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doi.org/10.17141/letrasverdes.33.2023.5523
Planteamientos crítico-conceptuales sobre la sustentabilidad
Critical-Conceptual Approaches to Sustainability
Acela Montes de Oca Hernández, Centro de Investigación en Ciencias Sociales y
Humanidades, Universidad Autónoma de Estado de México, México,
amontesdocah@uaemex.mx, orcid.org/0000-0001-6331-3555
Hilda Naessens, Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad
Autónoma de Estado de México, México, hildanaessens@gmail.com, orcid.org/0000-0002-
5042-5547
Recibido: 17 de mayo de 2022
Aceptado: 18 de agosto de 2022
Publicado: 31 de marzo de 2023
Resumen
A pesar de los esfuerzos de algunos políticos, grupos sociales, empresas y sociedad civil por
contener el ecocidio, los grados de deterioro que se vislumbran en el planeta siguen rebasando
las miles de exposiciones teóricas y prácticas y los discursos de sustentabilidad. El objetivo de
esta investigación es examinar algunos conceptos de sustentabilidad desde la perspectiva del
pensamiento crítico. Se llevó a cabo una revisión y comparación de artículos referidos a la
sustentabilidad, desde posturas teóricas multidisciplinarias. Se exponen algunos componentes
críticos de la sustentabilidad, que apuntan a razonamientos científicos y tradicionales para
adquirir una conciencia ambiental.
Palabras clave: concienciación del medio ambiente; diálogo intercultural; educación
ambiental; modelo cultural; pensamiento crítico
Abstract
Despite the efforts of some politicians, social groups, companies and civil society to contain
ecocide, the deterioration of the planet continues to exceed thousands of theoretical and
practical discourses about sustainability. The objective of this article is to examine some
concepts of sustainability from the perspective of critical thinking. From multidisciplinary
theoretical positions, a review and comparison of articles referring to sustainability is carried
out. Critical components of sustainability that point to scientific and traditional reasoning for
the acquirement of environmental awareness are exposed.
2
Keywords: critical thinking; cultural model; environmental awareness; environmental
education; intercultural dialogue
Introducción
La demanda de un tipo de sustentabilidad precisa de todos los sectores, por el equilibrio entre
fuerzas de mercado, condiciones sociales, protección de la naturaleza y sus ambientes. Esta
debería reparar, mínimamente, en las sucesiones ecológicas múltiples. Como sabemos, son el
resultado de perturbaciones y, a su vez, de adaptaciones físicas, antrópicas, políticas y de
mercado. La transición ecológica que experimentan los seres humanos podemos
ejemplificarla con cambios de lugar de residencia, lo que conlleva, por una parte, a la
reducción o el olvido del aprendizaje in situ respecto a su entorno y, por otra, inicia un inédito
reconocimiento ecológico, que puede o no estar ligado a su sobrevivencia. Finalmente, se
busca la articulación o gestación de nuevos aprendizajes.
Ahora bien, ha sido estridente cómo algunos grupos de sociedades industrializadas y
no industrializadas han rebasado el nivel de riqueza-explotación que demandaban. Los seres
humanos han alterado sistemas ecológicos funcionales de hace millones de años, y han
suspendido la continuidad o la lenta recuperación de las tasas de renovación de algunas
especies y de los recursos naturales. Para López Alfonsín y Sol Bucetto (2019, 311):
los mecanismos de recuperación y conservación de especies se encuentran hundidos en
complejos procesos que implican numerosas leyes, convenios y personal, así como un
presupuesto elevado y mucho tiempo de inversión. La reintroducción de las especies implica
que el medio ambiente siga siendo capaz de acoger esta nueva población y también que los
habitantes de las regiones afectadas acepten su presencia.
En el siglo XXI proliferan normativas internacionales, nacionales, estatales y municipales que
se empeñan en establecer valores económicos para las actividades perjudiciales al ambiente.
El problema es que los costos ambientales no reparan en diferencias socioeconómicas,
específicamente de los grupos afectados. Tampoco se invierte para frenar o corregir
actividades que menguan la calidad y cantidad de los recursos naturales.
Además, los procesos ecológicos, sociales, culturales e institucionales carecen de
vínculos integrales por tres razones. La primera es la injerencia del Estado-empresa, propenso
a inclinarse por la ganancia monetaria. La segunda son las discrepancias en cuanto a
conciencia, motivación y acción en su relación con el uso de los recursos naturales. La tercera
es que la ganancia obtenida en el proceso de producción está vinculada directamente con la
opresión a la fuerza de trabajo, y con la máxima explotación a la naturaleza. Por ejemplo, no
3
matar a depredadores de ganado por cuestiones religiosas (reencarnación), de superstición
(malas cosechas o enfermedad) o cosmovisión (símbolo de la noche o los guerreros, los
dioses) promueve daños a la producción agroganadera (traspatio o comercial). De manera
inversa, matar a animales depredadores por recompensas económicas coloca a la especie en
riesgo y origina la sobrepoblación de otras especies.
Los desequilibrios en la relación entre seres humanos y naturaleza se amplían debido a
condiciones determinantes de ocupación-invasión de hábitats por especies (incluida la
humana). A su vez, la llamada interpretación de los hechos fallidos de la sustentabilidad y el
camino hacia esta requieren el pensamiento crítico como propuesta para fomentar la
participación, reunir conocimientos, gestar la indagación y promover la colaboración
informada. En fin, un aprendizaje que, en conjunto con la transformación emancipatoria del
conocimiento tradicional, referido en esta investigación a la explotación de la naturaleza,
asocie decisiones e interpele por la alfabetización ambiental.
Desde el pensamiento crítico, se analizan los conceptos de sustentabilidad que no
comparten axiomas, y las consecuencias positivas y negativas que tienen. El pensamiento
crítico, a través de la educación [sustentable], ha pretendido generar la toma de conciencia en
las personas, por ejemplo, sobre la importancia de conocer los ciclos ecológicos de nuestros
recursos naturales y de implementar acciones que protejan tanto a la naturaleza como a la
sociedad, etiquetando tal propósito como sustentable.
Sin embargo, consideramos que los planes y programas de enseñanza que incorporan
el concepto de sustentabilidad, con vertiente crítica, tienen una aplicación tardía (hasta el
nivel de posgrado o diplomados), además de estar dirigidos a algunas disciplinas sociales. Por
otra parte, en la propuesta de triple hélice (empresa, universidad y Estado) (González de la Fe
2009) con tendencia a la sustentabilidad se desestima a la sociedad, con las culturas que la
integran. Dado que la sustentabilidad es barajada frecuentemente con la sostenibilidad y
viceversa, nos detenemos en las divergencias entre ambos conceptos. Sin embargo, no es
nuestra pretensión disertar sobre las diferencias entre los términos.
A decir de Gallopín (2003), el concepto de sostenibilidad es un modelo lineal. Sin
abandonar la noción, el autor propone un modelo multilineal apropiado para los pueblos de
Latinoamérica o como él lo denomina “con perspectivas del sur”. Como biólogo y ecólogo, el
investigador (Gallopín 2003) incorpora dimensiones ecológicas, culturales y políticas a la
sostenibilidad tripartita: economía, sociedad y ambiente. Le da mayor prioridad a los sistemas
socio ecológicos. Así, en algunas investigaciones ya no imperarán la sostenibilidad y la
4
sustentabilidad como sinónimos (Vanhulst 2019), precisamente por el lugar donde se realizan
y la historia que las caracteriza, pero también por el modelado de conciencia y el
comportamiento de los seres humanos ante las expresiones del capitalismo.
El concepto de sustentabilidad, como sinónimo de sostenibilidad, se vincula a
dificultades en su traducción del inglés al español. Algunos gobiernos se comprometieron y
exigieron que otros cumpliesen con el mandato de desarrollo sostenible que dicta satisfacer
las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para
satisfacer las suyas(PNUMA 1987, 23). El término ha sido una promesa política incumplida,
por carecer de las bases metodológicas interdisciplinares y transdisciplinares que tal cometido
demandaba.
Gallopín (2003, 35) se refiere a la ciencia de la sostenibilidad o el desarrollo
sostenible, desde un enfoque que denomina triple complejidad. Plantea que “la elección de las
«acciones acertadas» no es exclusivamente normativo sino también ontológico y
epistemológico”. Por su parte, Elizalde Hevia (2006) se inclinará por la parte humana de la
sustentabilidad, para integrar las dimensiones éticas y espirituales (cosmovisión).
Para marcar la discrepancia entre lo que dicta la sostenibilidad lineal frente a la
sostenibilidad multilineal (esta última más acorde con la sustentabilidad que favorece debatir
sobre el desarrollo) bastan las paradojas entre los mitos y la razón respecto a la función que
cumplen agua, fuego, tierra, aire y bosque para ejercer el dominio o verse dominados. Solo
pensar y/o decir que la naturaleza tiene derechos se considera subjetivo. Por otro lado, aplicar
tecnología de punta en la exploración y/o explotación de mantos acuíferos o yacimientos de
combustibles fósiles, que asegura beneficios para el desarrollo y el progreso, se considera
desarrollo científico (Horkheimer 2002; Horkheimer y Adorno 2006).
Algunos grupos de empresarios entusiasmados en mayor medida por el crecimiento
económico y, en menor medida, por el desarrollo humano, han contribuido con la
sustentabilidad, reduciendo fuentes energéticas fósiles (biogénicas y minerales) en sus
procesos de producción económica. Lo sustentable como acción ha implicado, en términos
económicos, que en el uso y el manejo de los recursos naturales prevalezcan decisiones
técnicas y políticas sin, claro está, reducir los lucros o peor aún, alentándolos.
Para Aranda (2015, 52), el propio concepto de economía hace alusión a que el
sistema ha sido ordenado racionalmente para el beneficio material de alguien”. La política
pública con enfoque social y adjetivada como sustentable se interesa discursivamente por el
5
respeto al individuo, la igualdad de oportunidades y el enfoque de derechos humanos
(PNUMA 1987).
Algunos grupos sociales de Latinoamérica continúan recibiendo ayudas
asistencialistas públicas y privadas (internacionales y nacionales), lo cual desfavorece los
métodos tradicionales de conocimientos en materia alimentaria, manejo de recursos naturales
y sistemas de gobierno. Formas de producción a pequeña escala han demostrado ser
apropiadas en pueblos andinos y mesoamericanos, por la relación directa con los ciclos
ecológicos de las especies y la provisión directa de recursos naturales (Loyola 2016).
Los discursos de sustentabilidad a nivel de gobiernos han prestado mayor atención a
los sistemas ambientales que a los sociales, en el sentido del cumplimiento o establecimiento
de licencias para el manejo de especies, la captura de carbono y el control de emisiones. Los
instrumentos de regulación ambiental se basan en estándares internacionales que privilegian
las problemáticas urbanas, sin estimular la educación ambiental de la población, por omitir los
riesgos asociados tanto en el sistema social como en el ecológico (Micheli 2002).
El artículo se divide en tres apartados: el primero, referido a esbozos de pensamiento
crítico; el segundo, a algunos conceptos críticos de la sustentabilidad, y el tercero, a criterios
de sustentabilidad con perspectiva crítica.
Metodología
Para determinar las concepciones del término sustentable que integran la visión crítica, se
procedió a una primera revisión en plataformas de búsqueda como Jstor, Scopus y Google
Scholar; la red social para investigadores, Academia y la Revista Iberoamericana Ambiente &
Sustentabilidad (2018-2022). Los títulos se centraron en el dinamismo que ha adquirido el
concepto de sustentabilidad y se discriminó, en un primer filtro, aquellos que se refirieran a
modelados metodológicos, proyectos e indicadores para la recuperación de espacios “verdes”
y especies, postulados en mayor medida por los estudios epistemológicos.
En una segunda revisión, se consultaron las teorías de la sustentabilidad, tomando
como referente el mayor número de citas de los libros o artículos de cada autor, y también
aquellos que, aunque no son los más citados, proponen un concepto crítico. La temporalidad
de publicación de los artículos fue de 1992 a 2022, años en los que se produjo un
conocimiento maduro, después de lo señalado en el informe Brundtland y la Agenda 21. Esto,
para comparar, en las primeras décadas del siglo XXI, la relación entre sucesos mundiales
6
(macroeconómicos, políticos y ecológicos) y acontecimientos de la escala local (movimientos
ambientalistas de indígenas-campesinos).
El tercer filtro de búsqueda se centró en teóricos que discrepan de la propuesta triádica
(economía, ambiente y sociedad) de la sustentabilidad, promoviendo otros conocimientos
menos tecnicistas. El concepto de sustentabilidad viene arropado con temas como poder,
complejidad, saber ambiental y, por supuesto, el tan afamado diálogo de saberes.
Resultados
1. El pensamiento crítico
En los modelos de desarrollo imperantes antes del siglo XXI discurren formas de actuar
divergentes, pues se ha tratado de reemplazar, en mayor medida que proteger, los bienes
naturales y de uso común (agua, bosque, suelo y biodiversidad), altamente capitalizados por el
mercado.
El pensamiento crítico nos ayuda a producir un conocimiento más profundo y analítico
de la realidad, para aportar soluciones y tomar decisiones adecuadas frente a los problemas.
Una persona que lo ejercita es aquella que busca la información más amplia y relevante
posible, para tener diversos puntos de vista al momento de reflexionar y decidir sobre
cuestiones de importancia para el ser humano y su entorno. Es de gran relevancia desarrollar
esta habilidad, para discernir ante diferentes situaciones o escenarios lo que es más
conveniente para las personas y para su entorno natural y social. Se debe iniciar con el
aprendizaje “crítico” desde temprana edad y, si es posible, hasta la universidad, con el fin de
que una persona pueda desempeñarse de manera asertiva dentro de la sociedad (Mackay
Castro, Franco Cortazar y Villacis Pérez 2018).
Lamentablemente, nos enfrentamos al problema de que el pensamiento crítico no se ha
desarrollado en las escuelas; más bien se ha relegado, lo que ha provocado que el espíritu
reflexivo y los análisis de diversos aspectos de la realidad sean menos profundos y críticos o
no existan. En el caso de América Latina, observamos que, en el ámbito de la sustentabilidad,
los análisis críticos han abordado diferentes cuestiones, pero les falta ahondar en las
consecuencias que afectan a los pueblos latinoamericanos, y en el entendimiento de los
problemas que atañen al agua, a los ciclos vitales, al aprovechamiento de la energía, a la
explotación de los recursos naturales, etc. (Loguzzo 2011).
Contar con personas que sean capaces de reflexionar críticamente sobre lo que está
aconteciendo a su alrededor, que analicen en profundidad los problemas reales a los que se
7
enfrentan, que sepan sostener sus argumentos y así lograr una comprensión integral de las
cuestiones ecológicas, por ejemplo, nos habla de personas que respetan y reconocen el valor
de la naturaleza y son capaces de actuar con responsabilidad y tolerancia frente a la diversidad
de ideas que existen en cada sociedad.
Para que una comunidad crezca y se desenvuelva, se necesita que los individuos sean
capaces de aportar soluciones a las necesidades que existen y también, profesionales
responsables, bien formados y con una visión amplia de lo que sucede en la región. Por tanto,
es necesario cuestionar los conceptos que versan sobre la sustentabilidad, sus problemas, las
interpretaciones, deducir posibles alternativas de solución, analizar los pros y los contras,
atender los diferentes puntos de vista e intercambiar ideas. El pensamiento crítico, bien
ejercido, nos conduce a repensar nuestras necesidades, con miras a resguardar los recursos
naturales, para alcanzar una mejor calidad de vida.
2. ¿Qué es y qué involucra la sustentabilidad?
A partir de la búsqueda y revisión de alrededor de 300 artículos publicados entre 1992 y 2022,
tratamos de relacionar algunos conceptos profusamente citados o que han provocado
discusiones en las universidades, los gobiernos, las empresas y los grupos sociales. En la tabla
1 mostramos las aportaciones que pugnan por un cambio del concepto vano y vago de
sustentabilidad a partir de lo que Leff (1998) denomina racionalidad ambiental.
Tabla 1. Comparativos teóricos de la sustentabilidad, con enfoque crítico, 1992-2022
Autor/nacionalidad
Temas de interés del
autor/autora
Año
¿Qué entender por
sustentabilidad?
Inclinaciones al
pensamiento crítico
Fernando Tudela
Español
Políticas públicas sobre
medio ambiente, la
gestión urbana, las
negociaciones
internacionales sobre
cambio climático, las
estrategias de mitigación
y adaptación, los
sistemas complejos, la
interdisciplina y la
historia ambiental.
1992
Debe verse como proceso, no
como fin, y ampliar su
margen. A través de un
proceso arduo de
introducción de una nueva
racionalidad en nuestros
modelos de utilización de
recursos para satisfacer
necesidades reales, presentes
y futuras de la población,
dejando abiertas las opciones,
en la mayor medida posible
(Tudela 1992, 30).
Cuestionamiento y
alternativas
8
Enrique Leff
Mexicano
Desarrollo
sociohumanístico en el
campo de las ciencias
socioambientales, en
particular el estudio
crítico de la crisis
ambiental por la que
atraviesa el planeta y la
humanidad.
1998
Es el saber ambiental
configurado por la
hibridación del mundo, la
tecnologización de la vida y
la economización de la
naturaleza, el mestizaje de
culturas, diálogo de saberes, y
dispersión de subjetividades,
donde se está construyendo y
reconstruyendo el mundo,
resignificando identidades y
sentidos existenciales, a
contracorriente con el
proyecto unitario y
homogeneizante de la
modernidad (Leff 1998, 9).
Razonamiento,
inclusión y diálogo
intercultural
Michael Bonnett
Británico
Aspectos filosóficos de
la educación ambiental,
incluidos los siguientes:
sustentabilidad y
educación para el
desarrollo sustentable,
ideas sobre la naturaleza
y nuestra relación con
ella.
2002
Es intrínseca a la auténtica
conciencia humana. Eso,
como marco mental, no alude
solo a las actitudes hacia el
ambiente, sino que representa
una perspectiva de
consideraciones éticas,
epistemológicas y metafísicas
para describir al ser humano,
y una perspectiva teórica de
preocupación por las acciones
antrópicas, así como las
concepciones y valores
imbuidos en ellas (Bonnett
2002, 16).
Compromiso ético
Jorge Morello
Argentino
Ecología del paisaje y
medio ambiente.
Enfoque biogeográfico y
subsistemas productivo,
social y cultural.
2005
Encaminarnos a una
sustentabilidad socio-
ecológica, reconociendo que
los recursos vivos son
insumos esenciales de la
producción económica y del
avance del conocimiento
científico tecnológico, pero
Procesos
socioecológicos
Saberes y
percepciones locales
9
que deben ser utilizados bajo
prácticas sostenibles y bajo
un nuevo paradigma
productivo
1
(Morello, Pengue
y Rodríguez 2005, 4).
Francisco Ther-Ríos
Chileno
Antropología del
territorio, desarrollo y
gestión territorial,
interdisciplina y
sustentabilidad e
imaginarios territoriales.
2006
Implica incluir los bienes no
capitalizados (Ther Ríos
2006)
Inclusión social
Gilberto Gallopín,
argentino e italiano
y Hebe Vessuri,
argentina y
venezolana
Ciencia y tecnología
para el desarrollo
sostenible, complejidad
y desarrollo sostenible,
nexo sociedad-
naturaleza.
2006
Articulación entre
conocimiento científico y
tradicional
2
con evaluación
crítica (Gallopín y Vessuri
2006, 39).
Vinculaciones entre
conocimientos
Eduardo Gudynas
Uruguayo
Estrategias de desarrollo
sostenible en América
Latina, con énfasis en la
conservación de la
Naturaleza, la situación
de las áreas rurales, y los
límites y posibilidades
que ofrecen la
integración regional y la
globalización
2010
Frente a tulos como
desarrollo “sustentable” o
“sostenido”, lo más
importante es cómo se
abordan cuestiones clave
como el papel que
desempeñan los límites
ecológicos, las formas de
valoración (ética), las
concepciones sobre la
Valoración,
concepción y
apropiación de los
recursos naturales
1
“Si bien es cierto que el Mercosur, está hoy más que nunca en condiciones políticas y técnico científicas para
implementar estrategias alternativas a la economía de mercado donde la sustentabilidad socio-ecológica sea su
objetivo central, existen amenazas serias de que ello pueda lograrse. Los importantes instrumentos aportados
incluso en el plano regional por la economía ecológica para el análisis de las problemáticas urbanas y rurales se
muestran insuficientes si los mismos no se acompañan con una participación social e involucramiento pleno para
la superación definitiva de estos conflictos, en términos de una nueva ecología política en los países del Sur”
(Morello, Pengue y Rodríguez 2005, 8).
2
Aunque el conocimiento indígena o local ha demostrado su valor en muchos casos, no puede ni debe
promoverse sin antes evaluarlo críticamente. No todos los conocimientos indígenas ofrecen soluciones
sustentables a los acuciantes problemas de la actualidad. Las objeciones a las formas de conocimiento no
científico plantean que la mayoría de las soluciones locales son muy específicas (Gallopín y Vessuri 2006, 43).
10
para alcanzar la
sustentabilidad.
apropiación y el uso de los
recursos naturales
(economía), el papel de la
ciencia y la tecnología,
o los modos de debatir y
tomar decisiones (política)
(Gudynas 2010, 46).
Plinio Zarta-Ávila
Colombiano
Economía, gestión
pública, desarrollo
económico local.
2018
Entendida como la
producción de bienes y
servicios que satisfaga las
necesidades humanas y
garantice una mejor calidad
de vida a la población en
general, con tecnologías
limpias, en una relación no
destructiva con la naturaleza,
en la cual la ciudadanía
participe de las decisiones del
proceso de desarrollo,
fortaleciendo las condiciones
del medio ambiente y
aprovechando los recursos
naturales, dentro de los
límites de la regeneración y el
crecimiento natural (Zarta
Ávila 2018, 420).
Participación
ciudadana en la toma
de decisiones y
resolución de
problemas
Ofelia Agoglia y
Lorena Sales
Argentina
Educación ambiental,
pensamiento ambiental
crítico, sociología
ambiental, ética
ambiental y perspectiva
etnográfica de
fenómenos
socioambientales.
2018
Se recurre a la sustentabilidad
para introducir restricciones
al proceso de acumulación,
sin afrontar los profundos
cambios político-
institucionales que implica la
reglamentación de la
propiedad, el control, acceso
y uso de los recursos
naturales y los servicios
ambientales, del mismo modo
que no se promueven
modificaciones profundas en
Cuestionamiento a la
intervención política
en agenda ambiental
y patrones de
consumo dominantes
11
los patrones de consumo,
dejando entrever que, detrás
de tanta unanimidad,
existen intereses de poder
basados en visiones
particulares de lo que se
entiende por sustentabilidad
(Agoglia y Sales 2018, 741).
Víctor Manuel
Toledo
Mexicano
Etnoecología, ciencia de
la sostenibilidad y
ecología política
2019
La sustentabilidad se halla en
el concepto de metabolismo
social, pues ofrece un método
adecuado para abordar de
manera integrada las
articulaciones que se
establecen entre las
relaciones ecológicas (con la
naturaleza) y las relaciones
sociales (entre los individuos
o grupos de la sociedad), no
sólo contemporáneas, sino
históricas (Toledo 2019, 69).
Articulaciones eco-
sociales
Gerard Delanty
Británico
Teoría social y análisis
cultural e histórico de las
cuestiones sociales y
políticas.
2020
Como un (os) modelo (s)
cultural (es) poscorporativo
(s) y como una alternativa
tanto a la concepción
neoliberal de sustentabilidad
como a las definiciones que
solo la ven en términos de
racionalidad técnica en la
implementación de las
políticas acordadas (Delanty
2020, 9).
Activación de
procesos culturales
Álvaro Cálix
Hondureño
Gestión del desarrollo y
transformación social
ecológica en América
Latina.
2022
La forma de ocupación del
territorio y la orientación
económica productiva
resultan contrarias a la
sustentabilidad. El
extractivismo y el rentismo
inmobiliario son dos factores
Alternativas a la
presión económica
de la globalización
hacia los territorios y
debilitamiento de la
participación
comunitaria en la
12
decisivos detrás de esta
configuración socioespacial.
La economía globalizada
ejerce fuertes presiones sobre
el destino de los territorios,
en detrimento de la capacidad
de decisión de las
comunidades (Cálix 2022,
184).
toma de decisiones.
Fuente: Elaboración propia 2022.
De los referentes teóricos que se recogen en la tabla 1, vamos a detenernos en analizar
algunos criterios que consideramos clave para hablar de sustentabilidad crítica.
3. Componentes críticos para la sustentabilidad
3.1 Racionalidad ecológica
Para comprender la racionalidad ecológica, nos remitimos a lo que Esteban (2004, 24)
denomina racionalidad acotada”. Para él, es aquel tipo de racionalidad que depende de
recursos disponibles, esto es, de las limitaciones cognitivas de los organismos y de las
estructuras finitas del entorno”. Es decir, en cuanto no hay restricciones o agotamiento de
recursos naturales en lo inmediato (espacial y temporalmente), la inferencia cognitiva será de
ficción de riesgo o sobria dificultad para acceder a este.
De acuerdo con Esteban (2004, 26), “la noción de racionalidad ecológica es entendida
como el estudio del ajuste entre heurísticas y estructuras medioambientales. Referir a la
heurística parte de dos aspectos: aquello que se aprende teorizando mediante la
concientización (en nuestro caso, lo referente a la ecología) y lo que se practica por inquietud,
ansiedad o riesgos; ambos deben ser congruentes. Las estructuras medioambientales permiten
comprender la dependencia, la dominación y el impacto ecológico de las sociedades sobre los
recursos naturales. Ejemplo de estructuras medioambientales en materia de vivienda son las
cabañas tradicionales irlandesas, las viviendas campesinas y recientemente las smart cities.
Si, además del tipo de construcción de viviendas, se precisan las distancias y los
lugares donde se extraen o desechan los materiales, técnicas, hábitos, cosmovisión, cultura,
representaciones e imágenes de identidad, control de centros urbanos, medios de
comunicación, socialización, territorios, formas de propiedad, entre otros, nos encontramos
frente a exigencias de la racionalidad ecológica.
13
Al referirnos a la sustentabilidad, no es posible soslayar la importancia de generar una
racionalidad ambiental o ecológica. Como es bien conocido, ese concepto se opone a la
racionalidad capitalista, que busca dominar la naturaleza y racionalizar y homogeneizar los
procesos de desarrollo, sin tener en cuenta los “sistemas complejos de ideologías-valores-
prácticas-comportamientos-acciones” que representan a diferentes grupos sociales y culturas,
según lo plantea Enrique Leff (1998). Es por ello que la racionalidad ambiental engloba un
conjunto de intereses y procesos sociales que buscan generar una conciencia ecológica,
aunada a una adecuada utilización de los recursos naturales, y acompañada de un intercambio
de conocimientos y saberes que pueden ayudar a “integrar los principios éticos, las bases
materiales, los instrumentos técnicos y jurídicos y las acciones orientadas hacia la gestión
democrática y sustentable del desarrollo” (Leff 1998, 115).
Según Leff (1998), la racionalidad ambiental se va construyendo a medida que se
incorporan valores y principios que orientan las acciones ambientales. Se apoya en un proceso
educativo que pretende “repensar y reelaborar el saber”. Para ello, es muy importante lograr
que el ser humano tome conciencia de mismo y de su entorno y aprenda a valorar todo lo
que tiene para vivir, aprenda a respetar la naturaleza, y que hay otras formas de contacto y de
conocimiento de ella, que enseñan nuevas maneras de apropiación del mundo.
Desde esa perspectiva, la racionalidad ambiental se abre a lo diferente, a otras
experiencias que vienen de comunidades y grupos étnicos, que llevan a cuestionar y poner
límites a los planteamientos y propósitos científicos capitalistas y a generar una racionalidad
productiva alternativa de desarrollo. Se busca “construir una nueva economía con bases de
equidad y sustentabilidad”, que incluya “las economías autogestionarias de las comunidades y
permitir que construyan sus propios estilos de desarrollo a partir de una gestión participativa y
democrática de sus recursos ambientales” (Leff 1998, 123).
Se trata, entonces, de ir modificando la “lógica del capital” atendiendo a otros valores
y procesos que buscan cuidar los recursos naturales y culturales que tenemos, la “diversidad
biológica del planeta”, ayudar a una mejor distribución de la riqueza acorde a las necesidades
de la población, y así “conservar y potenciar las bases ecológicas de sustentabilidad” (Leff
1998, 118), pensando en el bien común, siempre de la mano de una “integración
interdisciplinaria del conocimiento”.
3.2 Diálogo de saberes e interculturalidad
14
Respecto al diálogo de saberes, se parte de la cronología de los hechos en la conservación o
extinción de ciertos conocimientos. Ello nos permite comprender que, para promover este
diálogo, debe existir un objetivo común, o al menos cercano a las necesidades de los que en él
participan. En la sustentabilidad, se parte de los saberes ecológicos, sociales, culturales,
políticos, éticos, económicos e institucionales. Desde el pensamiento crítico, contribuimos a
marcar algunos criterios del diálogo de saberes, bien para el análisis, la averiguación, la
validación o refutación:
concientización por problemas ecológico-ambientales;
proceso de solución de problemas ecológico-ambientales entre sectores (academia,
empresas, instituciones, organizaciones tradicionales, comunidades) (proyectos,
programas, acuerdos, negociaciones, tratados);
lo intercultural de los interlocutores en la interacción comunicativa. Intercambio de
información y documentos entre grupos culturales diversos;
formas de comunicación (verbal, escrita, simbólica [gestos, señas, expresiones]);
lenguaje. Entonación de voz (cuándo, a quién y en qué momento cambia a fuerte, débil
o moderada), e
intercambio de información material (escritos, tecnología, imágenes, semillas,
alimentos, artesanías) e inmaterial (ideas, creencias, valores).
La forma en la que se discuten esos criterios no obliga a seguirlos de manera secuencial,
simplemente es para organizarlos. La aceptación de los efectos antrópicos (a partir de la
experiencia social y la investigación) en los recursos naturales, entre los implicados, genera el
primer vínculo de aproximación para iniciar y mantener el diálogo; un diálogo intercultural
que sea abierto y sin prejuicios y que pie a que se expresen las diferentes racionalidades.
Una vez identificados los problemas ecológicos, correspondería discutir los acuerdos o
resoluciones entre organismos públicos, privados y comunitarios.
Por otro lado, la interculturalidad, espacio de apertura a otro tipo de pensamientos,
puede prevenir las imposiciones. Ello significa no desatender las formas ocultas o sutiles de
comunicación durante el diálogo. Es necesario valorar, recuperar y respetar las otras maneras
de mirar y saber, las tradiciones, los autores, otras voces y experiencias, para así iniciar la
construcción de nuevos modelos culturales. Es importante reconstruir nuestro presente
teniendo en cuenta la sabiduría popular, ampliando nuestros métodos de trabajo, las fuentes y
horizontes desde los que pensamos.
15
De esa forma, los pueblos y comunidades pueden hablar con voz propia y expresar su
sentir, su manera de vincularse con la naturaleza, para lograr la interacción y la confluencia de
saberes que posibiliten un accionar común (Rosero Morales 2020). El diálogo de saberes
influye en la conciencia humana, pues buena parte de la desesperanza por mitigar los
problemas ambientales y sociales se adjudica a la falta de conciencia y/o saber respecto a la
ecología, de la que formamos parte. De cierta manera, la conciencia humana es cíclica y
conlleva elegir, actuar y pensar la forma de direccionar nuestras acciones.
3.3 Conciencia y actitudes ambientales
¿Qué tan seguros estamos de que los cambios que acontecen en el planeta y las afectaciones a
las especies han sido por la falta de conciencia humana para relacionar los problemas
ambientales con las inequidades sociales o, de manera más clara y simple, con nuestros
comportamientos? En la psicología, la conciencia ambiental se puede evaluar a partir de los
estímulos que reciben los individuos o los grupos en relación con su contexto. En entornos
con cierto grado de deterioro de los recursos y donde la mayoría de las acciones contribuyen
directamente a ello, podemos referir a una conciencia ambiental débil y deficiente para
motivar un cambio personal o social. La medición de actitudes ambientales y sistemas de
creencias frente a estudios académicos sobre cambio climático, efecto invernadero,
pandemias, extinción de especies, disminución de la capa de ozono y agotamiento del
petróleo ha dado como resultado la falta de consenso y el escepticismo por lo proambiental
(Moreno, Corraliza y Ruiz 2005).
Freire alude a que la persona asume el proceso de concientización y va descubriendo
su propia condición de clase, de persona y de identidad; puede pasar de un estado de
conciencia mágica, a la ingenua, para finalmente adquirir la realista” (Morales Bonilla 2018,
85). El trasfondo en la transición de conciencia moderada a reflexiva podría relacionarse con
las representaciones sociales, es decir, el papel que se asume en las fases de desarrollo
humano, que se antojan de madurez reflexiva. La conciencia puede desarrollarse de manera
inversa, es decir, del estado realista al estado de ingenuidad, persuadiéndonos de indagar en el
sistema de opresión, el sistema político, la educación formal, las fisuras democráticas, la
condición de género y las violencias enmarcadas en contextos históricos.
Adquirir conciencia ambiental es parte de un proceso de aprendizaje que Chesney
Lawrence (2008) resume en cinco fases: motivacional o de sensibilización, capacitación,
diagnóstico, estructuración de gestión y formulación de proyectos con etiqueta verde. El
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cumplimiento de las anteriores fases nos lleva a reflexionar sobre las articulaciones sociales,
económicas, políticas e institucionales requeridas para no mutilar el aprendizaje, más allá de
la búsqueda del equilibrio.
En algún momento, los seres humanos eligen bienes y servicios privilegiando los
costos económicos, de manera que la minimización o el desdén por los costos ecológicos nos
lleva a preguntarnos cómo los modelos culturales interfieren en la sustentabilidad con
principios críticos.
3.4 Modelos culturales
El último criterio de sustentabilidad que tomamos es el de Delanty (2020), denominado
“modelos culturales (en adelante MC) para una sustentabilidad crítica. MC no es un término
nuevo; los modelos o patrones culturales son una propuesta de Benedict para explicar las
diferencias que ayudan a la integración de los individuos en determinado grupo. A, es
posible que rituales, normas, conductas, creencias y tradiciones impliquen límites en las
relaciones sociales (García Mejía 2019).
Los seis MC de sustentabilidad (corporativa, medioambiental, social, de estilo de vida,
radical y resiliente) planteados por Delanty (2020), a nuestro parecer, diluyen el concepto de
sustentabilidad crítica, por razones discursivas. El primer modelo cultural (corporativa) es
similar a la propuesta de sostenibilidad lineal y hegemónica (desarrollo sustentable o
sostenible); el segundo y el tercer modelo, denominados medioambiental y social, surgen en
el marco de la política ambiental. Por su parte, el cuarto modelo, que denomina estilos de
vida, procede de los movimientos filosóficos. Finalmente, el quinto y sexto modelo,
nombrados radical y resiliente, se asemejan a los movimientos ecologistas.
Por lo tanto, lo que el sociólogo británico denomina MC es el fraccionamiento de
conocimientos teóricos provenientes de la economía ambiental, la ecología política, la
sociología ambiental, la antropología ecológica y los movimientos ecologistas. Esto contrasta
con el requerimiento de interacción de saberes ambientales que pretende la sustentabilidad
crítica.
El concepto de MC nos ayuda a comprender a la sociedad que pudiéramos llamar, en
términos sociológicos, del consumo; jurídicos, agraria; económicos, capitalista; y, en lenguaje
de ingeniería urbana y antropología, simple o tradicional. Debemos recordar que los MC no
son estáticos, obedecen a un tiempo y lugar; aunque pervivan algunos rasgos culturales, estos
se encuentran en constante retroalimentación energética y mental.
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Es útil comentar que los MC perfilan patrones de comportamiento que se originan a
partir de modos de pensar similares, que surgen de relaciones directas y afectivas, pero
también ante situaciones de riesgo frente a otros grupos sociales, y que no responden al
sistema dominante del que forman parte. Los MC, dentro de los grupos, permiten acercarnos a
la organización social, la distribución de trabajos, la defensa de la propiedad, la promoción de
cambios, la generación de arte, los grupos “elites” dominantes, las estrategias de competencia,
entre otros temas.
Un MC en determinada sociedad puede surgir de un problema ambiental o para hacer
eficiente alguna propuesta. De ahí que permiten seccionar-agrupar a los integrantes de una
sociedad sin importar sus jerarquías, edad, raza o género; es decir, en un modelo impera la
concordancia entre formas de pensar y accionar el conocimiento. Propician que los sujetos
elijan aquellas pautas, creencias, ideas y actitudes que les faculten para adquirir habilidades,
destrezas o simplemente compartir/buscar su identidad en uno o varios MC. Se diferencian de
la cultura (totalidad integradora) porque el sujeto adquiere conciencia de seguir ciertos roles y
patrones de conducta prestablecidos (dogmáticos o tradicionales). Podemos decir que este
proceso es el paso del rito de los seres humanos de lo inconsciente a lo consciente.
Asociar racionalidad ecológica, diálogo intercultural de saberes, conciencia ambiental
y MC nos conduce a una explicación crítica que, por un lado, resignifica el concepto
ecuménico de sustentabilidad y, por otro, genera transformaciones personales y sociales que
pasan por la codificación y decodificación de prácticas sociales y culturales relacionadas con
la explotación de los recursos naturales.
4. La sustentabilidad con pensamiento crítico
La contribución de algunos investigadores e investigadoras a dilucidar el término
sustentabilidad resalta en la búsqueda de interacciones no desmesuradas o incapaces de
producir reacciones cognitivas. Pero ¿cuáles son los criterios de sustentabilidad que se
ofrecen para mantener vigente el término, a pesar de la continuidad de los daños ecológicos?
El pensamiento crítico sobre sustentabilidad parecería contradictorio, por buscar el
razonamiento científico de los hechos. Para algunos sectores sociales, el valor cultural,
estético y patrimonial de la naturaleza, tal como lo refiere O’Connor (2000), se vuelve una
cuestión ideológica y política, antes que un problema ecológico o económico.
La sustentabilidad crítica refleja el cuestionamiento a los proyectos, sus obstáculos y
gestores. Todo ello, impulsado por razonamientos y adquisición de conciencia no gobernada
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por leyes o principios económicos, políticos o culturales. Los procesos socioecológicos de
algunos territorios, ahora frágiles, son incompatibles no solo con principios neoliberales, sino
con demarcaciones infructuosas territoriales, arreglos sociales y aplicación de leyes en
materia ambiental. La relación entre sustentabilidad y pensamiento crítico invita a reflexionar
sobre la asociación de entornos, grupos y personas; acaso con mayor interés se busca
profundizar en la adquisición de conciencia ambiental. Generar libertad de pensamiento y
responsabilidad para con la conservación de los ciclos de la naturaleza, así como prudencia en
el uso de recursos naturales y participación en la conservación del ambiente, gesta
conexiones de aprendizaje que contribuyan a minimizar el agotamiento, la escasez y el
deterioro de la naturaleza, por la transformación de sus elementos en recursos económicos.
Conclusiones
En las revisiones conceptuales sobre sustentabilidad, hay un interés general por modificar el
comportamiento humano (genérico). Sin embargo, también es evidente el entorno global de
interés económico por recursos naturales, promoviendo la disipación crítica del pensamiento
ante acontecimientos negativos para el ambiente. La directriz del concepto de sustentabilidad,
de 1992 a 2022, evidencia notables cambios. Uno de ellos es la apertura del diálogo
multidisciplinar y transdisciplinar mediado por términos, procesos y prácticas ecológico-
biológicas; sin olvidar el etiquetado económico del entorno y los seres vivos. Reflexionar
sobre los mites de la naturaleza promueve la racionalidad ambiental (Leff 1998), lo cual
consideramos que se ha entendido como un principio de voluntad y no de crítica al accionar.
Por su parte, Toledo (2019) imbrica la ecología política con la cultura, al enfatizar las
pulsiones históricas de los pueblos, demarcándose de la acumulación capitalista que no está
dirigida a la consolidación del conocimiento tradicional.
Consideramos pertinente hablar de sustentabilidad y no de sostenibilidad porque es
muy necesaria una visión de conjunto que abarque lo económico, lo social y lo ambiental con
un sistema de valores que priorice todo aquello relacionado con lograr una mejor calidad de
vida. En un mundo globalizado en el que se ha perdido el sentido y el significado de lo que
hacemos, sentimos o pensamos, debemos promover una sustentabilidad crítica que posibilite
una toma de conciencia cada vez mayor del valor y el cuidado que requiere nuestro entorno.
Sólo así podemos reflejar lo anterior en nuestras acciones cotidianas, y que sea ejemplo para
las generaciones futuras.
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Explicar y ejercer la sustentabilidad crítica parte del aprendizaje formal e informal. Se
reconocen aquellas trayectorias históricas, modelos culturales y diálogos interculturales que
coevolucionan con el sistema ecológico, para gestar en los seres humanos conciencia
ambiental respecto a sus modos o estilos de vida. Sin embargo, como lo indica Cálix (2022),
la presión que ejerce el modelo económico corporativo, de dimensiones globales
insostenibles, puede coadyubar en la toma de decisiones con pensamiento crítico si los
ciudadanos asumen una participación efectiva, valoran el conocimiento tradicional y no se
postergan los saberes.
Los saberes que, en muchos casos, se integran por la pertenencia a varios modelos
culturales pueden responder a la presencia de libertad para con la forma de aprender y pensar
la sustentabilidad. La sustentabilidad, como concepto, queda relegada a lo interno de las
personas o del modelo cultural que se ha elegido o asignado. Para transitar a la sustentabilidad
crítica no basta con modelar los comportamientos, advertir sus contradicciones o mostrar
excepciones; se requieren entornos de aprendizaje que faciliten los cuestionamientos.
Finalmente, el pragmatismo del uso del concepto de sustentabilidad con postura crítica
trasciende lo inalcanzable, confuso, contradictorio y complejo del término. No por ello se
niega lo que Boff (2017) nombra falsedad ecológica, producto de la insostenibilidad
económica, política y cultural que prevalece en el mundo. También se evidencia que, aunque
exista un avance teórico crítico de y por la sustentabilidad, sus propósitos no terminan de
concretarse, lo que invita a seguir reflexionando.
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