Eutopía. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 27, julio 2025, pp. 28-49

ISSN 13905708/e-ISSN 26028239

DOI: 10.17141/eutopia.27.2025.6531

 

Desarrollo capitalista, globalización y cuestión agraria en el siglo XXI

Capitalist development, globalization, and the agrarian question in the 21st century

 

Germán Rosati. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) / Universidad Nacional de San Martín, Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (UNSAM-EIDAES) / Programa de Investigaciones sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina (PIMSA);

https://orcid.org/0000-0002-9775-0435;  german.rosati@gmail.com

Adriana Chazarreta.  Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) / Universidad Nacional de San Martín, Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (UNSAM-EIDAES) https://orcid.org/0000-0002-4737-9578; adchazarreta@gmail.com

 

Recibido: 25/04/2025 Aceptado: 26/06/2025

Publicado: 04/07/2025

Resumen

La cuestión del desarrollo capitalista en el agro y sus distintas formas ha sido central en las ciencias sociales. Tradicionalmente, el foco teórico estuvo centrado en las modalidades en que el capital penetraba en la agricultura y en el rol que cumplían el campesinado y los grandes propietarios. Desde mediados de los años setenta, la profundización del desarrollo capitalista, la globalización y la liberalización económica transformaron profundamente la producción agropecuaria a nivel mundial. Este artículo se organiza en torno a dos preguntas: ¿cómo pensar la cuestión agraria en la actualidad?, ¿en qué medida puede esta seguir quedando acotada al “problema campesino” o a la pregunta sobre la supervivencia de la pequeña producción? El objetivo es caracterizar al sector agropecuario y a la población que se inserta laboralmente en él para aportar a la conceptualización de la cuestión agraria en el siglo XXI. La hipótesis es que la generación de una población excedente para el capital (superpoblación relativa) es una vía más fructífera para replantear la llamada cuestión agraria que la pregunta sobre la pervivencia (o no) del campesinado. La investigación en la que se basa este artículo es de tipo cuantitativo y utiliza datos secundarios provenientes principalmente de organismos internacionales como la FAO y la OIT, para caracterizar tanto a los países a nivel mundial en términos del desarrollo del capitalismo como a los trabajadores insertos en el sector agropecuario.

Palabras clave: asalarización, cuestión agraria, desarrollo capitalista, globalización, superpoblación relativa.

 

Abstract

The issue of capitalist development in agriculture and its various forms has been central in the social sciences. Traditionally, the theoretical focus was on the ways in which capital penetrated agriculture and the roles played by the peasantry and large landowners. Since the mid-1970s, the deepening of capitalist development, globalization, and economic liberalization have profoundly transformed agricultural production on a global scale. This article is organized around two questions: How should we think about the agrarian question today? To what extent can it still be confined to the “peasant problem” and/or the question of the survival of small-scale production? The aim is to characterize the agricultural sector and the labor force employed in it in order to contribute to the conceptualization of the agrarian question in the 21st century. The hypothesis is that the creation of a surplus population for capital (relative surplus population) offers a more fruitful path for rethinking the so-called agrarian question than the question of whether or not the peasantry persists. The research is quantitative in nature and uses secondary data mainly from international organizations such as the FAO and the ILO, to characterize both countries worldwide in terms of capitalist development and the workers employed in the agricultural sector.

Keywords: wage labor, agrarian issue, capitalist development, globalization, relative overpopulation.

 

Introducción

El desarrollo capitalista en el sector agropecuario y las diferentes modalidades en que se produce han estado en el centro de las ciencias sociales, al menos desde los últimos 150 años. La reflexión clásica sobre la cuestión agraria comenzó a desarrollarse en el contexto de la expansión de las relaciones sociales capitalistas a territorios en los que estas no imperaban plenamente. En América Latina, las controversias entre teóricos dependentistas y marxistas, y entre campesinistas y descampesinistas durante las décadas de los sesenta y setenta giraban alrededor de las posibilidades de permanencia o no del campesinado. El análisis de los distintos caminos de transición hacia el capitalismo permitió identificar diversas formas de desarrollo: la clásica vía inglesa, la junker y la farmer.

En este marco, la reflexión teórica estuvo centrada en la pregunta sobre las modalidades en que el capital penetraba en la agricultura, un sector considerado no capitalista o en proceso de integración al sistema. Específicamente, se trataba de determinar el papel, la persistencia o la desaparición del campesinado y de las grandes propiedades terratenientes. Así, la cuestión agraria se imbricaba con la campesina y con el debate sobre la transición al capitalismo. Algunos autores han propuesto reformular este enfoque para hablar de la “cuestión agraria del capital” (Bernstein 2006).

Durante los últimos 70 años el capitalismo ha experimentado transformaciones profundas. Entre 1940 y 1970, periodo marcado por importantes guerras campesinas (China, Vietnam, etc.), las luchas sociales coincidieron con los procesos de descolonización y liberación nacional, lo que impulsó reformas agrarias en diversas regiones. Uno de sus principales efectos fue la disminución de la gran propiedad terrateniente precapitalista y la introducción de relaciones sociales propias del capitalismo en la estructura agraria. Para Bernstein (2006), este sería un primer indicio del “fin de la cuestión agraria del capital a nivel mundial”, mientras que para Eric Hobsbawm (1999, 292) representó la “muerte del campesinado”.

Con el avance del capitalismo, la globalización y la implementación de políticas de liberalización económica y ajuste estructural desde mediados de la década los setenta, la integración de la producción agropecuaria de los países dependientes de exportaciones agropecuarias al mercado agroalimentario global también ha cambiado (Tapella 2004). Según McMichael (2002), este proceso se enmarca en un proyecto “globalista” en el que las regulaciones económicas están determinadas por los principios del libre mercado, subordinando las políticas nacionales a normativas supranacionales. Esto se ha materializado en políticas promovidas por organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial que han condicionado la concesión de préstamos a la adopción de ciertas reformas económicas (Kay 2020). Así, ha emergido un nuevo “régimen corporativo alimentario” en el que la seguridad alimentaria queda bajo la influencia del mercado global y de las instituciones financieras internacionales (McMichael 2015).

Los cambios en el sistema agroalimentario internacional (Friedmann 1993) han otorgado un rol predominante a las corporaciones transnacionales, cuyo creciente poder económico se basa en la adopción de paquetes tecnológicos. Debido a esto, se ha intensificado la concentración de la producción, ha disminuido la participación de los pequeños productores agropecuarios y se ha producido un aumento de la dependencia de las grandes empresas transnacionales. También se ha expandido la agricultura por contrato y se ha incrementado el empleo asalariado en condiciones de precariedad, flexibilidad e inestabilidad (Tapella 2004; Teubal 1984). Algunos autores han englobado estos procesos dentro del concepto de “agronegocios”, que busca describir las transformaciones recientes en la producción agropecuaria y resaltar el papel central del capital y su articulación con la economía globalizada (Gras y Hernández 2014).

Estas transformaciones han abierto nuevos interrogantes y líneas de investigación en los estudios rurales: el análisis de los sistemas agroalimentarios en el marco del capitalismo global, el auge de la agroecología como alternativa productiva y el impacto de las prácticas agropecuarias en el cambio climático, entre otros temas. No obstante, sigue vigente la pregunta acerca de la vinculación entre cuestión la agraria y la cuestión campesina.

Dos preguntas generales servirán de ejes para el presente artículo: ¿cómo pensar la cuestión agraria en la actualidad? y ¿en qué medida puede esta continuar reducida a la cuestión campesina o al problema de la supervivencia de la pequeña producción? En relación con la primera pregunta, Byres ofrece un primer intento de respuesta: “a medida que la formación social comienza a ser dominada por la industria y la burguesía urbana, deja de haber una cuestión agraria con implicancias serias” (Byres 1986, 18 [traducción de los autores]). Esta afirmación se fundamenta, por un lado, en el evidente avance del capitalismo agrario en numerosas formaciones sociales y, por el otro, en la constatación de una serie de casos (sobre todo en Asia) que demuestran que es posible que la industrialización capitalista se produzca sin alterar sustantivamente las estructuras agrarias preexistentes. Con respecto a la segunda pregunta, Bernstein (2006, 453-454) es contundente: no tiene sentido hablar de la misma en el siglo XXI y, en todo caso, debería ser reformulada en términos de las profundas transformaciones del capitalismo moderno.

El objetivo del presente artículo es caracterizar al sector agropecuario y la población que está insertada laboralmente en el mismo para aportar a una conceptualización de la cuestión agraria en la actualidad. En ese sentido, la hipótesis que guía este trabajo es que la generación de una población excedente para el capital (superpoblación relativa) es una vía más fructífera para replantear la llamada cuestión agraria que la pregunta sobre la pervivencia (o no) del campesinado. Dada la diversidad de formas que puede asumir esta superpoblación (empleo asalariado intermitente, trabajo formalmente independiente en explotaciones pequeñas e inviables económicamente, desocupación o una combinación de todas ellas), supone un cambio en la conceptualización tanto de la cuestión agraria como del problema campesino.

Se utilizaron datos secundarios provenientes del Banco Mundial, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Estos datos permitieron caracterizar los países en términos del desarrollo del capitalismo y a los trabajadores insertos en el sector agropecuario. En términos temporales, se abarcó desde las últimas décadas del siglo XX hasta el año 2025.[i]

 

Una mirada general del desarrollo capitalista: población y sector agropecuario

Uno de los indicadores más claros del avance del capitalismo puede encontrarse en ciertos cambios en la distribución de la población. A medida que el desarrollo capitalista opera en el campo y en la ciudad, impulsa modificaciones técnicas en la actividad agrícola. Debido a este proceso disminuye la población ocupada en el sector agropecuario y se acelera el ritmo de urbanización de la población. Cada vez una menor proporción de población tiene alguna vinculación directa con el campo. De esta forma, la cuestión agraria empieza a ver disminuida su relevancia.

Como tendencia general agregada de largo plazo este punto parece indiscutible: la población ocupada en la agricultura en el mundo muestra un decrecimiento casi constante, pues pasó de un 43 % en 1991 a un 26 % en 2021 (OIT 2025). El proceso de urbanización de la población muestra un movimiento igual de claro: en 1960 un 66 % de la población mundial residía en áreas rurales, en 1991 descendió al 57 % en 1991 y para el año 2008 más de la mitad de la población comenzó vivir en áreas urbanas (Banco Mundial 2025).

Sin embargo, existen fuertes heterogeneidades en las diferentes regiones del mundo. Si bien en todos países se observa una tendencia clara orientada al descenso de la población residente en zonas rurales, las cifras son divergentes: los países que el Banco Mundial clasifica como de altos ingresos, en 2022 tenían una población rural del 18 % en cambio esta cifra aumentaba a 65 % en los de bajos ingresos. Lo mismo se observa en relación con la población ocupada en el campo: en 2021 en las naciones con mayores ingresos solamente alcanzó un 3 % mientras que en los de bajos ingresos alcanzó un 53 %.

A partir de la tipología de las formas y de los grados en que se produce el desarrollo capitalista a nivel mundial implementada por Donaire, Rosati y Mattera (2021),[ii] podemos identificar cinco grupos de países (esquema 1). Existe una relación clara entre la forma en que se da el desarrollo del capital en el total de la economía y en el sector agropecuario. En el esquema 1 se exponen una serie de indicadores generales al respecto. En aquellos países de mayor desarrollo capitalista (grupos 1 y 2), la mayor parte de la población no tiene relación con el campo: en promedio solamente entre un 3 % y un 14 % de la población ocupada está insertada en la rama agropecuaria. A su vez, la forma de inserción ocupacional asalariada abarca entre un 70 % y un 86 % de la población ocupada total.

Esquema 1. Caracterización de los tipos de países según el grado de desarrollo capitalista

Clúster

Conceptualización

Descripción

Grupo 1

Capitalismo desarrollado en extensión y profundidad

Peso predominante de las relaciones salariales y de servicios

 

 

Grupo 2

 

Capitalismo de extensión reciente con rasgos de desarrollo en profundidad

Predominio de relaciones salariales y servicios, en menor grado que en el anterior

Cierto peso remanente del campo con un muy alto peso relativo de la industria, lo que puede indicar persistencia de pequeña propiedad rural y urbana

 

 

Grupo 3

Capitalismo en proceso de extensión con peso del campo

A diferencia de los anteriores, la suma del agro y la industria supera a la población en servicios y la población en el agro tiende a ser mayor que la de la industria

La asalarización ronda la mitad de la población

 

Grupo 4

Capitalismo de escasa extensión con peso del campo

La población agrícola supera a la industria y servicios, considerados por separado

La población no asalariada es mayoritaria

Grupo 5

Pequeña propiedad en el campo

La población agrícola supera a la suma de industria y servicios La población no asalariada es predominante

Fuente: Donaire, Rosati y Matera (2021).

 

Estas características van cambiando a medida que nos movemos hacia los países de menor grado relativo de desarrollo capitalista. En el grupo 3, más de un 30 % de las personas ocupadas trabaja en el campo y alrededor de la mitad de la población ocupada en todos los sectores de la economía lo hace de forma asalariada. En los grupos 4 y 5 el mayor peso del campo es notorio: en general, la mitad o más de la población ocupada se encuentra trabajando en la rama agropecuaria y el peso de la asalarización en el total de la población ocupada es muy bajo (menor al 27 %).

Pero, ¿qué ocurre con el avance de las relaciones sociales capitalistas en el campo en cada grupo de países? Un indicador aproximativo es el peso de las personas asalariadas entre la población ocupada en la rama agropecuaria. A nivel agregado hay una correlación clara entre el grado de asalarización en el campo y el tipo de desarrollo capitalista. En los grupos 1 y 2 los asalariados representan entre un 33 % y un 43 % de la población ocupada en la rama agropecuaria, pero esos valores descienden notablemente (entre un 5 % y un 17 %) en los grupos 3, 4 y 5.

 

Tabla 1. Indicadores seleccionados para el análisis según tipología de países . Promedio ponderado 2005-2015

 

 

Tipos de países

Indicadores

Asalariados totales (%)

Población agropecuaria (%)

Asalariados agropecuarios (%)

Número de países

Población total (%)

Capitalismo desarrollado en extensión y profundidad

86,3

3,45

43,3

33

22,6

Capitalismo de extensión reciente con rasgos de desarrollo en profundidad

 

70,4

 

13,5

 

32,9

 

32

 

12,0

Capitalismo en proceso de extensión con peso del campo

 

50,3

 

32,1

 

17,6

 

24

 

16,1

Capitalismo de escasa extensión con peso del campo

27,0

48,2

9,3

27

41,7

Pequeña propiedad en el campo

15,3

72,7

4,8

15

7,6

Fuente: Elaborada por los autores con base en Donaire, Rosati y Mattera (2021) y en datos de la OIT y de la FAO.

 

Sin embargo, parece evidente que la extensión de las relaciones salariales es diferente en el campo: en general, en todos los grupos de países la rama agropecuaria presenta una tasa de asalarización mucho menor y representa entre uno y dos tercios de la asalarización en el total de la economía.

El gráfico 1 se muestra una de estas relaciones a nivel de país: en el eje x el porcentaje de población ocupada en la rama 1, y en el eje y la tasa de asalarización en la misma rama. Efectivamente, existe una relación fuertemente no lineal entre ambas. Hacia la derecha del eje X y hacia la parte inferior del eje Y tenemos los países con mayor peso del campo en la estructura ocupacional, y que al mismo tiempo son los de menor asalarización en la rama. Todos estos países corresponden a los grupos 3, 4 y 5, es decir, a los de menor desarrollo de las relaciones capitalistas en sus respectivas estructuras sociales.

 

Gráfico 1. Porcentaje de población ocupada en la rama 1 y de asalariados insertados según tipología de países. Promedio ponderado 2005-2015

Fuente: Elaborado por los autores con base en Donaire, Rosati y Mattera (2021) y en datos del Banco Mundial y de la FAO.

Nota: C1: capitalismo desarrollado en extensión y profundidad; C2: capitalismo de extensión reciente con rasgos de desarrollo en profundidad; C3: capitalismo en proceso de extensión con peso del campo;

C4: capitalismo de escasa extensión con peso del campo; C5: pequeña propiedad en el campo.

A medida que el grado de desarrollo de las relaciones capitalistas es mayor, esta relación se difumina. Particularmente entre los grupos 1 y 2 se observa que, si bien en general muestran porcentajes de población agrícola menores al 20 % (con países que presentan valores por debajo del 3 %) las tasas de asalarización en el sector muestran un rango de valores amplísimo. Esto permite extraer dos conclusiones relevantes. La primera se vincula con un problema derivado de la vieja cuestión agraria: las vías al desarrollo capitalista. La literatura clásica ha identificado tres principales formas de desarrollo del capitalismo en el ámbito rural. Marx (2004) analizó el caso británico, donde la expansión de las relaciones salariales estructuró un sistema agrario compuesto por terratenientes, arrendatarios y trabajadores asalariados.

Investigaciones posteriores confirmaron la validez de estas categorías al evidenciar formas “híbridas” de desarrollo: la vía junker (Lenin 1981, 1983) y la vía farmer (Lenin 1985). Trabajos más recientes (Byres 1986), identificaron otras vías de transición al capitalismo agrario en el este asiático. En Japón y Corea del Sur, a diferencia de Europa, no hubo un proceso de expropiación directa a los pequeños productores campesinos, sino que estos fueron expoliados a través de una elevada presión impositiva, con un papel central del Estado en la conducción del proceso. En conjunto, estos estudios muestran diversas trayectorias históricas en la transformación del sector agrario bajo el capitalismo, cada una vinculada a contextos socioeconómicos específicos.

En el gráfico 1 se puede observar el punto de llegada de las diferentes transiciones y vías de desarrollo. Efectivamente, en los países de alto desarrollo de relaciones salariales y de bajo o medio peso del campo, existe una gran diversidad de situaciones: naciones con una asalarización en el campo superior al 60 % como Eslovaquia, Estonia, Rusia, Argentina, Estados Unidos junto con países con menos del 50 % de asalariados en el campo, tanto dependientes (Chipre, Trinidad y Tobago o Lituania) como imperialistas (Italia, Alemania, Reino Unido, Países Bajos y Francia).

La segunda conclusión, muy vinculada a la anterior, muestra el peso que las formas asociadas a la pequeña producción independiente aún tienen en muchas de las estructuras sociales agrarias de los distintos grupos de países. Pero cabe aquí hacer una salvedad: si bien en muchos de los países de alto desarrollo (grupos 1 y 2) la pequeña producción tiene un peso relevante en el sector agropecuario, el mismo tiene bajo peso en la estructura ocupacional total (menos del 20 % de la población ocupada).

No solamente centrando la mirada en las transformaciones de la población se evidencia el cambio en las formas y la relevancia del “problema campesino”. El análisis de los censos agropecuarios a nivel mundial (que relevan unidades productivas agropecuarias) brinda una imagen bastante consistente con la anterior. La desaparición de explotaciones agropecuarias es un fenómeno extendido en países de alto grado de desarrollo capitalista. Así, entre 1970 y 2013 “resultaron eliminadas el 73,5 % de las explotaciones en Alemania, el 70,3 % en Francia, el 64,5 % en Italia, el 63,5 % en Holanda y el 43,4 % en Inglaterra” (Azcuy Ameghino 2021, 175). Esta desaparición muestra el patrón esperable a priori: se eliminan las unidades más pequeñas y se expanden las más grandes, generando un proceso de concentración del control de la producción en el campo (Azcuy Ameghino 2021, 178). Algo similar ocurrió en Estados Unidos: en 1969 existían alrededor de 2 730 250 de explotaciones y en 1997 quedaban 1 911 859, es decir, se produjo una reducción del 42,8 % en menos de 30 años (Azcuy Ameghino 2021, 184).

Sin embargo, este proceso no parece exclusivo de los países de capitalismo más desarrollado. En el gráfico 2 se ahonda en la evolución de la cantidad total de unidades productivas en 179 países. La información proviene de una sistematización que hizo la FAO de los diferentes censos agropecuarios y tiene algunas características que es necesario mencionar. Los censos se realizaron en años diferentes en cada país. Por ello, la FAO generó una variable llamada “ronda de censos” que agrupa relevamientos en años cercanos[iii] aproximadamente en periodos decenales. La data no es un panel de países: no se dispone de información en todos los casos en cada ronda censal y, por ende, la composición y cantidad de países relevados varía: en las rondas más recientes (2000 y 2010) se dispone de una mayor cantidad de países. Es importante notar que la información presentada constituye una primera aproximación a la evolución de la cantidad de unidades productivas a nivel mundial en un periodo largo (unos 50 años) y que, dadas las restricciones mencionadas, debe tomarse con reparos. Debido a esta situación, en el presente artículo solamente nos referiremos a la evolución del total de unidades y a su composición relativa por estrato de tamaño.

El gráfico 2 se muestra la evolución de la cantidad de explotaciones entre las rondas de 1980 a 2010 por tipo de país. Existen al menos tres países que, dada su escala, requieren una aclaración: Rusia, China e India. El caso de Rusia es importante porque se incorporó a la base de datos en las rondas de 2000 y 2010. Esto hace que dada su escala (aproximadamente 23 224 000 unidades en 2000 y 23 800 000 en 2010) el total de explotaciones del grupo al que pertenece (grupo 1) se incremente a partir de su incorporación. A su vez, China e India se incorporaron al panel en 1990 y ocurrió algo similar: su evolución (que supone un incremento de las explotaciones) impactó en gran medida en los grupos 3 y 4. Es por ello que presentamos para cada uno de estos grupos la evolución total de explotaciones en dos estimaciones: incluyendo estos grandes países y sin incluirlos.

El grupo 1 muestra un descenso entre 1980 y 1990, seguido de un incremento entre 1990 y el inicio del siglo XXI, y luego un leve decrecimiento. El incremento entre 1990 y el 2000 se debe a la incorporación de Rusia. Si se excluye a esta nación la tendencia al descenso es constante. El resto de los grupos (2, 3, 4 y 5), pese a su diferencia en desarrollo, presentan un incremento hasta la ronda que comienza en el año 2000 y luego un descenso. En los grupos 3 y 4 el descenso final se acentúa si se excluye a China e India.

 

Gráfico 2. Evolución del número de unidades productivas agropecuarias según tipología de países, 1980-2010

Gráfico, Gráfico de líneas

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Fuente: Elaborado por los autores con base en Donaire, Rosati y Mattera (2021) y en datos del Banco Muncial y de la FAO.

Nota: C1: capitalismo desarrollado en extensión y profundidad; C2: capitalismo de extensión reciente con rasgos de desarrollo en profundidad; C3: capitalismo en proceso de extensión con peso del campo;

C4: capitalismo de escasa extensión con peso del campo; C5: pequeña propiedad en el campo.

 

Es decir, que más allá de las diferencias entre los tipos de desarrollo capitalista, en todos los grupos se observa un descenso en la cantidad de explotaciones o bien una desaceleración de su crecimiento (en el caso del grupo 3) entre las rondas realizadas entre el 2000 y el 2010 a nivel agregado. El análisis por países mostraría diferentes situaciones y evoluciones. Existen algunos países con gran cantidad de explotaciones (Rusia, China e India) que muestran incrementos en su número. Otros, de menor tamaño, pero con diferentes formas de desarrollo, muestran descensos (Brasil o Argentina).

 

Gráfico 3. Evolución de las unidades productivas agropecuarias por estrato de tamaño según tipología de países, 1980-2020

Gráfico, Gráfico de barras

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Fuente: Elaborado por los autores con base en Donaire, Rosati y Mattera (2021) y en datos del Banco Mundial y de la FAO.

Nota: C1: capitalismo desarrollado en extensión y profundidad; C2: capitalismo de extensión reciente con rasgos de desarrollo en profundidad; C3: capitalismo en proceso de extensión con peso del campo;

C4: capitalismo de escasa extensión con peso del campo; C5: pequeña propiedad en el campo.

Este proceso de desaparición está asociado a diferentes cambios en la composición de las unidades productivas de acuerdo con los estratos de tamaño.[iv] En el gráfico 3 se evidencia que en los países con relaciones capitalistas más desarrolladas (grupos 1 y 2) el peso de las explotaciones de menor tamaño –hasta cinco hectáreas o sin tierra– es notablemente menor que en el resto. A su vez, la tendencia es al descenso del peso de estas categorías y al incremento de las más grandes. El resto de los grupos de países se caracteriza (algo esperado) por un peso masivo de estas explotaciones pequeñas o sin tierra (es decir, explotaciones sin ninguna tierra utilizada para la producción agrícola, pero que crían su ganado únicamente en tierras comunales). Si bien este grupo parece ser el que marca la estructura general, no deja de ser importante que se comience a percibir, sobre todo en el grupo 3 y en el 5, un incremento de las explotaciones mayores a cinco hectáreas hacia el final de la ronda del 2010.

Situación de la población ocupada en la agricultura

Entonces, ¿cuál es la forma que asume la cuestión agraria? ¿Cómo repensar la pervivencia de la pequeña producción en sus diversas formas (campesina, comunal, pequeña producción mercantil simple, etc.) en un momento en que las relaciones propias del capital parecen haberse generalizado en la producción agropecuaria y en el que el peso del campo, en términos poblacionales (no necesariamente en términos económicos), presenta una tendencia decreciente?

Podría argumentarse que la supervivencia de la pequeña producción (o su recreación en condiciones capitalistas) es un hecho, aunque con fuertes variaciones en extensión e intensidad. Aun así, otra pregunta que cabe realizar es ¿qué carácter asume esa pequeña producción? Mucho más relevante se vuelve esa interrogante si tenemos en cuenta que nos encontramos en una etapa en la que el capital ha dejado de crecer en extensión y, por ende, de incorporar población al sector productivo, y, por el contrario, el movimiento predominante parece ser el de repulsión de esa población.

La discusión debería estar centrada, en nuestra opinión, menos en la existencia/persistencia de estas fracciones (claramente, existen, persisten y resisten) y más en la pregunta acerca de si mantienen una especie de esencia inmutable a lo largo de las diferentes etapas del desarrollo del capitalismo, o si más bien han sufrido cambios profundos en esta nueva fase. Si la segunda parte de la pregunta es cierta, ¿en qué condiciones persisten estas fracciones y qué cambios han atravesado? Al mismo tiempo, ¿cuál es la situación de la población ocupada en el campo? ¿Cuáles son sus condiciones de inserción en el mercado laboral y en la estructura social general?

 

Tabla 2. Porcentaje de la población ocupada con más de una ocupación por sector de actividad según tipología de países. Promedio 2005-2015

 

Tipo de país

Población con más de una ocupación por rama (%)

 

Total

Agro

Total no agro

Industria

Servicios

Sin datos

Capitalismo desarrollado en extensión y profundidad

5,48

4,45

2,92

4,90

11,0

4,47

Capitalismo de extensión reciente con rasgos de desarrollo en profundidad

 

8,40

 

7,23

 

6,98

 

7,47

 

11,0

 

7,41

Capitalismo en proceso de extensión con peso del campo

9,75

8,73

8,56

8,94

14,0

9,22

Capitalismo de escasa extensión con peso del campo

19,50

12,90

14,8

12,50

27,3

14,90

Pequeña propiedad en el campo

29,00

21,9

25,2

22,50

12,0

25,20

Fuente: Elaborado por los autores con base en Donaire, Rosati y Mattera (2021) y en datos de la OIT y de la FAO.

 

En la tabla 2 se muestra el porcentaje de personas ocupadas en más de un empleo según la rama y el grupo de países. La multiocupación total presenta una relación con el grado de desarrollo capitalista: en los países de mayor desarrollo esta es menor (aproximadamente del 4,5 % en promedio) y en los de menor desarrollo se incrementa (alcanza valores por encima del 14 %). Esta asociación se mantiene también para la rama agrícola, donde en promedio los países de bajo grado de desarrollo presentan valores superiores al 19 %, y los de alto desarrollo menores a 8,5 %.

No obstante, independientemente del grado de desarrollo del capitalismo, la rama agropecuaria presenta una mayor tasa de multiocupación que el resto. Es decir, que, en términos generales, el campo muestra una mayor proporción de personas que se ven obligadas a trabajar en más de un empleo u ocupación. Esta mayor multiocupación es consistente con la subocupación de la población que trabaja en el campo. En el gráfico 4 se observa la distribución de la media de horas trabajadas según la rama de actividad en la ocupación principal para cada tipo de desarrollo capitalista.

 

Gráfico 4. Promedio de horas en la ocupación principal según rama de actividad por tipología de país, 2005-2015

Fuente: Elaborado por los autores con base en Donaire, Rosati y Mattera (2021) y en datos de la OIT.

Nota: C1: capitalismo desarrollado en extensión y profundidad; C2: capitalismo de extensión reciente con rasgos de desarrollo en profundidad; C3: capitalismo en proceso de extensión con peso del campo;

C4: capitalismo de escasa extensión con peso del campo; C5: pequeña propiedad en el campo.

La media de horas trabajadas en la agricultura es menor al resto de la economía en todos los tipos de países, con la excepción de los países de capitalismo más desarrollado (grupo 1). Quizás parte de este fenómeno se deba a la heterogeneidad de situaciones en relación con el peso de la pequeña propiedad de base familiar que se encuentra en los países de este grupo.

La cuestión agraria: clases del trabajo, desproletarización y superpoblación relativa

Todos estos procesos no han pasado desapercibidos en las ciencias sociales. La pérdida de peso de la población inserta en la rama agropecuaria y el descenso en la importancia de la población rural son fenómenos que han sido asociados a la llamada “desagrarización”. El concepto se refiere a la pérdida de centralidad que la actividad agropecuaria tiene y al tránsito de los habitantes rurales fuera de las actividades agrarias (Camarero, De Gramont y Quaranta 2020, 194). Se trata de un proceso a largo plazo que incluye cuatro dimensiones fundamentales: el ajuste ocupacional de los habitantes rurales, la reorientación de las estrategias de obtención de ingresos, los cambios en las identidades sociales de las poblaciones rurales y la reubicación espacial de los residentes rurales, alejándose de los modos de vida estrictamente campesinos (Bryceson 1997, 99).

La extensa bibliografía acerca de la llamada “descampesinización” no puede ser reseñada totalmente en este artículo. No obstante, en términos generales, el concepto se refiere al proceso de diferenciación progresiva que sufren comunidades y productores campesinos como consecuencia de la expansión del capitalismo. En los análisis más clásicos (Marx 2004, Lenin 1981), la descampesinización iba generando tipos sociales cada vez más alejados de los productores campesinos precapitalistas y más cercanos a los grupos típicos de las estructuras sociales capitalistas. La expansión del capitalismo en Inglaterra a partir del siglo XV y los llamados enclosures de las tierras comunales, produjeron tres tipos sociales: el arrendatario capitalista, el rentista terrateniente y el trabajador asalariado. En el caso de Rusia, la diferenciación social generó campesinos ricos (productores cada vez más capitalistas) y campesinos pobres (cercanos a tipos sociales proletarios y semiproletarios).[v] Según Araghi (2000, 145), los procesos de descampesinización globales producidos entre las décadas de los cincuenta y los noventa se vinculan con la producción de flujos migratorios rurales-urbanos que darían lugar a una masa de población urbana “superflua”.

Por su parte, la “desfamiliarización” implica una transición de las formas de vida rurales centradas en la organización familiar del trabajo hacia posiciones salariales (Camarero, De Gramont y Quaranta 2020, 201) y que se vinculan con la pluriactividad. Esto puede implicar que el trabajo asalariado se realice, ya sea dentro de las actividades agrarias o no agrarias, y se desarrolle dentro del área de residencia o que suponga migraciones (temporales o permanentes) (Camarero, De Gramont y Quaranta 2020, 201; Araghi 1995, 2000).

Como puede verse, estos conceptos abordan aspectos parciales de los procesos que hemos reseñado hasta aquí y no parecen lograr una visión de conjunto del cambio agrario. Una excepción parece ser el caso de Araghi (1995, 2000), quien intentó conceptualizar la descampesinización durante el siglo XX como un proceso que se produjo en la escala global y en la local. A su vez, en ciertas dimensiones los procesos de desagrarización, desfamiliarización y descampesinización se solapan, con lo cual resulta difícil ponderar las relaciones y jerarquías causales entre ellos. En este punto, Camarero, De Gramont y Quaranta (2020, 193) parecen colocar a la “desagrarización” como el proceso más general que explica y engloba a los demás. Al mismo tiempo, parte de la literatura sobre estos procesos sigue asumiendo como punto de partida la comunidad campesina tradicional. Una vez más, la pregunta que surge es de qué forma pensar estas cuestiones en un contexto en el cual las relaciones capitalistas han avanzado, subordinando y transformando a buena parte de las formas familiares de producción.

Algunos autores han hablado de las “clases del trabajo” (classes of labour) para intentar referirse a la gran diversidad de situaciones en que se encuentra la población del campo. El concepto alude a la gran cantidad de personas que “depende directa e indirectamente de la venta de su fuerza laboral. Deben buscar su reproducción en condiciones de creciente inseguridad económica y pauperización, así como de inseguridad laboral y de presiones a la baja [de sus ingresos]” (Bernstein 2010, 110-111 [traducción de los autores]).

Según esta postura, la gran mayoría de la población agrícola debe vender en cierta medida su fuerza de trabajo (aun cuando posea alguna tierra que le permita obtener ingresos) y dicha venta está caracterizada por altos niveles de inestabilidad laboral, por bajos salarios y por condiciones paupérrimas de trabajo. Si estas afirmaciones expresan cambios reales, ¿podemos seguir considerando la cuestión campesina, sin más mediaciones, como la expresión fundamental de la cuestión agraria? Si bien las particularidades locales son insoslayables, parece razonable asumir que los guarismos agregados que hemos mostrado en la sección anterior (multiocupación y subempleo) constituyen indicadores aproximativos en la rama agropecuaria acerca de esa reproducción en condiciones de “inseguridad económica”.

La llamada “desproletarización” (Smith 2014; Brass 1994) es otro intento de conceptualizar estos procesos. El argumento central afirma que la pérdida de la capacidad de vender su fuerza de trabajo en el mercado (es decir, que esa mercancía dejaría de ser tal), produce una pérdida del carácter proletario de los trabajadores. Así, su carácter doblemente libre (la no posesión de los medios de vida y la venta “libre” en el mercado de su fuerza de trabajo) se modifica. En las tesis de la desproletarización se asume que el rasgo definitorio de la condición proletaria es la venta efectiva de la fuerza laboral en el mercado. Sin embargo, la concurrencia a un mercado no supone de forma necesaria la venta de una mercancía cualquiera, y por ende, tampoco de la fuerza laboral. Es por ello que, desde nuestra perspectiva, el rasgo distintivo de la condición proletaria es la no propiedad de los medios y condiciones de vida, y su disponibilidad para ser explotados por el capital (independientemente de que esa explotación se produzca o no).

Ahora bien, más allá de esta distinción conceptual, la hipótesis de las clases del trabajo y la de la desproletarización son intentos de conceptualizar fracciones de población con serios problemas para encontrar inserción continua como ocupados. Pero, al mismo tiempo, este rasgo no es, en la actualidad, exclusivo del sector agropecuario. Un informe de la OIT estima un incremento de más de 120 millones de trabajadores informales desde 2019, llegando a un total de dos mil millones en 2023, el nivel más alto en 20 años. A su vez, cerca de 241 millones de personas vivían en la pobreza extrema en ese mismo año (OIT 2024, 29). A diferencia de muchas hipótesis esbozadas, sobre todo en los años noventa, no parece haberse generalizado un ejército de desocupados completamente expulsados de la esfera de la producción. Por el contrario, el rasgo general de esta población parece ser la “inestabilidad” en sus diversas dimensiones. Se trata de una población que percibe ingresos mínimos, que trabaja eventual y discontinuamente en pésimas condiciones laborales, y que oscila entre posiciones asalariadas informales, el empleo aparentemente independiente, entre la ocupación, la subocupación, la sobreocupación y el desempleo total.

Dada la persistencia en el largo plazo y en amplias geografías de estas capas de población, resulta difícil explicarlas a partir de diferentes “modelos de acumulación” o “de desarrollo” o de diferentes orientaciones de la política de las administraciones del Gobierno. Parece más productivo intentar explicaciones que se vinculen con los cambios orgánicos que se dan en la estructura social. El análisis clásico conceptualizó hace más de 150 años a estos procesos como la generación progresiva de una superpoblación relativa para las necesidades medias del capital. Esa superpoblación se refiere precisamente a estas personas que no logran vincularse (o lo logran de forma deficiente) con sus medios de vida, motivo por el cual encuentran serios problemas para su reproducción física, individual y social.

Excede los límites de este trabajo un desarrollo exhaustivo de este concepto (ver Donaire y Rosati 2023; Rosati y Chazarreta 2025). Por ello, nos enfocaremos solamente en algunos rasgos relevantes. Los mecanismos que la producen y las formas que asume se encuentran social e históricamente determinados. En el caso del modo de producción capitalista, dado que organiza predominantemente la producción a través del mercado, la población debe recurrir al mismo para obtener sus medios de vida. Trabajadores y capitalistas deben comprar sus medios de vida. Pero el trabajador requiere atravesar una mediación más para ingresar al mercado de mercancías: se ve compelido a vender su fuerza de trabajo en el mercado laboral a un capitalista. La doble necesidad de obtener sus medios de vida a través del mercado y de vender su fuerza de trabajo crea dos posiciones contradictorias.

Mientras ambas relaciones permanezcan activas la población que opera dentro de ellas puede considerarse parte de la población adecuada. La superpoblación relativa emerge cuando se interrumpe la relación salarial o el acceso a los medios de vida. Si la relación salarial entre proletario y capitalista se disuelve, es decir, si no hay venta de fuerza de trabajo o si esta se produce de forma parcial, se generan problemas de empleo (observables más inmediatamente en indicadores como el subempleo o el desempleo). Si se interrumpe la relación entre el trabajador y sus medios de vida, o sea, si no logra obtener el mínimo necesario para reproducir su existencia, surgen manifestaciones evidentes en términos de problemas de ingresos (salarios bajos, altos niveles de pobreza y dificultades en la reproducción de la fuerza de trabajo).

Marx (2004) distingue diversas formas de esta superpoblación, que pueden observarse en relación con el ciclo industrial y con la estructura económica general. Entre las formas constantes se encuentran la latente, propia del ámbito rural, que expresa un proceso de expulsión; la flotante, vinculada a los vaivenes del ciclo económico y al desempleo abierto; y la estancada, caracterizada por condiciones laborales irregulares y precarias, que tiende a consolidarse como la forma predominante en el capitalismo avanzado. A estas se suma una cuarta categoría transversal a todas: el pauperismo, que engloba a quienes están excluidos de forma estructural del mercado laboral y de los medios de vida.

El concepto de “clases del trabajo” (Bernstein 2010) hace énfasis en esas características que toma la inserción de clase de la población en el sector agropecuario a nivel mundial. Tiene muchos aspectos en común con la descripción que hace Marx sobre una de las formas de la superpoblación relativa, la estancada: “su ocupación es totalmente irregular […] sus condiciones de vida descienden por debajo del nivel medio normal […]. El máximo de tiempo de trabajo y el mínimo de salario la caracterizan” (Marx 2004, 801).

En buena parte de la literatura se ha tendido a asimilar explícita o implícitamente la superpoblación latente como la forma más extendida en el campo. La unidad productiva agrícola de pequeña escala tiene la capacidad de incrementar las horas de trabajo y disminuir sus estándares de vida (Boltvinik 2019; Kautsky 1984), lo que puede resultar en la utilización extensa de mano de obra familiar y el empleo fuera de la explotación (pluriactividad). La pluriactividad, particularmente en unidades de tamaño reducido, frecuentemente se vincula con situaciones de vulnerabilidad y empobrecimiento y puede ser un indicador de procesos de proletarización parcial y la conformación de una superpoblación estancada o flotante.[vi] El peso que se le ha otorgado a la reflexión sobre la persistencia de la pequeña producción bajo la expansión capitalista ha restringido esta discusión a los grados de funcionalidad e integración que estas formas tienen en las estructuras agrarias.

Este es el caso del enfoque del “complejo latifundio-minifundio” (Gómez 1988), que se centraba en las formas en que las pequeñas explotaciones (ya fueran de subsistencia o con producción destinada al mercado) proveían fuerza de trabajo barata a explotaciones empresariales o a grandes latifundios. Este marco conceptual resuena, por ejemplo, en los trabajos dentro del “Proyecto Marginalidad” de Marín (1969) sobre los asalariados en Chile y de D’Alessio (1969) acerca de las pequeñas explotaciones algodoneras chaqueñas. En regiones de Ghana y Sudáfrica (Scully y Britwum 2019; Ayelazuno 2023) se replican hipótesis similares.

Según Li (2010), existe una relación entre los procesos de expulsión de campesinos y los pequeños productores de base familiar –mediante los llamados procesos de “acumulación por desposesión”– y los mecanismos de generación de diferentes formas de la superpoblación relativa, particularmente en su modalidad latente. En China, la rápida desposesión de campesinos debido a las nuevas regulaciones de tierras generó una gran migración laboral temporal a la industria manufacturera, pero también una nueva “clase de tres nadas”: sin tierra, sin trabajo y sin seguridad social.

En países del sudeste asiático (Malasia, Indonesia, Camboya y Laos), la expansión de las plantaciones de palma de aceite y caucho, a menudo en tierras disputadas, desplazó a las poblaciones locales y generó la importación de mano de obra migrante. En Indonesia el proceso de privatización de tierras comunales para el cultivo de cacao condujo a la desposesión de algunos habitantes rurales. La diferencia con momentos anteriores sería que estos fenómenos de desposesión (y de expulsión o destrucción) de pequeños productores y la consecuente liberación de fuerza de trabajo no se encontrarían acompañados de una absorción y empleo en otros sectores.

No obstante, parece haber evidencias de la existencia y de la constitución de otras manifestaciones constantes de la superpoblación relativa, además de la latente a nivel mundial, especialmente en su forma estancada. Muchos de los residentes de áreas rurales de Sudáfrica (Mhlopheni) se emplean en trabajos asalariados de baja calificación, reciben bajos salarios, presentan alta inestabilidad y dependen fuertemente (además de la explotación de pequeñas parcelas de tierra) de transferencias por parte del sector público (Yeni 2024). El proceso de descolectivización y privatización de las tierras comunales en Uzbekistan generó una superpoblación relativa compuesta por campesinos sin tierra que “luchan por asegurar su reproducción a través de una combinación de empleos diarios eventuales y empleos estacionales en la economía informal, ya sea en la agricultura, los servicios o el sector industrial” (Galdini 2023, 155).

En buena medida, los casos que hemos reseñado presentan dos rasgos: por un lado, parecen centrarse en países dependientes o de bajo grado de desarrollo capitalista; por otro, parece haber una primacía clara de las llamadas “acumulaciones por desposesión” como mecanismo de generación de superpoblación relativa en el sector agrario. Queda pendiente entonces la pregunta sobre las formas concretas que asume la generación de la superpoblación en el sector agropecuario en aquellos países con mayor desarrollo de relaciones capitalistas y por la existencia de otros mecanismos de generación de dicha superpoblación.

Por ejemplo, en Argentina (Rosati y Chazarreta 2025) se evidencia la existencia de diferentes formas y manifestaciones constantes de la superpoblación relativa: superpoblación flotante en el empleo estacional en diversas actividades y superpoblación estancada como consecuencia de la profundización de las relaciones capitalistas en el campo (la mecanización de la cosecha de algodón con el consecuente desplazamiento de trabajadores hacia formas de ocupación inestable constituye un caso típico). Pero, ¿qué ocurre en otros países con alto grado de desarrollo de relaciones salariales en el campo?, ¿cuáles son las formas que asume la superpoblación en países como Francia, Alemania o Estados Unidos que combinan alto grado de desarrollo del capitalismo en el total de la economía y un peso relevante de la pequeña producción?

Conclusiones

Podemos retomar la pregunta inicial de este artículo: ¿cómo replantear la cuestión agraria en el siglo XXI, caracterizado por la profundización del desarrollo capitalista a nivel mundial? Desde –al menos– los últimos 25 años del siglo XX, la dirección del desarrollo capitalista cambió: el sector comienza a experimentar avances tecnológicos vinculados a la llamada “revolución verde”. La repulsión de población del ámbito rural/agropecuario y el deterioro de la situación de los trabajadores y pequeños productores del campo son algunas de las consecuencias más claras. Por ello, una clave de interpretación de los cambios que se producen en el sector agropecuario y, por ende, una forma posible de replantear la cuestión agraria en el siglo XXI, puede estar vinculada con la constitución de una parte de la población del campo en condición de superpoblación relativa.

En ese sentido, una nueva formulación de la cuestión agraria no puede centrarse solamente en los procesos que afectan a los productores directos (campesinos o no), ni desligar la cuestión ambiental y agroecológica de las transformaciones más generales que el capitalismo (tanto en el sector agropecuario como en general) ha transitado desde, al menos, mediados de la década de los setenta. En efecto, tal reformulación no podría dar cuenta de las profundas transformaciones en la estructura agraria y de su relación con los cambios en la estructura social en general.

Parece innegable la rápida expansión y profundización del capitalismo en el campo a nivel mundial. La misma puede observarse en los diferentes procesos (cada cual con modulaciones y especificidades nacionales y regionales) que hemos mencionado antes: el descenso de la población vinculada al campo y al sector agropecuario, el proceso de desaparición de las unidades productivas agropecuarias, la pérdida de peso de las explotaciones más pequeñas (acelerada en países con mayor desarrollo del capitalismo, más lenta pero también evidente en los países de menor desarrollo), la constitución de fracciones de población agrícola multiocupadas en términos de cantidad de ocupaciones y subocupadas en términos de horas. En fin, se trata de diferentes capas sociales que se caracterizan por la imposibilidad de obtener sus medios de vida. Desde nuestra perspectiva, la pregunta sobre los mecanismos de generación de una superpoblación relativa en el sector agropecuario puede ser una vía fructífera de replanteo de la llamada cuestión agraria, y pasar de una “cuestión agraria del capital” a “una cuestión agraria de los trabajadores” (Bernstein 2006).

 

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Notas



[i] El código utilizado para generar las tablas y gráficos puede encontrarse en el siguiente enlace: https://github.com/gefero/CONICET_spr_agro_paper. El grupo de países incluidos varía en función de la disponibilidad de información. Por ello, para cada tabla y gráfico se generó en el repositorio un archivo .rtf con el listado de países correspondientes.

[ii] A partir de información de Banco Mundial sobre la actividad económica de la población, se calculó para cada país el promedio del porcentaje de población ocupada según el gran sector de actividad (agro, industria y servicios) y el porcentaje de población ocupada en relaciones salariales (asalariados + patrones) y no asalariados (cuenta propia y trabajadores familiares). Mediante estas variables se recurrió a una combinación de técnicas clásicas: se aplicó un método de clustering (agrupamiento) basado en el método k-medias. El número de clústeres o grupos fue seleccionado a través de la estadística gap. La escala de las variables se estandarizó previamente y se combinó mediante una técnica de reducción de dimensionalidad denominada principal components analysis (PCA).

[iii] Así, la ronda 1980 contiene censos relevados entre los años 1980 y 1985, la de 1990 entre 1986 y 1995, la de 2000 entre 1996 y 2005 y la de 2010, entre 2006 y 2015.

[iv] La cantidad de países con desagregación del total de unidades por estrato de tamaño es menor.

[v] Para una reseña de las diferentes posiciones y matices en torno a los procesos de descampesinización y de procesos más modernos ver (Araghi 1995).

[vi] En 19 países, correspondientes a los grupos 4 y 5, los ingresos de los hogares de pequeños productores por empleos no agrícolas (asalariados y cuentapropistas) oscilan entre el 8 % y el 46 %, con un promedio de l31 %. A su vez, la tasa de pobreza de estas explotaciones pequeñas oscila entre el 18 % y el 83 %, con un promedio del 51 % (FAO 2015).