Eutopia. Revista de Desarrollo Económico Territorial N.° 25, junio 2024, pp. 177-181
ISSN 13905708/e-ISSN 26028239
DOI:10.17141/eutopia.25.2024.6293
Sabrina Longiovine y Vanina Bianqui (comp). 2024
Mujeres y feminismos en las ruralidades: Trabajos, cuerpos y resistencias.
Argentina. Red Editorial (256 páginas).
María Sol Fransoi. Magister en Desarrollo Territorial Rural (FLACSO, Ecuador) y licenciada en Antropología (UNR, Argentina). Estudiante del doctorado en Antropología (FiloUBA), becaria doctoral del CONICET y del ISHIR. msfransoi@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2349-4608
Durante la última década, los estudios rurales han sido objeto de una serie de cuestionamientos en relación a los borramientos epistemológicos que ocultan el amplio conjunto de actividades, dinámicas y procesos mediante los cuales se garantiza la sostenibilidad de la vida a escala familiar y comunitaria en el mundo rural. En tanto que aquello que se oculta revela la centralidad económica de las mujeres en este medio, se critica el fuerte sesgo patriarcal que determina las coordenadas teórico metodológicas que forman parte de este campo de estudios y los estrechos contornos de su objeto de indagación.
Lejos de provenir desde un ámbito externo, estos señalamientos emanan del propio corazón de los estudios rurales, donde un sector cada vez más numeroso de investigadoras que adscriben a la emergente epistemología feminista, han venido impulsando una cuidadosa renovación teórica y numerosas batallas institucionales en pos de trascender las limitaciones subyacentes a las perspectivas teóricas clásicas.
“Mujeres y feminismos en las ruralidades. Trabajos, cuerpos y resistencias” es un ejemplo de estos esfuerzos por abrir un espacio al interior del campo de los estudios rurales para alojar y construir nuevas perspectivas teóricas, en diálogo con los feminismos del siglo XXI, y en particular con el feminismo decolonial. Cuenta con una extensión de 256 páginas, y se organiza en díez partes. Un Prólogo escrito por María Aparecida de Moraes Silva, referente en estudios de género en contextos rurales; una Presentación colectiva, donde las compiladoras exponen las motivaciones y objetivos principales del libro; y finalmente, ocho capítulos que contienen indagaciones de diferentes autorías, algunas individuales y otras colectivas.
Las investigaciones compiladas se nutren del corpus teórico de la economía feminista, cuyos conceptos y categorías de análisis, alumbran una multiplicidad de planos y dimensiones de la realidad social que caen por fuera del ángulo de aprehensión de las perspectivas teóricas convencionales. La perspectiva feminista exige un cambio radical respecto del “lugar” dónde se posa la mirada como punto de partida. Al desanclarla del circuito de reproducción ampliada del capital para ubicarla en la reproducción de la vida, las autoras han encontrado numerosas vacancias en la producción del conocimiento, que sus investigaciones contribuyen a subsanar.
En el capítulo 1, Trpin y Diez, analizan las estrategias de alimentación que despliegan las familias productoras y las mujeres como parte de una compleja trama de cuidados que garantizan la sostenibilidad de la vida. A partir de sus investigaciones en Neuquén y Florencio Varela, las autoras observan que “son principalmente las mujeres las que producen, atienden, nutren junto a otros/as” (p.27) y que, durante la pandemia del COVID 19, las estrategias de alimentación implicaron la articulación con tramas comunitarias y con el Estado, además de la logística habitual entre los integrantes de las familias. Lejos de reducirse a la producción de alimentos para el autoconsumo, estas estrategias involucraron la apelación a fuentes alimentarias múltiples y variadas, desde los mercados de trabajo formal e informal, la asistencia social provista por el Estado y las redes de ayuda mutua. En base a esto, Trpin y Diez, nos invitan a trascender la dicotomía que en los estudios rurales ha separado las prácticas productivas de las reproductivas.
En el capítulo 2, Logiovine y Bianqui indagan el tiempo que las mujeres de la Agricultura Familiar (AF) le dedican al trabajo productivo y reproductivo. Las autoras presentan los resultados de una investigación, elaborada con el fin de realizar una adecuación sociocultural de la Encuesta Nacional sobre los Usos del Tiempo (ENUT), instrumento diseñado para recabar la información en poblaciones urbanas con dinámicas muy diferentes a las de la AF. Si bien aquí recuperan la noción de división sexual del trabajo para argumentar la desigual distribución del trabajo en las unidades familiares, también dan cuenta de las limitaciones de esta herramienta analítica a la hora de interpretar la complejidad del trabajo de las mujeres en el medio rural, donde éstas no sólo realizan los trabajos reproductivos, sino también productivos, aun cuando esto último se encuentre velado bajo la categoría local de “ayuda”.
En el capítulo 3, Vera y Dávalos, analizan las prácticas de dos grupos de mujeres: las productoras de hortalizas agroecológicas del periurbano del Gran La Plata y las referentas de comedores comunitarios del Área Metropolitana de Buenos Aires. Estas mujeres tienen en común, por un lado, ser madres, de origen migrante y pobres, y por el otro, el detentar un rol central en la consecución del derecho humano a la alimentación adecuada. Las autoras dan cuenta de cómo en los contextos de pobreza en los cuales estas mujeres habitan, alimentar implica desplegar numerosos esfuerzos. Haciendo foco en los mismos, problematizan la sobrecarga de trabajo que recae sobre estas mujeres, las cuales, como producto de la división sexual del trabajo, son responsabilizadas de los cuidados, y como parte de ello, de la alimentación de su grupo familiar y entornos comunitarios.
El capítulo 4, de autoría de Pena, analiza el rol de las mujeres que integran el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) en el contexto de crisis socioambiental generado por la pandemia de COVID-19 entre los años 2020 y 2021. A partir del análisis de las múltiples acciones de resistencia protagonizadas por estas mujeres, la autora muestra cómo durante la pandemia, el rol político estratégico de las mujeres campesino indígenas como proveedoras de alimentos saludables, cuidadoras y como defensoras de ecosistemas, favoreció su reposicionamiento como portavoces de alternativas ecológicas críticas frente a lo que emerge como imaginario de agotamiento del modelo neoliberal.
Trasladándonos al noreste argentino, en el capítulo 5, Santiago, Mayan y Mott, analizan los trabajos que realizan las mujeres tareferas en Misiones. Se trata de mujeres que son madres, asalariadas agrícolas, y que además participan en instancias de militancia gremiales y comunitarias. A la luz de los testimonios de estas mujeres, las autoras dan cuenta de la sobrecarga de trabajo que sigan las experiencias de estas mujeres desde sus infancias y cuestionan la utilidad de la categoría “triple jornada” para su abordaje, ya que “para las mujeres tareferas las jornadas de trabajo productivo, reproductivo y político-sindical aparecen como una jornada única, como un continuo espacio temporal, donde unas tareas van ligadas a otras, tanto en el tiempo que demandan como en el espacio en el que se realizan” (p.163).
En el capítulo 6, Muro presenta la historia de vida de Norma Susana Olego, primera coordinadora de las Mujeres Federadas Argentinas (MFA) de la Federación Agraria Argentina (FAA). Esta investigación nos invita a dimensionar las dificultades que se presentan a las mujeres en los ámbitos rurales a la ahora de “saltar la tranquera” para poder participar de espacios políticos y en particular ejercer un rol de representación gremial. Aunque se trata de la historia de vida de una mujer en particular, la autora subraya la potencialidad del método biográfico como vía para “recuperar los contextos, las vidas colectivas, las vidas de mujeres desde sus propios puntos de vista” (p.186), lo cual se torna sumamente relevante si tenemos en cuenta que, como señala la autora al inicio de este capítulo, en los textos académicos y, en particular, en las genealogías institucionales, las mujeres están ausentes.
En el capítulo 7, De Arce caracteriza la actividad tambera de la Cuenca de Abasto Sur bonaerense desde mediados del siglo XX. Empleando técnicas de la historia oral y desde una perspectiva de género, la autora analiza la organización, división y simultaneidad de tareas domésticas y productivas en los llamados “tambos chicos” de los partidos de Gral. Belgrano, Gral. Paz y Monte. La autora analiza el esquema colaborativo de explotación familiar que se utiliza para describir la actividad tambera y advierte que el mismo excluye las tareas de cuidado que recaen de manera exclusiva sobre las mujeres. Al incluirlas, valiéndose de la categoría de división sexual del trabajo, despunta la sobrecarga de trabajo que recae sobre las mujeres en la actividad tambera.
Finalmente, el capítulo 8, de autoría de Leguizamon, reconstruye, desde una mirada histórica, los procesos de intervención pública en lo rural desde mediados de siglo XX, para contextualizar las experiencias territoriales del Noroeste de Argentina (NOA), atendiendo aquellos programas gestados con abordaje de género. A partir del análisis de informes publicados y de testimonios de las y los protagonistas, se plantea reflexionar sobre el alcance de estos programas locales. La autora subraya la influencia del feminismo liberal en el diseño de estos programas encontrando allí sus principales limitaciones.
Uno de los principales aportes de este libro a los estudios rurales, radica en iluminar la multiplicidad de trabajos que realizan las mujeres en los ámbitos rurales. Esto adquiere una importancia capital ya que, en estos contextos, no sólo se invisibilizan los trabajos reproductivos que éstas realizan -situación que comparten con las mujeres en el ámbito urbano-, sino también aquellas labores de carácter estrictamente productivo, las cuales permanecen veladas y ocultas bajo las categorías locales de “ayuda” o “contribución circunstancial”.
Al incorporar la división sexual del trabajo en sus análisis, las autoras logran retirar de las sombras a las mujeres rurales y resaltar la centralidad de su rol económico, poniendo sobre la mesa todo un amplio abanico de actividades ejecutadas por éstas, y restituyéndoles, además, su carácter económico velado por su presunta condición moral, natural o de “quehacer doméstico”. A su vez, se subraya la desigual distribución de las labores entre hombres y mujeres en las unidades agropecuarias, trayendo a superficie los trabajos de cuidados que recaen de manera exclusiva sobre las mujeres. En este sentido, el contenido de este libro exige, indefectiblemente, problematizar la noción de “trabajo familiar” ampliamente utilizada en los estudios rurales.
Otro aporte consiste en interpelar el dualismo productivo vs. reproductivo. En efecto, a pesar de introducir la división sexual del trabajo, las autoras dan cuenta de sus limitaciones a la hora de interpretar la complejidad del trabajo de las mujeres en los contextos rurales. Como advierten Tripn y Diez en el capítulo 1, más allá de que dicha categoría habilite a delimitar los trabajos diferenciales de las esferas productivo y reproductiva, en el análisis de las prácticas que las mujeres rurales despliegan en la vida cotidiana “las actividades aparecen incrustadas y no se corresponden a la división polarizada de mujer tareas de cuidado/varón trabajos pesados o estrictamente productivos” (p.21).
Finalmente,
un último aspecto que este libro contribuye a iluminar consiste en la
participación política de las mujeres rurales desde una perspectiva compleja:
si bien nos acerca a mujeres que participan en sindicatos y gremios, de
organizaciones políticas y movimientos sociales, que montan y sostienen
comedores populares, que construyen alianzas con otros sectores para pensar
modelos alternativos al neoliberalismo, que participan de redes globales
orientadas a forjar horizontes comunitarios donde se privilegie la reproducción
de la vida, antes que la del capital, etc; también subrayan las
tensiones que conlleva su participación política, lo cual aleja la lectura
tanto de posturas románticas del género, como de aquellas que se inspiran en el
feminismo liberal, indiferente a los factores estructurales que generan
la desigualdad.
A modo de cierre, queremos destacar el potencial que encierra incorporar la mirada feminista decolonial en el campo de los estudios rurales, ya que como bien ilustran los contenidos de cada capítulo de este libro, nos permite tanto despejar y reconocer dimensiones, planos y áreas de vacancia en la construcción del conocimiento científico, como interpelar imaginarios sociales fuertemente arraigados en el sentido común y académico. Reponer la multiplicidad de trabajos que realizan las mujeres rurales en el campo de estudios que nos atañe, no solo representa un acto de justicia para con quienes, a partir de sus esfuerzos cotidianos, garantizan la sostenibilidad de la vida a escala familiar y comunitaria; sino que también opera como una llave de acceso para comprender de manera más acabada y abarcativa la reproducción de procesos de desigualdad social y opresión de género en el medio rural que atañen a la acumulación ampliada del capital.