Eutopia. Revista de Desarrollo
Económico Territorial N.° 24, diciembre
2023, pp. 14-31
ISSN 13905708/e-ISSN 26028239
DOI:10.17141/eutopia.24.2023.6071
Trabajo y prácticas de
sostenibilidad de la vida en el sector agroindustrial bananero en ecuador
Work and life
sustainability practices in the banana agro-industrial sector in Ecuador
Sofía Magalí Vitali-Bernardi .Investigadora asistente. Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) (Argentina).
sofiamvitali@gmail.com.
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6179-9336
Magali Marega Investigadora posdoctoral. Seminario sobre
Trabajo y Desigualdades, El Colegio de México.
magamarega@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4841-2082
Recibido 18/09/2023. Aceptado 20/10/2023.
Publicado 27/12/2023
Resumen
El objetivo de este
trabajo es analizar las prácticas de sostenibilidad de la vida de las y los
trabajadores bananeros frente a las múltiples precariedades y violencias
desarrolladas bajo el modelo agroindustrial extractivista del sector en
Ecuador. La indagación se sitúa en la provincia de Los Ríos, centro de
operaciones de las empresas bananeras en el país, donde disponen tanto de
recursos naturales como del uso intensivo de la fuerza de trabajo.
Bajo estos intereses
identificamos una serie de arreglos y prácticas multidimensionales que se
orientan a garantizar la reproducción biosocial de las y los trabajadores y sus
microgrupos y morigerar las afectaciones a la salud
generadas por el uso de agrotóxicos y el desgaste laboral. Estas
estrategias se montan sobre lazos de solidaridad y ayuda mutua, donde las
mujeres intervienen de forma
diferencial en las tareas de cuidado, aseo y obtención de recursos que permiten
la sostenibilidad de la vida. Asimismo, desarrollan una serie de prácticas de
autoatención de la salud mediante las cuales recuperan una serie de saberes y
prácticas populares durante la recuperación de accidentes y enfermedades
laborales y el uso de medicina herbolaria para calmar los síntomas producidos
por el contacto con agrotóxicos.
Palabras clave: Trabajo, Agroindustria extractivista, Sostenibilidad de
la vida; Sector Bananero; Ecuador
Abstract
The objective of
this work is to analyze the practices of sustainability of the life of the
banana workers in the face of the multiple precariousness and violence
developed under the extractivist agro-industrial
model of the sector in Ecuador. The investigation is located in the province of
Los Rios, the center of operations of the banana companies in the country,
where they have both natural resources and the intensive use of the workforce.
Under these
interests, we identify a series of arrangements and multidimensional practices
that are oriented to guarantee the biosocial reproduction of the workers and
their microgroups and to moderate the effects on
health generated by the use of pesticides and work wear and tear. These
strategies are based on bonds of solidarity and mutual aid, where women
intervene in a differential way in the tasks of care, cleaning and obtaining resources
that allow the sustainability of life. Likewise, they develop a series of
self-care health practices where they recover a series of popular knowledge and
practices during recovery from occupational accidents and illnesses and the use
of herbal medicine to calm the symptoms produced by contact with pesticides.
Keywords:
Work, Extractive agroindustry, Sustainability of life; Banana Sector; Ecuador
INTRODUCCIÓN
En Ecuador, el modelo de acumulación
impulsado desde el Estado, se caracteriza por una matriz primario exportadora
en la cual la industria bananera tiene una importancia fundamental. El país se
erige como uno de los principales exportadores del mundo, llegando a ocupar el
35% del mercado global y se ubica como cuarto productor en el planeta.
Este modelo refuerza la agroindustria extractivista basada en la explotación de amplias zonas
de cultivo, donde se producen apropiaciones de enormes volúmenes de recursos
naturales (tanto de la tierra destinada al monocultivo como del agua) bajo
producciones de alta intensidad que redundan en procesos de desgaste tanto de
la naturaleza como de la fuerza de trabajo.
Asimismo, se asienta
en una división agroindustrial del trabajo donde las grandes empresas
multinacionales, especialmente norteamericanas y europeas producen, procesan
alimentos, crean tecnología e insumos químicos; mientras que los países de la
periferia siguen reproduciendo el viejo patrón de trabajo mediante el cual se
exporta materias primas o productos con bajo valor agregado. Así, se genera una
dependencia permanente del mercado mundial, además de las pautas impuestas por
estas empresas para producir (Quevedo 2013).
Bajo este modelo
extractivo, las patronales bananeras recurren a una estrategia empresarial
basada en la reducción de costes laborales para asegurar su competitividad y
lograr insertarse en los mercados globales (Vitali-Bernardi
2016, Vitali-Bernardi 2017). En el sector predominan
las formas más arcaicas de explotación de las y los trabajadores, registrando
diferentes modalidades de empleo precario, bajos salarios, jornadas intensas,
pésimas condiciones de trabajo y salud, formas diferenciales de explotación a
hombres y mujeres, y la negación, incluso por modalidades de extrema violencia,
de cualquier intento organizativo (Vitali-Bernardi, Marega y Philip 2019, Macaroff y
Herrera 2022). Esta vulnerabilidad se traduce en violaciones reales de los
derechos humanos en ausencia de una protección eficaz por parte de los Estados
y los abusos empresariales. Por tanto, es importante comprender los factores de
riesgo asociados con la conducta y el entorno empresarial que limitan las
opciones de supervivencia y medios de vida sostenibles de las y los
trabajadores del sector bananero.
En este trabajo
indagamos las afectaciones generadas en la vida de las y los trabajadores y sus
familias y las prácticas puestas en juego para lograr la sostenibilidad de la
vida en el marco de los procesos de despojo y violencias generados en el
sector. Para ello nos nutrimos de los aportes feministas que permiten ampliar
la mirada sobre los procesos de reproducción y mantenimiento de la vida sin
aislar y dicotomizar el proceso de producción en el momento productivo y el
momento reproductivo de la fuerza de trabajo. Desde estas coordenadas
recuperamos el concepto de sostenibilidad de la vida entendida como “proceso
histórico de reproducción o aprovisionamiento social, como un proceso complejo,
dinámico y multidimensional de satisfacción de necesidades en continua
adaptación de las identidades individuales y las relaciones sociales y que, por
tanto debe ser continuamente reconstruido” (Carrasco 2014, 44).
El referente
empírico de la investigación se localizó en la provincia de Los Ríos la cual es
considerada la nueva capital bananera de Ecuador por ser el centro de
operaciones de la mayoría de compañías que operan en el país. Realizamos un
estudio en profundidad que contempló 25 entrevistas a trabajadoras y
trabajadores y familiares que nos permitió recuperar las complejas y
heterogéneas prácticas y significaciones que los hombres y mujeres trabajadoras
construyen en la cotidianeidad laboral y familiar. Para el acceso a las mismas
fue muy importante la participación y colaboración de la Asociación Sindical de
Trabajadores Agrícolas y Campesinos (ASTAC), que agrupa a más de 500
trabajadores y trabajadoras de dicho sector.
El sector bananero ecuatoriano. Dinámica estructural de
una agroindustria extractiva
La agroindustria
bananera se basa en un proceso de reproducción ampliada de capital, lo que
significa que durante cada nuevo ciclo de producción la ganancia tiene que
aumentar; generando mayores niveles de sobreexplotación de la fuerza de trabajo
y procesos de reacumulación de la tierra (Quevedo,
2013). Como consecuencia de esta estructura extractiva, por varias décadas se
produjo un desplazamiento masivo de familias campesinas e indígenas, y que en
ocasiones se dio de manera violenta y en otras, de forma encubierta por las
fuerzas del mercado. Muchas de estas familias devienen en proletariado rural,
migran a las zonas urbanas del país o incluso emigran al extranjero.
Independientemente de las vías, la presión de la agroindustria sobre el campo
ha provocado una lógica de articulación subordinada para el campesinado quien
frente a las condiciones de pobreza pone a disposición sus tierras para la
producción de monocultivos para asegurarse un mejor ingreso económico (Morocho
Ajila, 2013).
A continuación, nos
interesa mencionar brevemente cómo se desarrolla este proceso en la provincia
de Los Ríos, ubicada en la región costa del país, lugar donde realizamos
nuestro trabajo de campo antropológico. Dicha provincia es considerada uno de
los centros agrícolas de mayor importancia en el Ecuador. Durante las décadas de 1980 y 1990 a partir
de la implementación de políticas neoliberales se agudizó el proceso de
acumulación por desposesión (Harvey 2005) que generó una gran concentración y
expropiación de las tierras campesinas en base a deudas. Como plantea Macaroff (2020), esto se logró al introducir la forma de
organización que había iniciado la empresa Standard Fruit,
convirtiéndolos en “asociados” al otorgarles créditos para la siembra del
banano. Con la dolarización del país, sobrevino un proceso de endeudamiento que
llevó a que las pequeñas unidades tuvieran que entregar su tierra por las
deudas contraídas (Rubio et al. 2008).
Además del
proceso de concentración de tierras, observamos que Quevedo ha absorbido gran
parte de la población migrante que ha perdido sus tierras o fincas. En las
entrevistas realizadas en nuestro trabajo de campo relevamos que el 70% de las
y los trabajadores asalariados del sector bananero fueron finqueros, o hijos de
finqueros que en los últimos 20 años perdieron sus tierras y debieron vender su
fuerza de trabajo.
Esta expansión
de los territorios del monocultivo de banano y desplazamientos de las
poblaciones campesinas se conjuga con la contaminación ambiental que se genera
por el uso y manejo de plaguicidas, los cuales se implementan por vía aérea,
sin ningún tipo de control. Esto provoca la contaminación tanto de los espacios
de trabajo como de viviendas y cursos de agua aledaños a las plantaciones. De
esta manera, se genera un riesgo no solo para las personas trabajadoras sino
también para la población cercana. Consideramos que si bien, la forma de
producción imperante dentro de la industria bananera presenta pocas
posibilidades de abandonar el paquete tecnológico actual, estas son aplicadas
sin la menor consideración de los efectos dañinos sobre la salud de los
trabajadores. En tal sentido, en nuestro trabajo de campo hemos constatado la
casi nula presencia de equipos de protección, como guantes, mascarillas, botas
y mandiles, como a su vez la reiterada fumigación aérea con las y los
trabajadores presentes al interior de la plantación.
Esto genera que
quienes realizan el trabajo se vean expuestos de manera prolongada a sustancias
de alta peligrosidad ocasionando enfermedades y problemáticas de salud tales
como el riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer, neurotoxicidad, trastornos
reproductivos y aborto espontáneo y malformaciones (Carrasco 2011). Esto se ve
agravado por el hecho de que, si bien en menor medida que años anteriores, las
fumigaciones aéreas pueden coincidir con el horario de almuerzo y también
contaminar el agua que utilizan para consumo.
Como ha sido
ampliamente denunciado por diferentes organizaciones[i], la
exposición a agrotóxicos constituye uno de los problemas más severos, en tanto
se identifican cada vez más enfermedades vinculadas a la alimentación
provocadas por “pesticidas, aditivos y por el proceso mismo de producción”
(Aguirre 2016, 466).
A esto se suma que
la organización de la producción bananera recurre a múltiples formas legales y
relaciones contractuales difusas. Esto crea un entorno propicio para que las
grandes empresas eludan el cumplimiento efectivo de los derechos laborales y humanos
de sus trabajadores y trabajadoras. Aprovechan los vacíos legales o la falta de
organización colectiva en el sector para establecer estructuras ambiguas o
ficticias que, en términos formales, cumplen con los requisitos legales pero
que, en la práctica generan múltiples formas de explotación laboral y violación
de derechos humanos.
Durante el gobierno
de la Revolución Ciudadana, de los años 2007-2017, bajo la gestión de Rafael
Correa, se intentaron realizar avances importantes en relación con la política
laboral y los contratos individuales, entre los cuales figuraba el Mandato 8 que
establecía la prohibición de la tercerización laboral. A pesar de la
importancia de esta medida, en el sector agroindustrial bananero se observó una
proliferación de nuevas formas encubiertas de contratación y tercerización, lo
cual representa uno de los principales problemas que amenazan el respeto de los
derechos laborales y humanos en ese sector. Asimismo, a lo largo de las últimas
décadas, a pesar de los cambios políticos y económicos, las condiciones
laborales en los sectores agroindustriales no han experimentado modificaciones
significativas y las modalidades de contratación a destajo o por tarea
continúan siendo predominantes, especialmente para las mujeres (Macaroff 2020,135).
En este sentido,
hemos identificado diversas formas de contratación que flexibilizan las
condiciones laborales, los límites y las responsabilidades. Estas incluyen: 1)
la tercerización a través de empresas subcontratistas o la creación de
múltiples personas jurídicas por parte del mismo empleador; 2) la utilización
de la figura del monotributista o la contratación por
prestación de servicios, donde la persona trabajadora emite facturas por su
trabajo y no se reconoce como relación laboral, lo que implica la falta de
aportes sociales y seguro médico; 3) prácticas abusivas o engañosas, como la
contratación de trabajadores ficticios que ceden su identidad por una
remuneración mínima, y la firma de contratos falsos con trabajadores que
efectivamente desempeñan largas y extenuantes jornadas laborales sin recibir
beneficios de jubilación ni seguridad social.
De acuerdo con la
experiencia de las trabajadoras y trabajadores, las empresas evaden sus
responsabilidades como empleadores mediante la utilización de contratos por
servicios prestados. Así relataban en una entrevista:
Supuestamente cuando entró el presidente Correa, eliminó,
entre comillas, las tercerizadoras. Pero, en cambio,
vinieron los famosos contratistas, que básicamente vienen a ser lo mismo.
Simplemente, es como escuchar el mismo chiste, pero con otro payaso. (...) Ellos comienzan a hacer facturar a los
trabajadores. Para deslindarse de su responsabilidad como patrón, ya no pagan
un seguro, básicamente nada. Entonces, yo trabajo, yo facturo como servicios
prestados. (P. trabajadora de Otisgraf, 2023)
Como mencionamos,
otra estrategia comúnmente utilizada por las empresas para aparentar el
cumplimiento de los derechos laborales es la contratación de trabajadores
ficticios. Una trabajadora expresaba que “También hay personas que enrolan pero
que no trabajan y las hacen figurar como que sí para coger ese dinero. Los
jefes les dan 10 dólares y les dicen cobrame esto y
firma acá. Y a veces sacan más que nosotros para robársela ellos”. (M,
trabajadora FRUTSESA, 2023). Aunque, sin duda, la práctica más habitual es la
omisión de la firma de contratos. Según el estudio realizado por Herrera et al.
(2019), el 68% de los trabajadores del sector no posee contratos formales,
siendo aún mayor el porcentaje en el caso de las mujeres. Estos datos nos
brindan una perspectiva de la magnitud de la problemática. La situación de
vulnerabilidad e incertidumbre que hemos analizado funciona como un mecanismo
de control y disciplina, al mismo tiempo que la falta de contratos las excluye
de todos los derechos laborales.
Esto se encuentra
estrechamente vinculado a una segunda modalidad de gestión flexible de la
fuerza de trabajo y tiene que ver con la flexibilidad salarial. En esta
investigación hemos constatado que una minoría de personas logra percibir el
Salario Básico Unificado establecido por ley. Sin embargo, y de manera
mayoritaria, las personas trabajadoras
se ven obligadas a aumentar su carga horaria laboral para recibir
salarios precarios para complementar ingresos que apenas les permiten
sobrevivir. Si a esta situación le sumamos
que una gran parte de ellas no cuenta con un contrato formal o por
escrito que establezca su relación de dependencia, se vuelve imposible hacer un
seguimiento para asegurarse de que están recibiendo los aportes
correspondientes, que están cobrando el décimo tercero y décimo cuarto sueldo,
o que están recibiendo correctamente el pago por horas extras.
Otra de las
problemáticas más destacadas en las plantaciones es el pago a destajo, en las
que la gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras están sujetos a
variaciones en sus remuneraciones según el grado de avance, donde la
prolongación de la jornada laboral no se corresponde con el pago de horas
extras. Varios trabajadores y trabajadoras destacaron la falta de un horario de
salida fijo, ya que este se ajustaba según las necesidades puntuales de
producción de las empresas. Este mecanismo tiene como consecuencia la reducción
de empleos, ya que no se requiere contratar más personal durante los momentos
de mayor producción, sino que se hace trabajar más horas a la misma mano de
obra disponible.
En el tiempo de proceso estamos más horas. Nos podemos
quedar hasta las 6 de la tarde o a veces hemos llegado hasta las 12 de la noche
y nos pagan 6 dólares más por eso. (…) Ese es el proceso que se vive en las
plantaciones, muchas veces nos hacen trabajar hasta la noche, pero sólo nos
pagan esos 6 dólares, no importa cuánto trabajes (T, Trabajador Grupo FRUTSESA,
2023)
Esto conlleva que
las patronales dispongan libremente de la fuerza de trabajo según los
imperativos de la demanda del mercado. En nuestro trabajo de campo registramos
que esta estrategia adquirió gran relevancia durante la pandemia del COVID-19
en 2020 y posteriormente, en 2022, durante el conflicto bélico entre Ucrania y
Rusia. En este último caso, ambos países constituyen los destinos más
importantes de la exportación de bananas ecuatorianas[ii]. En este
contexto, estos eventos críticos sirvieron como justificación para despidos y
reducción de los salarios en el sector. Una trabajadora, basándose en su
experiencia, nos relataba que les pagaban la mitad de su salario y/o se los
retenían aduciendo la baja del valor de la caja del banano.
Nos decían que estaba en mal precio la caja, que no la
pagan bien. Así nosotras trabajamos en tiempo de pandemia hasta por 60 dólares
la semana. Casi una mitad de lo normal. Y con la guerra de Ucrania lo mismo.
Pero ahí nos retenían el dinero. Decían que no vendían y me llegaron a retener
el salario hasta 3 semanas. Y cuando uno reclamaba nos decían que qué podían
hacer, si ellos tampoco recibían. Pero nosotros seguíamos trabajando normal.
(V, trabajadora Grupo Otisgraf, 2023)
A estas presiones se
le suma las amenazas permanentes de despido. Los temores son fundados ya que,
efectivamente, en momentos de crisis, una de las primeras opciones es despedir
a las personas trabajadoras.
Ahora bien, según el
estudio realizado por Espinoza, Añazco y Solórzano (2022) revela que estas
argumentaciones patronales son engañosas, ya que en cuanto a la exportación de
bananos a Rusia, se observa un incremento del 6.05 % en valor durante el primer
quinquemestre de 2022 en comparación con el mismo
período del año anterior. En el primer trimestre no se encuentran variaciones
negativas debido al incremento del 17.51 %. En abril hay un decrecimiento del
18.2 % con respecto al año pasado” (Espinoza, Añazco y Solórzano, 2022:118).
Por lo tanto, la disminución en la exportación a Rusia no fue tan
significativa. En cambio, en el caso de la exportación a Ucrania, “en el primer
quinquemestre 2021 (que fue el año con mayor flujo de
exportaciones) se exportaron $ 39.37 millones, mientras que en ese mismo
periodo del 2022 la cifra descendió a $ 11.47 millones. Es decir, hubo un
decrecimiento del 70.87 %” (Espinoza, Añazco y Solórzano 2022,119).
Además de los
efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania y la crisis del COVID-19, se suman
las políticas implementadas por gobiernos alineados con el modelo neoliberal,
como los liderados por Lenin Moreno y posteriormente Guillermo Lasso.
Actualmente, Ecuador se encuentra sumido en una profunda crisis económica y
política[iii].
Además de estas
condiciones estructurales que crean un entorno adverso para la reproducción
social de los trabajadores y sus familias, hay otro factor importante que
destacamos, y es el contexto de violencia generalizada que se manifiesta de
diversas formas en el entorno laboral en las provincias que estamos analizando.
La violencia relacionada con el narcotráfico se entrelaza con el accionar de
bandas delictivas locales para ejercer control sobre el territorio, y en
ocasiones incluso se vincula con el poder político.
La debilidad estatal para hacer frente al problema se
profundiza por los nexos de la fuerza pública con el crimen organizado. (...)
Las masacres carcelarias, la guerra entre organizaciones criminales, la
presencia regular del narcotráfico en el territorio, en fin, la capacidad de la
violencia para corroer el tejido social e instituir órdenes alternos aparece
como la dimensión más siniestra y novedosa de la nueva crisis que enfrenta el
Ecuador tras más de dos décadas de dolarización (Ramirez
2023, 3).
Algunas
investigaciones previas han documentado ampliamente las diversas formas de
violencia que experimentan las y los trabajadores en este sector, lo cual
obstaculiza la organización colectiva y la protección de los derechos laborales
y humanos (Macaroff 2017, North 1986, Autor 1, 2015).
En nuestro estudio identificamos que el incremento de la violencia territorial
no solo provoca un deterioro estructural de las vidas y los cuerpos de los
trabajadores, sino también adquiere repercusiones sociales en las dinámicas
familiares y comunitarias. En este sentido, Raquel, una trabajadora del sector
bananero, nos relataba que ante el incremento de la violencia tiene miedo por
la vida de sus hijas mujeres, cuestión que redunda en el confinamiento del
hogar para poder “estar más con ellas”
y que no corran peligro en la calle.
Quiero ver de conseguir otro trabajo que me permita estar
con mis hijos, porque empiezan una edad difícil ya están más grandes. Mas ahora
con tantas cosas que hay. Porque cada vez está más feo, aquí y en todos lados
ahora te pueden secuestrar las niñas, o matarlas o violarlas. Entonces ese es
mi temor, yo seguir trabajando y mis hijas al cuidado de quién, si yo no tengo
a nadie. Comenzaron las muertes aquí, los sicariatos, los extorsionamientos,
esto está más bravo desde la pandemia. Empezó a haber más robos, más muertes,
creo que porque hay más hambre también. (ML, Trabajadora Grupo DOLE, 2023).
Como hemos
desarrollado, las y los trabajadores bananeros y sus familiares se encuentran
bajo situaciones de desposesión estructural y múltiples expresiones de la
precarización laboral y de la vida que les dificulta garantizar tanto su
reproducción biosocial como de sus entornos ambientales. A continuación nos
interesa detenernos en una serie de estrategias de cuidado y
sostenimiento de la vida desarrolladas para morigerar y sobrellevar las
diferentes afectaciones y padecimientos señalados.
Estrategias
de sostenibilidad de la vida de las y los trabajadores y sus familias frente a
los múltiples despojos y precariedades
En nuestro trabajo, hemos registrado una
serie de estrategias de sostenibilidad de la vida que resultan fundamentales
para las personas trabajadoras y sus familias. Estas estrategias se montan
sobre lazos de solidaridad y ayuda mutua comunitarios, donde las mujeres suelen
tener un rol protagónico e
intervienen de forma diferencial en los arreglos y actividades que abarcan todo
aquello que asegura la existencia (Vega Solis 2019). Estas
actividades se realizan, en gran
medida, por fuera de las relaciones asalariadas y mercantiles, y a través de
trabajos no remunerados, familiares y comunitarios, mediante formas de “actuar en conjunto” y
apoyarse colectivamente en la vida diaria, generando responsabilidades
compartidas, sentido de co-obligación política
respecto a una actividad o gestión de un bien (Laval
y Dardot, 2015).
Asimismo, estas prácticas recuperan una
serie de saberes preexistentes es decir, de representaciones y prácticas
sociales que las y los trabajadores y familias utilizan para diagnosticar,
explicar, atender, controlar, aliviar, soportar, curar, solucionar o prevenir
los procesos que afectan su salud en términos reales o imaginarios. Como
exponen una serie de estudios del campo de la salud comunitaria, estas
estrategias constituyen la forma de atención de los padecimientos y garantía de
la reproducción biosocial más frecuente y constante entre las poblaciones y tienen
un papel decisivo en la síntesis, articulación o mezcla de saberes que los
sujetos y microgrupos generan entre las diferentes
formas de atención que operan en su vida cotidiana (Menéndez 2018). Recuperando
los planteos de estas investigaciones, consideramos a las estrategias de
cuidado y autoatención como una estructura permanente que los microgrupos generan en toda sociedad para atender sus
padecimientos, que se caracteriza por un proceso constante de cambio, al igual
que las otras formas de atención (Menéndez 2018).
Entre estos arreglos
relevados se destaca: a) sobrellevar tareas y
gastos de reproducción biosocial, b) el cuidado y atención durante la
recuperación de accidentes y enfermedades laborales y el uso de medicina
herbolaria para calmar los síntomas producidos por el contacto con agrotóxicos. Dentro de las primeras,
ubicamos toda una serie de prácticas que se desarrollan para asegurar la
reproducción biosocial de las y los trabajadores y sus familias, dadas las
escasas remuneraciones obtenidas en el sector y las extensas jornadas de
trabajo. Entre ellas identificamos actividades cotidianas de ayuda mutua para
la preparación, distribución y consumo de alimentos; la realización de arreglos
en el hogar y el medio ambiente inmediato; la obtención colectiva de dinero
para gastos de cuidado, tales como compra de útiles escolares, comida,
medicamentos, como también hacer frente a la muerte y sus gastos rituales.
Como describimos en
el apartado anterior, el trabajo en las plantaciones bananeras presenta exigentes jornadas, las cuales en los
periodos de cosecha y poscosecha pueden superar las
doce horas de trabajo. Tras estas exigentes jornadas, las mujeres trabajadoras
del banano tienen que ocuparse de los trabajos de cuidado en sus hogares, ya
sean madres solteras o se encuentren en pareja, porque la distribución de los trabajos
esenciales para el sostenimiento de la vida rara vez se comparte. De modo que
la jornada laboral real de las mujeres es mucho más extendida que la de los
hombres, llegando incluso a las 18 o 19 horas diarias. Esto redunda en la invisibilización e infravalorización
del trabajo que realizan las mujeres
tanto dentro como fuera de las plantaciones. En palabras de “R” -quien convive
con sus hijos y con su cónyuge, que también se desempeña como trabajador
bananero-, luego de cumplir su jornada de trabajo que ronda las 9 horas, le
siguen los quehaceres del hogar y cuidado de los hijos. Ambas tareas le exigen
estar laborando desde las 6. 30 de la mañana hasta las 23 horas.
Mi horario de trabajo es de 6.30 a 3 de la
tarde. Ahí realizo distintas tareas según lo que toque ese día. Después llego a
mi casa a eso de las 3.30 y ya me toca limpiar la casa y hacer la comida,
compras lo que tengo que hacer. Ya me dedico a la casa que me puede llevar
hasta las 11 de la noche que termine.
(...) Acá los hombres no ayudan, los platos son de las mujeres, la ropa
de lavar es de las mujeres, ellos no ayudan. Él cuando llega se baña, y luego
se va con los amigos y nada más. (...) Y en los tiempos libres duerme, come y
si alguien le decía hagamos tal cosa, él se iba. No tiene tiempo en familia, en general se va
a tomar con los amigos hasta la hora que le da la gana” (R, Trabajadora
OTISGRAF, 2023).
Como expone el
relato de R, bajo la expresión “los
platos son de las mujeres, la ropa de lavar es de las mujeres” esta
trabajadora manifiesta la asignación diferencial de las tareas de cuidado y
roles reproductivos a su cargo, y cómo esto aparece como algo naturalizado. De
esta manera, la violencia de género no solo se traduce en la desigualdad de los
ingresos que caracteriza al sector, sino también en la desigual distribución social de los cuidados
al interior del hogar.
A esto se suma que entre las familias bananeras, resulta
frecuente que existan personas y/o familiares dependiente a cargo, entre ellos
adultos mayores, personas con discapacidad, personas con secuelas graves de
alguna enfermedad e incapaz de llevar una vida autónoma. Como señala M, esposa
de un trabajador de DOLE, ella debe hacerse cargo de las tareas domésticas y de
cuidado en el hogar a la par de cuidar a su madre mayor, quien por problemas de
salud ya no puede vivir sola.
Acá es de trabajar todo el día, armar el desayuno,
la leche, las compras, llevarlos a la escuela que queda aquí cerca. También
cuido los animales, tengo vaquita, tengo un puerquito, así que también los
cuido. Yo con eso a veces los vendía si necesitaba algo y si no también para
nosotros. Ahora también me toca cuidar a mi mamá enferma. Ella vive con
nosotras, antes vivía ahí enfrente, pero estaba solita y se enfermó así que me
la traje. Con lo que él me daba yo hacía las compras, él me daba una parte y yo
la administraba para la casa. Nosotros siempre hicimos alcanzar la plata y no
faltó nada, pero siempre trabajando mucho (M, esposa de trabajador de GRUPO
DOLE, 2023).
De esta manera, las mujeres, al mismo tiempo que crían a
sus hijos pequeños y trabajan cuidando animales para el sustento de la familia,
también deben encontrar una manera de cuidar a su madre (o abuela), que sufre
alguna enfermedad y necesita cama, ropa, comida y vigilancia especial. En esas
circunstancias, los bajos salarios y jornadas de trabajo de los cónyuges
redundan en la necesidad de mayor trabajo al interior del hogar. Como
desarrolla Lebowicks (2005), recuperando los planteos
de Marx, cuando crece la explotación del trabajo y la miseria, ya sea por la
caída de los salarios reales o por el aumento de las necesidades sociales, ―una
opción es aumentar la explotación en el hogar, es decir, la cantidad de trabajo
necesario realizado por la esposa e hijos. Más trabajo en casa como ya sabemos
significa menos gasto de dinero fuera de ella (Lebowiks
2005,199). De modo que, es fundamental no soslayar las condiciones de
explotación de la fuerza de trabajo y su vinculación con las desigualdades de
género para la comprensión de la asignación de tareas y responsabilidades al
interior de las unidades domésticas.
Esta situación resulta altamente extendida en las
sociedades latinoamericanas, donde las mujeres tienen a cargo más del triple de
tiempo al trabajo doméstico no remunerado que los hombres, sobre todo en los
hogares más pobres (CEPAL 2020). Además, en nuestra región el valor económico
del trabajo no remunerado de los hogares alcanza entre el 15,2% y el 24,2% del
PIB nacional de los países de la región (CEPAL 2019, 146).
También
identificamos la existencia de redes de ayuda mutua que desbordan las unidades
domésticas e incluyen lazos de la familia extendida y comunitarios para la
sostenibilidad de la vida. Un trabajador de 55 años, que por su edad es
contratado eventualmente en el sector, nos relataba que él y su hermana (que
padece mal de Parkinson) recurren a la ayuda de familiares y vecinos para poder
solventar los gastos de alimentación. Sus parientes periódicamente le “regalan
un saquito de arroz, pollo, aceite, cosas así para poder comer”. De manera
similar, un matrimonio de trabajadores, señalan que recurren a la ayuda de la
familia para poder realizar arreglos en la vivienda y compartir gastos de
alimentación:
Uno
siempre busca ayuda en su familia, mi hermano si le pido, me ayuda a reparar
algo, o con la casa. Él me cobra más barato o me pide la comida. Pero bueno eso
si uno necesita, le pide y a cambio le da un pollo, o algo así.”
Esposa:
A veces nos solemos invitar a comer, hacemos comida de más y nos invitamos y
compartimos para comer todos. También para los cumpleaños nos ayudamos. Cada
uno aporta comida o lo que haga falta” (Trabajador R y esposa, Grupo CHONQUI,
2023).
Otra práctica utilizada entre las y los
trabajadores para la reproducción biosocial es la realización de actividades
conjuntas para la obtención de dinero para solventar gastos cotidianos y
eventuales. Como nos relataba M, una trabajadora de isla de Bejucal, ella junto
con sus compañeros y compañeras de trabajo realizan desde hace años lo que
denominan “cadenitas”. Estas consisten en formas de ahorro comunitario donde
las y los trabajadores aportan mensualmente sumas pequeñas de dinero que son
recuperadas después de varios meses.
Hacemos
la cadenita. Armamos unas planillas y se la damos a una persona responsable, y
le entregamos para tal cosa. Por ejemplo, yo necesito para tal cosa, yo calculo
la fecha que necesito para mis niños y entonces este año me metí a un cuadro de
dinero que saque 300 dólares, ahorre 300 dólares entonces. Alguien se hace
cargo de recoger un dinero entre todos y vamos ahorrando entre todos. Por
ejemplo, pagamos 10 dólares semanal por decir, reunimos 10, 10, 10 reunimos
entre todos y le damos al principal que es el número 1 y de ahí sigue al número
dos. Y así vamos ahorrando ese dinero y ese dinero yo lo cojo cuando necesito
para la escuela de mis niños. Yo siempre trato de coger un número que me toque
al comienzo de las clases para gastos de útiles escolares. Vamos recibiendo
cada dos meses, 3 meses.
Entrevistadora:
¿Y entre quienes hacen las cadenas?
M:
compañeros de trabajo, no nos queda de otra. (M, trabajadora Grupo FRUTSESA,
2023)
Otra de las formas de ayuda comunitaria
consiste en la realización de bingos en los que cada vecino compra uno o más
cartones con unos números impresos y de un bombo se extraen al azar, una a una,
bolas que llevan números grabados y quien consigue marcar todos los números de
su cartón recibe el premio mayor. Este tipo de práctica se suele realizar en
las casas de los vecinos y lo obtenido en la venta de cartones se destina para
quien sea la persona que esté atravesando una necesidad. Entre estas puede ser
para gastos de enfermedades, cumpleaños o para ayudar al enterramiento de algún
vecino.
(Si)
una persona se muere y no tiene cómo enterrarse, ellos se andan organizando
para ir haciendo bingos o algo, algo venden, pero rapidito. O pidiendo dinero
para ir a enterrar. (...) Rapidito comienza para ayudar, vamo,
vamo, vamo. A eso sí, se
ayuda bastante. (Esposa de trabajador, Grupo MANOBANDA, 2023)
Muchas de estas actividades descritas toman
particular importancia durante los periodos de recuperación de accidentes y
enfermedades laborales. Como hemos mencionado, las empresas bananeras suelen
desconocer su responsabilidad con los trabajadores que sufren este tipo de
situaciones. Es así que muchos nos relataban cómo se movilizaban diferentes
actividades en los momentos en los que no podían ir a trabajar. Este fue el
caso de “S”, un trabajador que sufrió una caída mientras se encontraba
realizando la tarea de deschante del guineo, la cual
es una actividad que se realiza en la altura y con machete para quitar las
chantas viejas de la planta para prevenir la presencia de cochinillas y otras
plagas. Debido a la caída, el trabajador sufrió una lesión de hernia discal que
le imposibilitó laborar durante 3 meses. Ante eso la patronal solo le pagaba la
mitad del salario durante la primera semana y luego pasó a la “guarda de su
cargo”, es decir, no le abonaban el dinero como corresponde por accidente
laboral, sino que solo le prometían guardarle su puesto finalizada la
recuperación.
Como señalamos, esta falta de
responsabilidad empresarial y cumplimiento de los derechos laborales ocasionó
que “S” debiera recurrir al apoyo de familiares y conocidos para afrontar los
gastos y tareas de cuidado que requería durante su recuperación.
Otra de las prácticas de autoatención y
cuidado, refieren al uso de medicina herbolaria para calmar, principalmente,
los síntomas producidos por el contacto con agrotóxicos. Esta práctica recupera
una serie de saberes tradicionales que se transmiten al interior del ámbito
familiar, donde no sólo intervienen los “curadores”, es decir, especialistas
con reconocimiento social, sino que la población misma detenta dichos
conocimientos y los pone en práctica de acuerdo a sus necesidades económicas,
sociales y simbólicas (Barragán-Solís 2006).
Como se destaca en el relato de diferentes
trabajadores y trabajadoras, algunos de los remedios utilizados son infusiones
o emplastos de distintas plantas, que además pueden combinarse con medicamentos
farmacéuticos (como analgésicos, antiinflamatorios, vitaminas, entre otros).
Entre las plantas medicinales usadas con mayor frecuencia identificamos la
sábila, el limón, el ajo, la cáscara de papa, el polvo de haba y la manzanilla.
Yo me dañé la rodilla y desde entonces tengo problemas.
Tengo que tomar unas vitaminas y refuerzo para los huesos. También tengo muchos
problemas digestivos, casi todo lo que como me hace mal, más me lleno de gases.
Hice tratamiento de vesícula y de hígado, y el médico me dijo que la vesícula
está un poco desviada. Yo por esos dolores digestivos en la mañana tomo sábila
y agua en ayunas antes del café, y eso parece que me afloja el dolor. Sino
tengo cólicos (H, trabajador Grupo NOBOA, 2023)
M: Yo por el trabajo tengo gastritis, yo y todos mis
compañeros. Es por los tóxicos, la mala alimentación, por el agua que
consumimos, porque no está en perfectas condiciones para el consumo humano. Y
eso genera gastritis. Yo eso lo trato de amortiguar porque me cuido mucho. Yo
tomo sábila, una pepa de ajo de madrugada cuando me voy antes de irme al
trabajo, me tomo un litro de agua en ayunas, y me como una pepa de ajo y al pie
un pedacito de sábila. Eso todos los días y la verdad me ayuda bastante, porque
la sábila te cicatriza llagas, desinflama las vías urinarias. El ajo te ayuda,
por ejemplo, con problemas de la presión, problemas de colesterol, trigliceridos, ácido úrico. Entonces nos controlamos de ese
modo para no ir al médico. (M,
trabajadora Grupo FRUTSESA, 2023)
De esta manera, se destaca como el uso
empírico de la flora medicinal recupera cierto capital cultural tradicional
basado en saberes populares que les corresponden en tanto miembros de un
contexto cultural específico y producto de la eficacia de su uso. Asimismo,
destacan como son saberes dinámicos que “van aprendiendo y autoformando”.
Por último, queremos referirnos a ciertas
prácticas de autodiagnóstico y la autoprescripción de
medicamentos biomédicos que suelen realizar las y los trabajadores para la
atención de padecimientos recurrentes y compartidos entre los mismos. Estas autoprescripciones, resultan estrategias de autoatención
colectiva que se derivan de sus condiciones socioeconómicas y de las
dificultades de acceso al sistema de salud.
En este sentido, es
importante considerar que las instituciones de salud pública encargadas de
brindar seguridad social a las y los trabajadores son el Instituto Ecuatoriano
de Seguridad Social (IESS)[iv]
y el Seguro Social Campesino (SSC)[v].
Ambas instituciones dejan por fuera de su cobertura a las y los trabajadores
que se encuentran laborando en las plantaciones, pero sin estar registrados,
quienes deben acudir en busca de atención médica en los centros de salud
públicos y hospitales del Ministerio de Salud Pública.
Ahora bien, entre
quienes sí se encuentran cubiertos por la seguridad social, presentan una serie
de dificultades de acceso vinculadas con la falta de espacios de atención en
áreas rurales o remotas dada la concentración de prestadores en las áreas urbanas.
Ante esto, señalan que, dependiendo del dinero disponible y de la gravedad de
la enfermedad, deciden acudir a médicos privados, o buscar ayuda en otros
establecimientos de salud pública en ciudades cercanas o inclusive viajan a las
capitales provinciales como Babahoyo (provincia de Los Ríos) o a Guayaquil
(provincia del Guayas).
Otra de las
dificultades se vincula con los tiempos de espera prolongados debido a los
requisitos burocráticos, la alta demanda y la limitada capacidad de atención y
la escasez de recursos y personal. Finalmente, señalan que algunas coberturas
presentan costos adicionales como copagos por medicamentos, insumos o servicios
no cubiertos por el seguro. Estos costos pueden representar una barrera para
algunas personas, especialmente aquellas con bajos ingresos. Ante
esto, resulta frecuente que entre las y los trabajadores se interroguen sobre
los síntomas que padecen de manera colectiva y sobre los mismos se construyan
autodiagnósticos y autoprescripciones de ciertos
medicamentos que serán utilizados conjuntamente.
Como nos relataba H, un trabajador del
Grupo Noboa, esta práctica surge principalmente ante la negativa empresarial de
brindarles días a las y los trabajadores para realizar consultas médicas, ya
que según señalan el sistema de salud tiene grandes demoras en el otorgamiento
de turnos para consultas. Asimismo, destacan que no cuentan con recursos
suficientes para poder atenderse en clínicas privadas, por lo que recurren al
autodiagnóstico y prescripción comunitaria de sus propios medicamentos. Un
trabajador de Grupo Noboa nos comentaba:
“Unos medicamentos le dieron a un compañero
que tenía lo mismo que yo y entonces yo me los compré también. Él me decía
“tómese esto y vas a ver que mejora”. Nosotros nos aconsejamos mucho entre
compañeros con eso. Si un compañero me dice fijate
que esto te hace bien yo lo busco. [Interrumpe la esposa] “Yo lo que le digo
que una cosa es que a los compañeros les haga bien, pero no significa que
tengan lo mismo que él, porque hay que ver qué tiene y que le receta el
especialista. Yo le digo que vaya al médico, pero no le da el tiempo”. (H,
trabajador Grupo NOBOA, 2023)
Como se expresa en el relato, esta práctica
parte de un diagnóstico médico previo que luego es colectivizado por los demás
trabajadores. De esta manera, es una práctica que se construye en diálogo con
la prescripción biomédica que luego se administra de manera parcialmente
autónoma por el resto de los trabajadores. Con esto nos referimos a que los
medicamentos y dosis recetadas se adecuarán a lo señalado por el médico, pero
adaptándose posteriormente en función de la eficacia percibida por quien la
utilice. Asimismo, si bien es una práctica que resulta recurrente, esta es
percibida de manera contradictoria, en tanto identifican que la autoprescripción conjunta puede llegar a no ser beneficiosa
de igual manera para todos. Esto aparece sobre todo enunciado por la esposa,
quien le manifiesta la importancia de contar con el chequeo correspondiente.
Reflexiones
finales
A partir del
recorrido por la historia del comportamiento de esta rama agroindustrial y las
estrategias empresariales desplegadas para gestionar el trabajo, identificamos
cómo la dinámica de explotación y vulneración de los derechos humanos de las
personas trabajadoras es una característica presente históricamente y que ha
tenido repercusiones en las sucesivas generaciones familiares. Asimismo,
analizamos cómo sus tendencias de concentración y control territorial mediante
la implantación de zonas de monocultivo a gran escala y el uso indiscriminado
de agroquímicos generó múltiples problemáticas en el entorno social y ambiental
de la región. Si bien estas tendencias se deben a que el accionar empresarial
está dirigido casi exclusivamente a la obtención de ganancias sin velar por las
condiciones de vida de sus trabajadores y trabajadoras, identificamos que la
intervención del Estado, ya sea por acción u omisión, ha generado determinadas
condiciones para que ello ocurra.
Asimismo, las
diversas formas flexibles de organizar el trabajo, tanto en términos de
contratos, salarios y horarios como hemos analizado, generan amplias áreas de
ambigüedad y encubrimiento de la explotación a la que miles de trabajadores y
trabajadoras se enfrentan diariamente. En nuestros hallazgos sobre la
organización del trabajo, destacamos la presencia de diversas modalidades de
flexibilidad numérica y contractual. Entre ellas, observamos la existencia de
contratos difusos, el uso de múltiples personas jurídicas pertenecientes a un
mismo empleador, la adopción de contratos por prestación de servicios como
respuesta a la prohibición de la tercerización mediante el Mandato 8, así como
la falta de contratos formales y la contratación de trabajadores ficticios.
Estas estrategias desarrolladas por los empleadores tienen como objetivo eludir
sus responsabilidades hacia los trabajadores y trabajadoras, al tiempo que
buscan reducir los costos de producción y aumentar sus ganancias. Además, hemos
identificado distintas formas de flexibilidad salarial y horaria. Entre las
características destacadas se encuentran los salarios insuficientes, el trabajo
a destajo y la falta de reconocimiento de horas extras, vacaciones y beneficios
adicionales como el decimotercer y decimocuarto sueldo. Otra estrategia
empresarial habitual es vincular los salarios con las fluctuaciones del mercado
internacional, siendo relevantes las ocasionadas por la pandemia de COVID-19 y
el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia.
Ante esto, las
y los trabajadores y sus familias desarrollan una serie de estrategias de
sostenibilidad de la vida basadas en los lazos de solidaridad y ayuda mutua
comunitarios que intentan atender a los padecimientos y problemáticas que
afrontan cotidianamente. Asimismo, estas prácticas recuperan una serie de
saberes preexistentes, es decir, de representaciones y prácticas sociales que
las y los trabajadores y familias utilizan para curar, solucionar o prevenir
los procesos que afectan su salud en términos reales o imaginarios, sin la
intervención central, directa e intencional de curadores profesionales, aun
cuando éstos pueden ser la referencia de la actividad de autoatención. Estas
estrategias se orientan a: a) sobrellevar tareas y gastos de reproducción
biosocial; b) el cuidado y atención durante la recuperación de accidentes y
enfermedades laborales como el uso de medicina herbolaria para calmar los
síntomas producidos por el contacto con agrotóxicos.
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Notas
[i] Entre las denuncias por afectaciones a
la salud se ubican las realizadas por La Red en plaguicidas y sus Alternativas
para América Latina (Rapal) la cual colocó en 2007 una denuncia ante la
Defensoría del Pueblo de Quito, apoyada por pilotos ecuatorianos que trabajaban
en aerofumigación, sobre la afectación a la salud de personas expuestas a
plaguicidas que trabajan en la producción de banano en Ecuador (Defensoría del
Pueblo, 2018: resolución 117-CNDHIG-2008). En 2008, la Defensoría del Pueblo de
Quito reconoció que existe violación de derechos básicos, laborales y afirmó
que no existía un ambiente sano, que afecta a los trabajadores de
aerofumigación que trabajan con plantaciones bananeras en las provincias de Los
Ríos, Guayas y El Oro. En 2010, el expiloto Jorge Acosta Orellana presentó una
denuncia ante la Defensoría del Pueblo de Ecuador sobre la violación de los
derechos humanos de los trabajadores de banano y la afectación a la salud de
este grupo social debido al uso de pesticidas. También existen diferentes
informes oficiales realizados por el Ministerio de Salud Pública de Ecuador
(2008), el cual publicó que, entre 1998 y 2007, la tasa de intoxicación por
plaguicidas ascendió de 12,35 a 18,64 por cada cien mil habitantes en las zonas
donde se concentra la mayor producción de banano.
[ii] Rusia es el principal destino de las exportaciones de
banano, flores y crustáceos. Dependiendo de la estación, a este país se le
destina entre 20 % y 25 % de la producción bananera ecuatoriana, mientras que a
Ucrania se envían entre un 3 % y 5% de dicha producción (Asociación de
Exportadores de Banano del Ecuador).
[iii] En enero de
2023, Ecuador cuenta con una tasa del desempleo del 3,8% (ese porcentaje sube a
5,1% para las mujeres). Desde 2019 el subempleo pasó del 57,4% a 65,2% y el empleo pleno de 38,8% a 34,8%,
según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Ramirez 2023). En ese
tiempo, el índice de pobreza se mantuvo en 25% y creció la pobreza extrema (de
8,9% a 10,7%). A ello se le suma que el 60% de los hogares no cubren el valor
de la canasta básica (Ramirez 2023).
[iv] Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social
(IESS): Es una institución encargada de brindar seguridad social a los
trabajadores en Ecuador. El IESS administra el Seguro General de Salud, que
cubre a los afiliados y sus dependientes legales. Los afiliados al IESS tienen
acceso a servicios médicos en hospitales y clínicas afiliadas al sistema.
[v] Seguro Social
Campesino: Es un sistema de seguro de salud dirigido a los trabajadores
agrícolas y sus familias. Proporciona servicios de atención médica, prevención
de enfermedades y promoción de la salud a esta población específica. A partir
de la constitución de 2008, el SSC es parte del IESS, siendo este un régimen
especial, de seguro universal obligatorio. De la misma manera establece como
sus afiliados a la población rural y a las personas dedicadas a la pesca
artesanal (Polo Almeida 2018)