
bicicletas públicas ECOBICI.
Si bien el conjunto de estos organismos públicos y servicios concesionados están
subordinados a la SEMOVI, todavía no conforman un sistema integrado en términos operativos,
financieros o físicos. Cada servicio de transporte público o concesionado opera con su propio
sistema tarifario y de recaudo (SEMOVI 2020).
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Retos para una movilidad sustentable en Santiago de Chile
El Gran Santiago es el principal núcleo urbano de la nación chilena, compuesto por 34 comunas,
una población de más de 7 000 000 de habitantes y una extensión de 640 km2. Esta metrópoli
lidera el ranking de segregación urbana entre ciudades, lo que se traduce en altos índices de
disgregación en la ciudad, a consecuencia de las políticas habitacionales que han relegado las
viviendas sociales a localizaciones periféricas, alejándolas del acceso a oportunidades como
estudio, trabajo, áreas verdes, entre otras (CEDEUS 2019).
Como antecedentes del sistema de transporte público en la ciudad de Santiago, durante
la década de 1980, en el marco de profundas reformas neoliberales, se procedió a una
indiscriminada desregulación o privatización, que propició el aumento de las empresas de
trasporte informal. Esto conllevó no solo el creciente número de vehículos de todo tipo en la
ciudad, sino el aumento de las tarifas reales (aproximadamente hasta un 200%). También se
dispararon los índices de contaminación ambiental, congestión vehicular y accidentes de
tránsito (Poole Fuller 2017).
Dentro de las externalidades por emisiones de GEI se pueden contabilizar 4000 muertes
prematuras al año por causa de la contaminación al aire. De igual forma, la seguridad vial
constituye un desafío para Chile, donde se reconoce la necesidad de actuar ante cerca de 32 000
accidentes producidos por conductores distraídos (Ministerio de Transportes y
Telecomunicaciones 2021).
Como estrategia, a nivel nacional, regional y local, los respectivos órdenes de gobierno
chilenos han implementado una serie de programas, planes, proyectos y políticas que buscan
propiciar que, ciudades como la capital chilena, puedan desarrollarse en un esquema de ciudad
inteligente, en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (Ministerio de
Transportes y Telecomunicaciones 2021). De hecho, el Cities in Motion Index 2022 señala que
Santiago ocupa el lugar número 75 de 183 ciudades analizadas. En movilidad y transporte se
ubica en el número 47; planificación urbana en el sitio 54; en imagen internacional en el número
58.
Los principales instrumentos de política pública intergubernamental y de cooperación
internacional en Chile para efectos de transitar a un esquema de movilidad sustentable son la
Estrategia Nacional de Movilidad Sostenible y Programa Nacional de Movilidad Urbana para
la Mitigación y Adaptación al Cambio Climático en Chile, enmarcado en el programa
EUROCLIMA, con financiamiento de la Unión Europea y asistencia técnica de la Cooperación
Internacional Alemana, GIZ. Asimismo, se contemplan instrumentos complementarios o
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estrechamente vinculados, como la Estrategia de Electromovilidad y la Estrategia Climática de
Largo Plazo, la cual también se encuentra enmarcada en el Programa EUROCLIMA+, sin dejar
de mencionar los eventuales Planes Regionales de Cambio Climático.
La Estrategia Nacional de Movilidad Sostenible y Programa Nacional de Movilidad
Urbana para la Adaptación y Mitigación del Cambio Climático, en el marco del Programa de
Vialidad y Transporte Urbano del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones (Ministerio
de Transportes y Telecomunicaciones 2020a), contempla la reducción en un 25% de las
emisiones totales de carbono negro al 2030, respecto de 2016, en un contexto en el que la nación
sudamericana reportó una cantidad de emisiones totales de GEI al año 2018 que superó los 110
MtCo2eq, en donde el sector energía es el principal responsable con un 77% de las emisiones.
El gobierno chileno a su vez ha desarrollado instrumentos como el Programa de
Gobierno 2018-2022, el cual, en lo referente al transporte o movilidad sustentable contempla
en el punto número 2 (Ciudad y territorio) una serie de objetivos y medidas, como desarrollar
Planes de Ciudad; crear un programa especial de parques urbanos; finalizar el Mapocho 42K
Corredor Verde Metropolitano y generar dos fondos concursables: uno para mantención de
ascensores y otro para recuperación de veredas. En el punto número 3 (Transporte digno) se
vislumbra: terminar con el Transantiago el cual ha sido, probablemente, la experiencia más
ambiciosa de reordenamiento del transporte urbano en la región. Proyecto que implicó la
reorganización de las rutas de los buses y su articulación a la red del Metro de Santiago, con
base en el diseño de rutas troncales y alimentadoras (Poole Fuller 2017) en 10 años y
reemplazarlo por un nuevo sistema denominado Transporte Tercer Milenio, que aumentará los
trenes urbanos y la red de Metro, modernizará la flota de buses y generará infraestructura para
integración multimodal.
En 2015, a nivel regional, nace el Programa Estratégico Regional Santiago Ciudad
Inteligente de Corfo, con una hoja de ruta a 10 años. La estrategia se enmarca en cuatro áreas:
movilidad, seguridad, medioambiente y recursos habilitantes. Entre los objetivos del Programa
se encuentran: 1) fortalecer el ecosistema de innovación y emprendimiento de base tecnológica
en torno a Santiago Ciudad Inteligente; 2) fomentar el desarrollo del capital humano en torno a
ciudades inteligentes; 3) posicionar a Santiago como ciudad inteligente a nivel nacional e
internacional para favorecer la exportación de servicios; y, 4) fomentar el uso eficiente de los
recursos de la ciudad.
A nivel local, el Comité de Ministros mandata al Ministerio de Transporte y
Telecomunicaciones chileno (MTT) confeccionar el Plan Maestro de Transporte de Santiago
2025 (PMTS 2025). El MTT convocó a un Comité Técnico multisectorial, el cual llevó a cabo
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la elaboración conjunta del PMTS 2025, a inicios del 2013. Este incluyó proyectos de transporte
masivo, concesiones, ciclovías, conexiones locales y proyectos de vialidad estructurante, como
la línea 7 de metro o el tren Santiago Melipilla. En junio de 2021, el PMTS 2025 se sometió a
un proceso de actualización del cual se desprendió el Plan de Movilidad Santiago 2030. Este
último tomó en consideración aspectos como: la movilidad como servicio, la gestión
operacional, el plan de infraestructura, medidas de gestión de la demanda, logística urbana y la
micro movilidad.
A decir de la Comisión de Ordenamiento Territorial e Instrumentos de Planificación
(CORE 2020), en el contexto del Plan Metropolitano de Movilidad 2030 (PMM 2030), se
requiere plantear escenarios de crecimiento alternativos, que puedan implementarse a través de
la aplicación de políticas públicas de desarrollo urbano; densificación en torno a estaciones de
metro con cuotas de viviendas de bajos ingresos; regeneración urbana en sectores peri centrales
con buena conectividad, y potenciar nuevos centros urbanos, locales y de escala intermedia.
Los ámbitos de acción del PMM 2030 son: Evitar; evitar y reducir la necesidad de viajar.
Cambiar; cambiar a modos más sostenibles. Mejorar; mejorar la eficiencia energética de los
modos de transporte. El ámbito “cambiar” resulta el más importante o el principal. Una
referencia directa del modelo ASI (avoid, shift, improvement, por sus siglas en inglés),
desarrollado por agencias especializadas en transporte europeo (Nykvist y Whitmarsh, 2008).
Metodología
El trabajo se enfoca en una dimensión normativa o programática de la movilidad en la Ciudad
de México y Santiago de Chile, desde la perspectiva de las políticas públicas o de la acción
pública. Si bien el sujeto de estudio lo constituyen estas dos grandes metrópolis, para efectos
de dilucidar la serie de instrumentos o medidas que delinean las políticas de movilidad se
apelará a los marcos normativos o regulatorios de carácter federal que, en materia de movilidad,
inciden en la vida local.
El estudio de ciudades como Santiago de Chile y Ciudad de México se justifica en la
identificación de paralelismos y problemáticas análogas, como los altos niveles de motorización
y una gran dependencia del automóvil como medio de transporte individual. Además de mostrar
problemas similares de movilidad, ambas ciudades presentan elevados índices de
contaminación, congestión e ineficiencia en el tráfico, derivados del crecimiento y
concentración urbana en las dos metrópolis latinoamericanas. De acuerdo con el WBCSD, la
movilidad sustentable es clave para el desarrollo de este tipo de urbes, por lo que los problemas
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de falta de control y coordinación del transporte y el sub-financiamiento son algunos de los
obstáculos para su desarrollo (WBCSD 2009).
En ese contexto, se lleva a cabo un análisis comparativo entre las dos ciudades
latinoamericanas, mediante el contraste de sus experiencias recientes para cumplir con las metas
conducentes a mitigar el cambio climático, mejorar la calidad del aire y transitar a un esquema
de movilidad sustentable. Se pretende con ello explicar la naturaleza y limitaciones de dichas
políticas públicas. Además, poner sobre la mesa los retos comunes y algunas sugerencias para
que estas grandes urbes propicien el desarrollo de un modelo de movilidad sustentable.
En algunos pasajes se hace referencia a la realidad nacional en materia de movilidad y
cambio climático, puesto que muchos de los programas, estrategias, normas o políticas
relacionadas con estos tópicos son del orden federal o nacional y, al mismo tiempo, algunos
indicadores relevantes son analizados en ambas ciudades.
Cierto es que las decisiones o la búsqueda de soluciones a problemas complejos, como
los implícitos en los modelos de movilidad, no pueden resolverse únicamente apelando a
heurísticas convencionales o a métodos como el análisis comparativo. Respecto a este último,
Caiden (1989) sostiene que las preguntas críticas, tanto en la teoría como en la práctica, solo
pueden responderse a través de esta metodología, cuyo valor aumenta con la creciente
internacionalización de la administración pública.
La investigación es de carácter cualitativo y de tipo descriptivo. Aunque el trabajo se
sustenta principalmente en aspectos teóricos, el método de investigación también es
exploratorio, ya que el objetivo de la investigación consiste en llevar a cabo aportaciones
conceptuales respecto a algunos matices de la movilidad sustentable en contextos específicos,
como las megalópolis que son sujeto de estudio. Se utilizó como instrumento de investigación
los indicadores de acuerdo con el IESE Cities in Motion Index 2022, para fortalecer el análisis
comparativo de la movilidad sustentable de la Ciudad de México y Santiago de Chile, que se
pueden apreciar en la tabla 1:
Tabla 1. Indicadores para el Análisis de Movilidad Sustentable de Ciudad de México y
Santiago de Chile
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*NUMO (New Urban Mobility Alliance)
*NUMBEO (Es la base de datos más grande del mundo de información aportada por usuarios sobre
ciudades y países en todo el mundo)
*Metrobits (Es una base de datos sobre transporte urbano, en específico metro, ferrocarril, trenes de alta
velocidad a nivel global)
Fuente: elaboración propia con base en el IESE Cities in Motion Index 2022.
Análisis y resultados
Entre las similitudes identificadas, como resultado del análisis de las políticas de ambas
megalópolis, se puede mencionar la visión común de modernizar la flota de autobuses o medios
de transporte colectivo y generar infraestructura para lograr una integración multimodal. Se
reconoce en ambos espacios que el sector transporte, específicamente a través del uso de
vehículos que producen emisiones de dióxido de carbono (CO2), es uno de los principales
causantes de los efectos del cambio climático y la calidad del aire (Landeros-Mugica y Ortega-
Andeane, 2014).
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En ambas ciudades existe coincidencia en los modos sostenibles de transporte (bicicleta,
transporte público, caminar), pero otros medios como teleféricos y monorrieles son poco
explorados, quizás por insuficiencias presupuestales y la falta de infraestructura
correspondiente.
Existe una preocupación común por abordar la tarea compleja de regular y estandarizar
el conjunto de organismos públicos y servicios concesionados, que intervienen en el sistema de
movilidad. En ambas metrópolis, en sus políticas, programas y normatividad hay una especial
atención a los tópicos de infraestructura, accesibilidad, inclusión social, igualdad de género y
seguridad, entre otros (tabla 2), que presentan resultados poco satisfactorios.
Tabla 2. Oportunidades para transitar a un régimen de movilidad sustentable en la Ciudad de
México y en Santiago de Chile
Fuente: elaboración propia.
Respecto de las divergencias, debe señalarse que el parque vehicular de toda la nación chilena
equivale prácticamente al relativo a la capital mexicana, por lo que las comparaciones entre esta
última y la ciudad de Santiago deben guardar las justas dimensiones. La capital chilena, en el
Plan Santiago 2030 hace mención expresa de dar valor monetario a la huella de carbono o
generación de bonos de carbono, como un aliciente para potenciar los beneficios de evaluar la
huella ecológica de manera individual o colectiva. En México los bonos de carbono constituyen
uno de los mecanismos utilizados por la economía ambiental, empero este solo ha impulsado la
financiación del medioambiente a nivel global. Es decir, (López et al. 2016) hay preeminencia
de los beneficios financieros, donde los países más contaminadores compensan sus
externalidades con la compra de bonos de carbono en países como México y les redunda en
utilidades generadas en la inversión de los proyectos instalados.
Oportunidades para transitar a una movilidad sustentable
Combatir el dominio del automóvil y el bajo promedio de ocupantes por auto
Atacar la inseguridad, accesibilidad e inclusión limitada
Mayor inversión en infraestructura
Tarifas asequibles y medios de pago integrados
Aumentar la presencia de autos, camiones eléctricos y vehículos no motorizados
Intermodalidad suficiente
Presencia incremental de viajes en bicicleta u otros medios ecológicos
Regulación de medios alternativos de transporte y sistemas para compartir vehículo (auto o bici)
Desarrollo de las TICs e innovación tecnológica aplicadas al transporte o movilidad
Vinculación eficiente entre el sector de transporte y movilidad y la política de cambio climático
Capacidad de ejecución de planes y programas
Inversión y mecanismos de financiamiento acordes a los objetivos de las estrategias o planes
Subcentros urbanos y desarrollo orientados a la proximidad y al transporte, favoreciendo los
modos más sostenibles
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En Chile, el sector energía es el principal responsable de la generación de GEI, con un
77% de las emisiones (Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones 2020). En México el
escenario es distinto; según el Inventario Nacional de Emisiones (INECC 2018), el sector
transporte aporta el 24,5% de las emisiones totales del país, equivalentes a 171 megatoneladas
anuales de CO2, lo que representa la mayor fuente de emisiones del país, incluso por encima
de la generación de electricidad (20,1%) (Polea 2019).
Existe en los principales instrumentos de política pública de movilidad en Chile un
mayor realce en la promoción del transporte ferroviario o de implementación de diversos trenes
para el traslado de personas y de mercancías, mientras que en México no existen políticas
públicas orientadas a la potenciación de este medio de transporte.
Se identificaron para ambas capitales que existe preocupación por la sustentabilidad de
la movilidad. Por lo que es común en sus instrumentos de planeación, el énfasis en el
componente social de la movilidad, lo que obliga a poner atención en las desigualdades
territoriales que expresan, aumentan o consolidan otras dimensiones como la cohesión social,
medioambiente, gobernanza, planeación urbana, imagen internacional, tecnología, economía,
capital humano, movilidad y transporte, las cuales se representan y comparan como resultado
de un análisis estadístico en el gráfico 1.
Gráfico 1. Dimensiones Comparativas de la Ciudad de México y la Ciudad de Santiago
Fuente: elaboración propia con base en el IESE Cities in Motion Index 2022.
15
En el marco de una visión de ciudades inteligentes, donde se fomenta el uso del transporte
público (autobús, tren), se busca que el desarrollo se concentre a lo largo de los corredores
urbano y, especialmente en los nodos (estaciones) de la red de transporte público, de acuerdo
con los principios del Desarrollo Orientado al Transporte (DOT). Las nuevas neas ferroviarias
y el Bus Rapid Transit (BRT) brindan oportunidades obvias e inmediatas para coordinar el
transporte y el uso del suelo al promover el desarrollo alrededor de las estaciones. La Ciudad
de México, por ejemplo, ha adoptado de manera explícita el DOT como meta en sus
documentos de planificación (Pojani y Stead 2017), y lo propio ha acontecido en Santiago a
través de sus políticas locales de movilidad.
La gestión de la movilidad o regulación de la demanda de movilidad pasa también por
la promoción de la teleeducación, teletrabajo y teleasistencia, con base en los planes de
desarrollo de las demarcaciones, comunidades, industrias, empresas y los centros de trabajo.
Del mismo modo, se podría evaluar el impacto en la demanda de transporte tras la
implementación de los diferentes esquemas de movilidad compartida: car sharing, bike
sharing, etc. En el caso de la capital chilena este modelo “ASI” (Evitar, Cambiar, Mejorar) se
encuentra incorporado en el cuerpo de sus principales políticas de movilidad, y el ámbito
“cambiar” es el más relevante.
Derivado del bajo desempeño que se ha detectado en la Ciudad de México en los rankings de
ciudades inteligentes en materia de movilidad y transporte, resulta relevante poner énfasis en
los proyectos y en los diferentes tipos de acciones o medidas que han ayudado a ciudades con
realidades similares (Canitez 2019 b), pero mejor evaluadas como la ciudad de Santiago de
acuerdo con el IESE 2022, como se muestra en la tabla 3.
Tabla 3. Análisis Comparativo de indicadores de Movilidad de Ciudad de México y Santiago
16
Fuente: elaboración propia con base en el IESE Cities in Motion Index 2022.
Discusión y conclusiones
Se identifican características propias del sistema de transporte de las ciudades latinoamericanas,
que consiguen posibilitar o nulificar los esfuerzos para transitar a un modelo de movilidad
sustentable, las cuales pueden agruparse en cinco categorías: geográficas, socioeconómicas,
políticas, culturales, medioambientales y tecnológicas.
Respecto de las condiciones geográficas, se observan fenómenos de concentración de
bienes, servicios y fuentes laborales en el centro y de segregación de vivienda popular en la
periferia. Esto puede llegar a encarecer los costos de movilidad para la mayoría de la población,
en correspondencia con trayectos cada vez más largos; y esta situación fue identificada de
manera previa por Canitez (2019a). Por ello se deben implementar medidas para orientar el
desarrollo urbano con base en las necesidades de traslado y disponer de centros educativos,
fuentes de trabajo, centros recreativos y comerciales en las inmediaciones de los distritos
urbanos o semiurbanos, para reducir los viajes.
Las acciones de política pública pueden concentrarse en regulaciones medioambientales
más estrictas y en políticas de fijación de precios o medidas de exacción. Esas disposiciones
podrían desempeñar un papel relevante como medio para desincentivar el uso del automóvil,
estimular la innovación y la tecnología, procurar el cambio de rumbo sociotécnico y
desestabilizar el régimen de transporte existente, el cual está dominado por intereses de grupo.
No.
Indicador
Ciudad de México
Santiago de Chile
1
Renta de Bicicleta
Cuenta con sistema de Renta
Cuenta con sistema de
Renta
2
Renta de Ciclomotor
Cuenta con sistema de Renta
Cuenta con sistema de
Renta
3
Renta de Scooter
Eléctrica
Cuenta con sistema de Renta
Cuenta con sistema de
Renta
4
Estaciones de Bicicletas
480
238
5
Bicicletas compartidas
6500
2500
6
Índice de tráfico
257.2
136.7
7
Índice de permanencia
en el tráfico
7945.7
901.5
8
Índice de tiempo de
viaje en el tráfico
52.1
37
9
Traffic Inefficiency Index
348.8
120.2
10
Índice de emisiones de
CO2
9452.3
3448.2
11
Longitud del Sistema de
Metro
201.07 km
137.7 km
12
Estaciones del Metro
195
139
17
Dentro de tales providencias vale considerar cargos por congestión congestion
charge, el cual ha mostrado un impacto considerable en ciudades como Londres (Nykvist y
Whitmarsh 2008), peajes, parquímetros, estacionamientos, permisos, licencias y otras medidas
que, no solo se enmarquen en la política recaudatoria, sino que formen parte de un plan integral
para regular la automovilidad, transparentar los recursos asociados a las actividades de exacción
(destinados para la movilidad sustentable) y promover medios de transporte ecológicos.
Complementados con sistemas de evaluación eficientes que determinen la pertinencia de
programas como Hoy No Circula en la Ciudad de México, del cual se ha señalado que incentiva
que los hogares con un vehículo busquen adquirir otro.
Se deben regular medios de transporte como scooters eléctricos, ciclomotores eléctricos
y los sistemas de auto o bicicletas compartidas (car sharing y bike sharing). Estos podrían
enriquecer las opciones de movilidad y ayudar a potenciar el uso de transporte sustentable en
el porcentaje total de viajes realizados en las ciudades objeto de estudio (Perschon 2012). En el
escenario de la crisis sanitaria global se observó una reducción en el uso del automóvil y una
tendencia a evitar los medios de transporte colectivo, como resultado de los arreglos laborales
para impulsar el trabajo remoto impuestos por la contingencia. Los beneficios más comunes de
trabajar desde casa incluyen la flexibilidad horaria, la ausencia de desplazamientos y la
reducción de riesgos sanitarios” (Sengupta y Al-Khalifa 2022; Obdržálková y Moravcová
2022). Ello contribuyó en la disminución de la congestión del tráfico, la contaminación del aire
y de otros problemas sociales como el estrés.
Cabe señalar el carácter urgente de una legislación especializada que atienda con
integralidad los problemas que representan los accidentes de tránsito (Fuentes López 2019), de
lo contrario, las calles y avenidas seguirán constituyendo un riesgo considerable para quienes
hagan uso de la bicicleta, scooters u otras formas no motorizadas de transportación.
Sobre los aspectos medioambientales y tecnológicos se aprecia la necesidad de transitar
a un régimen sociotécnico de movilidad, en el que se cauce a las tecnologías de baterías
eléctricas, celdas solares, motores a hidrógeno y la automatización de vehículos. De este modo,
se puede prescindir de motores a gasolina o la quema de combustibles fósiles y utilizar las
nuevas tecnologías para facilitar los servicios de movilidad (Medina Ramírez 2019). Aun
cuando las nuevas tecnologías proveen de múltiples beneficios, también pueden trasladar
problemas al ambiente (Sandoval García, Franco González y Fernández Morales 2019), como
la contaminación por baterías desechadas o por la generación de la energía eléctrica que
alimenta esas tecnologías. Para que los vehículos eléctricos sean una verdadera opción de
transporte ecológico, la energía eléctrica a consumirse deberá provenir de fuentes limpias de
18
energía y, en específico, de fuentes renovables como biomasa o geotermia, dado sus bajos
niveles de intensidad de carbono.
Tanto México como Chile se caracterizan por promover, firmar y ratificar los tratados
internacionales sobre la reducción de GEI y los trasladan en su marco normativo y esquemas
de planeación. Sin embargo, en el nivel de ejecución de las políticas correspondientes, se
aprecia una falta de instrumentos efectivos. A ese respecto, Polea (2019), relata que en ciudades
y en países latinoamericanos, los tratados internacionales sobre la reducción de GEI han
carecido de efectividad, ya que, entre otras cosas, los instrumentos de planeación y de políticas
públicas no están lo suficientemente vinculados o articulados; asimismo, no responden a
visiones integrales de movilidad, y los diferentes órdenes de gobierno presentan falta de
coordinación.
El Emissions Gap Report 2022 evidencia que México está lejos de cumplir con sus
propias metas de mitigación y que los países de América Latina en general no hacen los
esfuerzos suficientes en sectores estratégicos para mitigar las emisiones de GEI, como es el
transporte (UNEP 2021). Es indispensable que el gobierno retome su papel de coordinador y
supervisor e imponer las sanciones convenientes para corregir los excesos de los actores que
participan en la movilidad (Glaeser 2011 en Jiménez-Jiménez, de Hoyos-Martínez y Álvarez-
Vallejo 2014). A lo largo de la investigación se identifica una importante intervención de ambos
gobiernos en el tema normativo o regulatorio para la movilidad urbana, pero no así en la parte
ejecutiva y de aplicación, lo que implica un mayor compromiso y participación del estado e
involucramiento de la sociedad.
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